que Marshall defendía, consiguieron una tasa de disparos mucho más alta que las unidades normales.
La referencia definitiva sobre el ejército de Estados Unidos, la monografía histórica de The United States Army Training and Doctrine Command (tradoc) titulada SLAM, the Influence of S. L. A. Marshall on the United States Army, defiende con vehemencia las observaciones de Marshall. Su trabajo fue aceptado de forma general tras la segunda guerra mundial, cuando en nuestro ejército había una proporción elevada de líderes veteranos que nos habían conducido a través de una de las guerras más espeluznantes de la historia. En Corea y Vietnam, Marshall fue tratado con el mayor respeto por los hombres que se encontraban en medio de la guerra, y se le pidió repetidamente que acudiera para visitarlos, adiestrarlos y para que pudiera estudiar lo que sucedía.
¿Estaban todos estos líderes militares equivocados? ¿Acaso Marshall los engañó a todos y, entonces y de alguna forma, unos cuantos descubrieron la «verdad»? Marshall quizás adornó un poco su currículum en unas pocas parcelas relativas a su experiencia en la primera guerra mundial. Afirmó que fue promocionado al rango de oficial durante la guerra cuando, en realidad, tras la guerra era un graduado de la ocs,1 si bien puede que se le asignara una posición de oficial con anterioridad a su instrucción. También afirmó haber estado en una unidad de infantería cuando, en realidad, estaba en una unidad de ingeniería, si bien es una práctica común la de disgregar las unidades de ingenieros para unir pequeños destacamentos a las unidades de infantería. Sin duda, la metodología de Marshall no se ajusta a algunos estándares rigurosos modernos, pero eso no significa que mintiera. Esperemos que este trabajo al que hemos dedicado toda una vida reciba un trato mejor cuando muramos y ya no estemos aquí.
Básicamente, la tesis de Marshall es que algunos de nuestros guerreros no dispararon en combate, y que unos objetivos más realistas elevarían la tasa de disparos. Marshall fue un pionero cuyas investigaciones y escritos motivaron a los formadores a cambiar los objetivos con dianas por simulaciones de combate realistas. Podemos no estar de acuerdo sobre la ventaja que esto nos aporta, o sobre en qué medida exacta eleva la tasa de fuego, pero hoy en día nadie quiere volver a disparar a objetivos con dianas. Y cada soldado contemporáneo o agente de policía que dispara a una silueta o a un objetivo fotorrealista o en un simulador de adiestramiento en vídeo, debería detenerse un momento para recordar y dar las gracias a S. L. A. Marshall.
Hoy en día, el corpus de datos científicos que apoyan el adiestramiento realista es tan poderoso que viene avalado por una decisión judicial en Estados Unidos que establece que, para que el adiestramiento con armas de fuego sea legalmente válido para los cuerpos de seguridad, tiene que incorporar un adiestramiento realista que incluya estrés, toma de decisiones y entrenamiento dispara-no dispares. Se trata de la sentencia Oklahoma contra Tuttle de 1984 del circuito federal décimo, y hoy en día muchos instructores de la policía enseñan que un cuerpo policial probablemente no cumple con la normativa de la corte del circuito federal si todavía se dispara a algo que no sea una representación clara y realista de una amenaza de fuerza letal. Y, de nuevo, tenemos que agradecérselo a S. L. A. Marshall.
No cabe duda de que Marshall ha sido reivindicado. Tal y como lo expresó Shakespeare en Hamlet: «Hay la esperanza de que el recuerdo de un gran hombre le sobreviva en medio año».
Quitar el cierre de seguridad
Acaso más controvertidas que la afirmación sobre la baja tasa de disparos en la segunda guerra mundial sean las observaciones sobre la alta tasa de fuego en Vietnam como resultado de las técnicas de adiestramiento o «condicionamiento» diseñadas para posibilitar que el soldado moderno mate. De entre los miles de lectores y oyentes, había dos oficiales veteranos con experiencia en Vietnam que pusieron en duda los hallazgos de R. W. Glenn sobre una tasa de disparos del 95 por ciento de los soldados estadounidenses en Vietnam. Para ambos la duda residía en que habían encontrado una ausencia de gasto en munición por parte de algunos soldados en la retaguardia de su formación. En ambos casos, se quedaron satisfechos cuando se les señaló que los datos de Marshall y Glenn gravitaban en torno a dos preguntas: «¿Viste al enemigo?» y «¿Le disparaste?». En las junglas de Vietnam se daban muchas circunstancias en las que los combatientes se veían completamente aislados de sus camaradas a pesar de que se encontraran a poca distancia unos de otros; pero entre aquellos que sí vieron al enemigo, hubo al parecer una alta y consistente tasa de fuego.
