y conservadora, aderezada por una hipocresía desmesurada y que siempre ha ejercido en sus batallas iluminarias, etiquetó de diabólica y satánica una música que si de algo pecaba era de escupir libertad sobre la juventud, liberación sexual e independencia de una sociedad claramente racista.
Era imparable la gran cantidad de músicos que emergieron con el nuevo sonido, muchos de ellos reciclados del blues eléctrico y el rhythm & blues, otros acercándose desde el country, pero todos con ansias de triunfar en un nuevo género que se destapó como una auténtica gallina de los huevos de oro, vendiendo millones de discos y lanzando al estrellato a jóvenes que en cuestión de meses pasaban de ser miembros olvidados del white trash o segregados por su color al futuro más indigno, a ser ídolos de jovencitas, viajar en cochazos y creerse los amos del mundo.
Los ataques del conservadurismo rancio y el catolicismo más casposo fueron instantáneos desde el primer momento, y si tenemos que hablar de ciertos músicos que fueron los objetivos más enjuiciados, censurados y culpabilizados, por encima del resto del colectivo, nos debemos referir a Elvis Presley, Jerry Lee Lewis, Little Richard y Chuck Berry... Los Cuatro Jinetes del Apocalipsis.
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Elvis Presley. El lado oscuro del rey
Musicalmente, Elvis Presley creció escuchando música en la Iglesia de la Primera Asamblea de Dios de Memphis, admirando a músicos afroamericanos como The Golden Gate Quartet. Sin embargo pronto descubrió el otro lado de la música en Beale Street, zona del centro de Memphis donde germinó una gran cantidad de blues de la mano de leyendas como Louis Armstrong, Muddy Waters, Albert King, Memphis Minnie y BB King.
Elvis, que apenas había estudiado música en la escuela, aprendió a cantar como los bluesman y ese fue el detonante del éxito que obtuvo, más la casualidad que Sam Phillips le escuchara cantar el clásico de Arthur Crudup «That’s All Right» de madrugada en Sun Records, cuando estaba a punto de descartarlo como vocalista. El single fue de un impacto fulminante, mientras que casi todos los oyentes pensaban que se trataba de un negro cantando.
Elvis fue la diana de toda la cruzada contra el rock’n’roll, a pesar de ser blanco interpretaba música de negros y parecía negro. Procedía de la clase más baja del estamento blanco, era un white trash que se movía como un auténtico demonio, con una danza que invitaba a la fornicación inmediata con un movimiento de pelvis que escandalizaba al estrato conservador. Era un peligro para sus hijas y como tal había que combatirlo.
El Rey del rock tenía un lado oscuro y escandaloso que mantuvo como una doble personalidad durante casi toda su carrera. De cara al público era un maravilloso muchacho, Dr. Jekyll, pero en realidad escondía una figura depravada y siniestra, Mister Hyde, obsesionado con las menores de edad y desarrollando una fobia que le impedía tener relaciones sexuales con mujeres que hubieran dado a luz.
Pero hay otro lado oscuro que nos muestra un Elvis obsesionado con los extraterrestres, el esoterismo, ocultismo, filosofías antiguas y en general en la búsqueda profunda del sentido de la vida.
En todas las mitologías de la humanidad el nacimiento de un ser especial está marcado por una aparición análoga en la naturaleza; la estrella de Belén en el cristianismo, un unicornio en el caso de Confucio o sueños proféticos como los de Alejandro Magno. En el caso de Elvis Presley, como una de las figuras más influyentes de la cultura popular del siglo pasado, fue un OVNI el 8 de enero de 1935, avistado por el padre de Elvis y el médico que asistió al parto.
Cuando contaba ocho años volvió a suceder, pero en esta ocasión fue un contacto telepático en el cual los alienígenas le mostraron su futuro como estrella musical, entre otras muchas cosas. Todo ello según su estilista, Larry Geller, quien le introdujo en el estudio de distintas doctrinas, haciendo a la vez de maestro de una investigación caótica que no trajo nada bueno a la ya de por sí débil mentalidad del Rey.
