fascista como para que pueda resultar útil y pertinente la remisión a dicho término.
Y, tan o más importante que ello, si las formas de confrontación con estas iniciativas pueden alimentarse de las luchas antifascistas del siglo XX. El sentido de los conceptos, de la utilización del pasado, solo cobra su fuerza en tanto herramientas para la acción. La calificación de fascismo o neofascismo para las lógicas políticas contemporáneas no puede ser concebida como insulto descalificatorio ni como mero ejercicio abstracto de literalidad académica.
Caracterizar como fascistas las realidades contemporáneas solo puede tener sentido si es que las experiencias fascistas previas —y la lucha política para contrarrestarlas— puede tener algo para enseñarnos en el presente. En la convicción de que dicha respuesta es positiva es que se ofrecen las reflexiones del presente libro.
1- La Nación, 9 de enero de 2019, “Voy a trabajar por la reelección de Macri, no hay posibilidad de que pierda”, https://www.lanacion.com.ar/2209501-carrio
2- Ignacio Montes de Oca, El fascismo argentino: La matriz autoritaria del peronismo. Buenos Aires: Sudamericana, 2018.
3- Ernst Mandel, El fascismo, Madrid: Akal, 1987.
4- Palmiro Togliatti, La vía italiana al socialismo, México: Roca, 1972. La referencia fue observada por primera vez en el agudo trabajo de Atilio Borón, “El fascismo como categoría histórica: en torno al problema de las dictaduras en América Latina” en Atilio Borón, Estado, capitalismo y democracia en América Latina, Buenos Aires: CLACSO, 2003.
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