Encontramos las altas tasas de disparo como consecuencia de las técnicas modernas de adiestramiento/condicionamiento en las conclusiones de Holmes sobre la tasa de fuego de los británicos en las Malvinas y en los datos del fbi sobre la tasa de disparos de los agentes de policía desde que se introdujeron las técnicas modernas de adiestramiento a finales de la década de 1960. Un informe preliminar realizado por investigadores que empleaba cuestionarios formales e informales para reproducir los hallazgos de Marshall y Glenn indicaba una concurrencia universal.
Un virus mundial de la violencia
La observación de que la violencia en los medios causa violencia en nuestras calles no es nada nuevo. Tanto la American Psychiatric Association como la American Medical Association han afirmado de forma inequívoca que existe un vínculo entre la violencia en los medios y la violencia en nuestra sociedad. La apa, en su informe de 1992 Big World, Small Screen, concluyó que «el debate científico había terminado». Y, en julio del 2000, la American Medical Association, la American Psychological Association, la American Academy of Pediatrics, y la American Academy of Child and Adolescent Psychiatry emitieron un comunicado en una vista conjunta de ambas cámaras del Congreso en el mismo sentido.
Mil estudios prestigiosos prueban que, si exponemos a un niño a la violencia de los medios, es más probable que el resultado sea un comportamiento violento. Y ahora la universidad de Stanford ha introducido el currículo «smart» (apagar los medios), que demuestra que, si quitamos la violencia de los medios a un niño, podemos reducir la violencia en los colegios y el acoso infantil a la mitad, así como la obesidad, y también elevar el rendimiento en los exámenes.
Algunas personas afirman que los cigarrillos no causan cáncer, pero sabemos de dónde proviene su dinero. También hay personas que afirman que la violencia en los medios no causa violencia en la sociedad, pero también sabemos a qué árbol se arriman. Estas personas siempre consiguen el presupuesto para sus investigaciones y tienen garantizada la atención por parte de los medios a los que protegen. Pero estas personas ocupan el mismo espacio moral y científico que los científicos que están al servicio de los fabricantes de cigarrillos.
La contribución de Matar a este debate consiste en explicar cómo y por qué la violencia en los medios y en los videojuegos interactivos está causando violencia en nuestras calles, y la forma en que este proceso reproduce el condicionamiento que se emplea para habilitar a los soldados y agentes del orden para que maten… pero sin las medidas de salvaguarda.
La comprensión de este «virus de la violencia» debe comenzar con una valoración de la magnitud del problema: el incremento perpetuo de la incidencia de crímenes violentos a pesar de la forma en que la tecnología médica mantiene a raya la tasa de homicidios, y a pesar del papel que desempeñan en el control de la violencia tanto el crecimiento imparable del número de criminales violentos encarcelados como el envejecimiento de la población.
Y no se trata tan solo de un problema de Estados Unidos; se trata de un problema internacional: en Canadá, Escandinavia, Australia, Nueva Zelanda, Singapur, Japón y por toda Europa las tasas de agresiones se han disparado. En países como la India, donde no existe una infraestructura de tecnología médica significativa que la mantenga a raya, es donde la escalada de la tasa de homicidios mejor refleja el problema.
Cómo funciona: la inmunodeficiencia a la violencia adquirida
Cuando una persona se enfada, o siente miedo, deja de pensar con el cerebro anterior (la mente de un ser humano) y comienza a pensar con su cerebro medio (que resulta indistinguible de la mente de un animal). Literalmente, «pierde la razón». La única cosa que alberga alguna esperanza de influir en el cerebro medio es también lo único que influye en un perro: el clásico condicionamiento operante.
Esto es lo que se emplea para adiestrar a los bomberos y a los pilotos para reaccionar ante las