Esa búsqueda desordenada engullendo ideologías ontológicas desesperadamente, leyendo según sus biógrafos, más de un millar de libros sobre doctrinas diferentes; libros que estudiaba al milímetro y que rellenaba de apuntes, textos subrayados, reflexiones y confesiones. Se dice que viajaba con una biblioteca de 300 libros que consultaba y estudiaba diariamente. Uno de sus libros preferidos era La voz del Silencio de Helena Blavatsky, escritora ocultista rusa, creadora de la Sociedad Teosófica para difundir la Teosofía, movimiento ecléctico que busca la sabiduría eterna y la auténtica realidad y que funde religiones como el cristianismo, budismo e hinduismo, con creencias esotéricas del siglo xviii como gnósticos, rosacruces y masónicos.
Elvis sentía devoción por Madame Blavatsky, rumoreándose que en sus numerosos encuentros sexuales obligaba a sus acompañantes a leer fragmentos de Isis sin velo y La Doctrina Secreta, obras de la misma autora. De hecho la mayoría de los discursos que Elvis lanzaba en sus conciertos, eran textos extraídos de sus libros.
La falta de un guía que impidiera el caos que se formó en su cabeza, de un gurú que marcara ciertos límites, transformó la búsqueda de la espiritualidad en una catarsis de confusión, que fue deteriorando paulatinamente la mente de Elvis. Se adentró en el mundo de la numerología y la cábala, pero al mismo tiempo profundizó en el hinduismo y en el cristianismo esotérico, para volcarse en las enseñanzas psicodélicas de Timothy Leary y Aldous Huxley, lo que pudo minar su psiquis.
La creencia popular es que los trajes que Elvis lucía en la última etapa de su carrera era una expresión más de su egocentrismo y decadencia, pero en realidad se trata de mapas esotéricos en toda regla, recargados de soles, lunas, figuras geométricas, animales simbólicos como águilas o serpientes, así como anillos de protección que el mismo Elvis diseñaba; todo ello bajo un conocimiento mágico adquirido en su anárquica búsqueda del sentido de la vida.
Su adicción a todo tipo de fármacos, legales e ilegales, más su degeneración como artista en los últimos años de su carrera, podrían ser consecuencias directas de este proceso autodestructivo. La noche que murió, de un ataque cardiaco en su bañera, estaba leyendo Búsqueda científica del retrato de Jesús y justo al lado tenía abierto Sexo y energía psíquica.
Jerry Lee Lewis. El asesino del rock’n’roll
Jerry Lee Lewis nació el 29 de septiembre de 1935 en Ferriday, Luisiana, en el seno de una familia creyente de agricultores, sus padres Elmo y Marie Lewis, lo introdujeron en la Iglesia de la Asamblea de Dios, servicio del pentecostalismo que a través de sus creencias de sanación con la innovación musical, le permitió empezar a tocar el piano con dos de sus primos, Mickey Gilley y Jimmy Swaggart.
Lewis estaba muy unido a Jimmy, ya que más que primos se criaron como hermanos, unidos por el piano y la religión. Ada, tía de Jerry y abuela de Jimmy, fue la encargada de adoctrinarles en las sagradas enseñanzas del evangelio pentecostés, sin dejar pasar por alto detalles que pudieron marcar la precoz existencia de los imberbes mancebos, aunque con diferentes conclusiones.
Ada contaba que había recibido en varias ocasiones el Espíritu Santo en su interior, siempre envuelta en ceremonias musicales que le llevaron a estados de semi levitación; «cuando lo consigues sabes que lo tienes. Realmente no conoces al Señor como deberías hasta que lo recibes».
Para Jimmy, esas historias fueron una revelación que guiaron su camino, mientras que Jerry no encontraba diferencia entre las posesiones celestiales de Ada y los episodios de goce y satisfacción que conseguían los negros en el barrelhouse, a base de alcohol y música; dos formas diferentes de entrar en trance, dos caminos diferentes y contrapuestos.
Viendo que la situación se le escapa de las manos, Marie Lewis lo inscribe en el Southwest Bible Institute, en Waxahachie, Texas, de férrea disciplina cristiana. En la institución sólo estaban permitidos los cantos evangélicos y sentían un rechazo enfermizo para todo lo que ellos llamaban música mundana, y en donde hallaba un lugar privilegiado para el repudio la música de los negros.
Poco duró su estancia en