Benito Pérez Galdós

Electra


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Tiempo de sobra tienes: tres cuartos de hora.

      Electra. No faltaré.

      Evarista. Y pocas bromas, Electra... ¡Cuidado!... (Vase por el foro; lleva la muñeca cogida de un brazo, colgando.)

       Índice

      Electra, Patros.

      Electra (mirando a la muñeca). ¡Pobre Lulú, cómo cuelga! (Imitando la postura de la muñeca, y tentándose el hombro dolorido.) ¡Y cómo duele, ay! (Siéntase meditabunda.) ¡Y aquél esperándome...! ¡Qué triste fue la separación! Lloraba echándome los brazos... yo le prometí volver.

      Patros (asomándose cautelosa por la izquierda). Señorita, señorita...

      Electra. Entra.

      Patros (avanzando con precaución). ¿Hay alguien?

      Electra. Estamos solas.

      Patros. No hay ocasión como ésta, señorita. Ahora o nunca.

      Electra. ¿Vienes de allá?

      Patros. De allá vengo... Muchos señores que dicen números... millones y cuatrollones...[47] Adentro, nadie.

      Electra (vacilando). ¿Nos atrevemos?

      Patros. Fuera miedo.

      Electra. ¡Virgen del Carmen,[48] protégeme! (Dirigiéndose a la salida que da al jardín. Detiénese Electra asustada.) Espera. ¿No será mejor que salgamos por el otro lado? ¿Estará mi tía asomada a la ventana del comedor?

      Patros. Podría ser. Demos la vuelta por aquí. (Por la izquierda.)

      Electra. Por aquí. ¡Animo, valor y miedo! (Salen corriendo por la izquierda.)

       Índice

      Don Urbano, José, que entran por el foro a punto que salen las muchachas.

      Don Urbano. ¿Quién sale por ahí?

      José. Es Patros, señor.

      Don Urbano. Con que... Cuéntame.

      José. Ya son cinco los que hacen el oso[49] a la señorita: cinco, vistos por mí. ¡Sabe Dios los que habrá por bajo cuerda!

      Don Urbano. ¿Y qué hacen? ¿Rondan la casa?

      José. Dos por la mañana, dos por la tarde, y el más chiquitín de sol a sol.

      Don Urbano. ¿Has observado si hay comunicación entre la ventana del cuarto de Electra y la calle, por medio de cestilla o cuerda telefónica?

      José. No he visto nada de eso. Pero yo, que los señores, pondría a la señorita en las habitaciones de allá. (Por la izquierda.)

      Don Urbano. ¿Y alguno de esos mequetrefes suele colarse al jardín?

      José. ¡No le daría mal estacazo!

      Don Urbano. Bien: continúa vigilando. (Entra Cuesta por el foro.)

       Índice

      Don Urbano; Cuesta con papeles y cartas.

      Don Urbano. Leonardo, gracias a Dios.

      Cuesta. Ya te dije que no vendría por la mañana. (A José dándole una carta.) Que certifiquen esto... Pronto. Luego llevaréis más cartas. (Vase José.)

      Don Urbano (tomando un papel que le da Cuesta). ¿Qué es esto?

      Cuesta. El resguardo de las cien mil y pico... Fírmame ahora un talón de sesenta y siete mil...

      Don Urbano. Ya: para el envío a Roma.

      Cuesta. ¿Y Evarista?

      Don Urbano. Vistiéndose.

      Cuesta. Ya sé que vais a la inauguración de La Esclavitud,[50] y que lleváis a Electra.

      Don Urbano. Por cierto que de esta niña no debemos esperar nada bueno. Cada día nos va manifestando nuevas extravagancias, nuevas ligerezas...

      Cuesta (con viveza). Que no significan maldad.

      Don Urbano. Lo son como síntoma, fíjate, como síntoma. Por esto Evarista, que es la misma previsión, ha pensado en someterla a un régimen sanitario en San José[51] de la Penitencia.

      Cuesta. Permíteme, querido Urbano, que disienta de vuestras opiniones. Dirás tú que quien me mete a mí...

      Don Urbano. Al contrario... Como buen amigo de la casa, puedes darnos tu parecer, aconsejarnos...

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