mitad del siglo I y primeras décadas del siglo II d. C.; mientras que la narración más completa y documentada corresponda al historiador Dion Casio, quien vivó entre la segunda mitad del siglo II y las tres primeras décadas del siglo III d. C. Este último tuvo acceso a una buena parte de las historias que nosotros hemos perdido y realizó, no obstante la distancia cronológica con el objeto de su estudio y los cambios culturales y políticos que habían tenido lugar en la sociedad imperial romana, un trabajo muy bien documentado y riguroso. Su Historia Romana es considerada la fuente más importante para el conocimiento del estado de las cosas unos doscientos años antes9. En este contexto de pérdidas, la inscripción ha visto acrecentada su importancia, aun cuando no se encuentre en ella una historia del período propiamente tal.
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El Mausoleo de Augusto según el diseño reconstructivo de 1912 y que forma parte de la Colección Giuseppe Gatteschi (1) y el estado actual de la construcción (2 y 3).
En esta construcción fueron sepultados varios miembros de la familia Julio Claudia. Es probable que el último emperador sepultado en este mausoleo fuese Nerva en el año 98. En tiempos posteriores fue utilizado con otros fines y luego abandonado. Su restauración sigue siendo una tarea pendiente para los encargados de los bienes arqueológicos de la ciudad de Roma.
Junto a lo anterior se ha dado un segundo equívoco relacionado con las características de la información que contiene. Durante mucho tiempo, aunque de manera especial durante la segunda mitad del siglo XX, fue interrogada desde la perspectiva de la veracidad de la información histórica de los hechos que refería. Esta lectura terminaba, generalmente, por considerar que el autor-emperador había faltado sistemáticamente a la verdad con el objetivo de ocultar la creación del sistema monárquico. Si bien volveremos sobre este punto en la parte final de este prólogo, cabe decir por el momento que lo interesante es que RGDA. contiene una presentación y explicación personal que un Augusto viejo y cercano a la muerte hizo de los hechos ocurridos. Dicho de otra forma, no corresponde buscar aquí los resultados de una obra objetiva e imparcial. Su valor, por el contrario, radica en la parcialidad con que se ordenan los hechos y el objetivo que con esto se persiguió. Por esta vía, la inscripción es valiosa en cuanto entrega una visión, importante sin duda, de lo sucedido, constituyéndose, además, en un laboratorio que permite explorar la personalidad de Augusto.
Los aspectos señalados en las líneas finales del párrafo anterior deben ser tenidos en cuenta, puesto que, si bien todos están de acuerdo en que se trata de unas memorias políticas, la evaluación final tiende a hacerse desde criterios que se ubican fuera de esta categoría. Por una parte, entonces, tenemos una serie de hechos que son reportados aproximadamente como sucedieron, pero a los que se le otorgan significados y son relacionados de una manera libre y arbitraria. El hecho de que la mayor parte de las otras fuentes se hayan extraviado no significa que debamos abordar a RGDA. desde una perspectiva distinta a lo que es su esencia. En suma, en el caso de estas memorias políticas, lo sugerente descansa en la solidez de la mirada retrospectiva que dio Augusto a todo su período de gobernante.
Autor y contenido
Res Gestae fue escrita por el emperador Augusto, un hombre que gustaba de la literatura y que parece haber comprendido con claridad su función social. Se dice con esto que no fue una obra encargada a un tercero o a un secretario cuyo texto el gobernante revisara y aprobara, aunque, por cierto, no debe excluirse alguna ayuda en aspectos tales como la búsqueda de la información requerida en torno a hechos precisos y la misma puesta final por escrito, así como cabe destacar que Tiberio, su sucesor, ordenó realizar algunas actualizaciones puntuales posteriores. La redacción final, que el mismo autor declara haber realizado “cuando tenía setenta y seis años”, nos ubica en el año 13 d. C., esto es, un año antes de su muerte. En este plano, es probable que la idea y los borradores de algunas de sus partes hayan tenido una redacción anterior.
Los dos aspectos mencionados, esto es, el de la autoría directa y la redacción al final de la vida de Augusto, se han prestado para múltiples debates que continúan hasta el día de hoy. En relación con el primero, John Scheid (2007), autor de la última edición de la inscripción publicada por Belles Lettres10, ha llegado a diluir casi completamente la autoría del emperador, traspasándola a sus secretarios y al entorno familiar11. Se basa para esto en las formas de producción de los textos en el vértice del poder romano durante la antigüedad, tiempo en que los políticos no escribían directamente sus obras y se limitaban a dar una suerte de visto bueno a lo redactado por sus cercanos12. Alison Cooley (2009), en cambio, continuando una interpretación de larga data al respecto, resalta la autoría directa. Cabe señalar que, careciendo de pruebas decisivas que se puedan aportar al respecto, el conocimiento profundo del texto, así como de la personalidad y estilo de Augusto, resultan centrales para desarrollar una postura en este plano. Nuestra impresión es que Augusto fue el autor directo de la inscripción y que esta responde efectivamente a su pensamiento. Aun más, y tal como tendremos oportunidad de resaltar más adelante en este prólogo, así como también en los comentarios que acompañan a cada uno de los pasajes de la inscripción, el emperador prestó atención especial a este escrito que consideraba clave para la futura comprensión de su obra política, y que constituyó la última elaboración de su memoria en relación con todo lo sucedido durante cincuenta y ocho años. Respecto del segundo punto, ya hemos señalado que, sin descartar una elaboración lenta y que responda a diversos momentos, RGDA. ha llegado a nosotros en una versión final que resalta su redacción tardía y con una perspectiva global de lo acontecido desde su perspectiva13. Y este punto de vista contiene una idealización de lo referido.
La inscripción, tal cual se indica en su título, describe “…las obras del divino Augusto con las cuales sometió todas las tierras del orbe al imperio romano, y de los gastos que hizo en favor de la República y el Pueblo romano”. Existe la convención de observar la siguiente división tripartita en la inscripción: los párrafos I a XIV contienen los honores políticos y religiosos aceptados o rechazados por Augusto; mientras que los puntos XV a XXIV están dedicados a los gastos realizados por él en favor de la ciudad de Roma, de la plebe y aquellos otorgados al erario militar; en los párrafos XXV a XXXIII son abordadas las guerras encabezadas por él dentro del territorio romano, así como el reconocimiento alcanzado en aquellos lugares limítrofes o con los que Roma estableció algún tipo de contacto en su contexto de hegemonía mundial en el período. Finalmente, y a modo de coda, se encuentran los dos párrafos finales, XXXIV y XXXV, que cierran la inscripción con la reiteración de algunos de los conceptos que el emperador-autor consideró fundamentales de su gobierno. Cada una de estas partes es, a su vez, susceptible de múltiples precisiones que pueden llevar a una subdivisión del texto cada vez mayor. Todo esto lo podrá apreciar con claridad el lector al intentar captar la estructura que dio Augusto a sus memorias. Lo que sí conviene tener en cuenta es que la estructura tripartita resulta ser una aproximación atendible, pero que no clausura el tema necesariamente, en especial por el hecho de que Augusto introdujo en varias ocasiones noticias y afirmaciones muy importantes que, teniendo relación con el argumento puntual que está tratando, lo excedían con claridad14. A modo de ejemplo, si uno quiere hacerse una idea de las relaciones entre Princeps y Senado tendrá inevitablemente que traspasar las distintas secciones, ya que dichas referencias son abundantes y reiterativas en cada