Dave Grossman

Sobre el combate


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y proteger.

      Un nuevo paladín

      Si no mantenemos la idea del guerrero, nos convertimos en pretenciosos trabajadores sociales con pistolas. Y no estaremos a la altura de nuestra verdadera responsabilidad: salvar vidas humanas inocentes.

      Un agente de policía

      ¿Te has preguntado alguna vez por qué los agentes de policía llevan un escudo en el lado izquierdo? Se trata de una referencia directa, intencionada, y explícita a los caballeros de antaño. Y realmente eran caballeros. Se levantaban cada mañana y se armaban de todas sus armas. Colgaban un arma de la cadera y un escudo en el lado izquierdo. Y así marchaban y hacían buenas obras y administraban la justicia.

      La pólvora derrotó a la armadura y los caballeros desaparecieron. Hoy en día, por primera vez en siglos, tanto en el cuerpo militar como en el de la policía, tenemos guerreros que se arman con todas sus armas; toman sus escudos, se atan sus armas y marchan para hacer buenas obras. Si eso no es un caballero, si eso no es un paladín, una nueva orden de caballería, entonces, que me digan lo que es.

      Los caballeros de antaño son, en cierta manera, míticos, pero estos nuevos caballeros son reales y personifican el espíritu del modelo antiguo del caballero paladín, el campeón de los débiles y oprimidos, dedicado a la rectitud y a la justicia.

      Un líder del ejército de Estados Unidos (a quien prometí que no desvelaría su identidad) escribió lo siguiente tras ser testigo de grandes actos de valentía por parte de sus soldados:

      Dios mío, ¿dónde conseguimos a estos hombres? ¿Qué Dios maravilloso ha dispuesto que, cada generación, de nuevo, aparezcan nuevos gigantes en la tierra? Si tuviéramos que pasar una sola generación sin esta clase de hombres, estaríamos sin duda condenados.

      Piénsalo: Si tuviéramos que pasar una sola generación sin hombres (y mujeres) dispuestos a salir cada día y enfrentarse al mal, entonces en el transcurso de esa generación acabaríamos condenados. Podríamos pasar una generación sin los médicos, y las cosas serían tremendas si uno resultara herido o se pusiera enfermo, pero la civilización continuaría. Podríamos pasar una generación sin ingenieros y mecánicos, y las cosas se romperían, pero la civilización sobreviviría. Incluso podríamos pasar una generación sin maestros y profesores. La siguiente generación acabaría con la lengua fuera para recuperar lo perdido, y sería duro, pero aun así la civilización, tal y como la conocemos, sobreviviría.

      Si, por el contrario, tuviéramos que pasar «una sola generación» sin los guerreros dispuestos a enfrentarse a diario a la agresión humana, entonces, en el intervalo de esa generación estaríamos sin duda condenados. Pero, ¿dónde conseguimos a estos hombres (y, añado yo, mujeres)? Los construimos. Los adiestramos. Los cultivamos. No existe un empeño más importante o noble para una civilización. Son el clan de los guerreros, la hermandad de las armas.

      Pero no limitéis, hermanos y hermanas, el papel del guerrero. Tuve el privilegio de ser el conferenciante, junto con un premio Nobel de la paz, en una conferencia de paz internacional. Allí propuse el término guerrero de la paz para referirse a aquellos que en cualquier profesión, con o sin armas, se dedican a fomentar la paz en nuestro mundo. Hace tiempo que el término se emplea y en la actualidad está generalmente aceptado. Incluye a la Cruz Roja, las ong en un escenario de guerra, los funcionarios que se ocupan de la libertad condicional, los médicos y los técnicos en emergencias sanitarias, el cuerpo de bomberos, los trabajadores sociales e incluso el clero. Ya sean los pasajeros del vuelo 93 de la United Airlines que lucharon contra los terroristas con tan sólo sus manos en el cielo de Pensilvania, o un trabajador de la Cruz Roja en África, los Boinas Verdes en Afganistán, o un agente de policía patrullando en las calles de Los Ángeles, todos son guerreros de paz. Espero que este libro tenga algo que decir a todos y cada uno de ellos.

      Sin lugar a dudas, los verdaderos valientes son los que tienen una visión más clara de lo que les espera, ya sea la gloria o el peligro, y a pesar de ello lo afrontan.

      Tucídides

      1 La ciencia de matar. Se ha optado por dejar el término en inglés, al estar la obra en cuestión inédita en español.

      I. La fisiología del combate: Anatomía del cuerpo humano en la batalla

      La carne es demasiado delicada para ser

      El escudo que las naciones interponen

      Entre la roja ambición y sus enemigos:

      El bastión de la libertad

      E.V. Lucas

      The debt

      1. El combate: la fobia universal

      Quizás cada batalla en la historia mundial sea diferente de las demás, pero deben tener algo en común si por lo menos podemos agruparlas bajo el término «batalla» ... no es algo «estratégico», ni «táctico» ni «técnico». No es algo que una cantidad suficiente de mapas coloreados revelará, o una colección de estadísticas comparativas sobre fuerzas y bajas, o incluso cualquier conjunto de lecturas paralelas de los clásicos militares, si bien los clásicos iluminan de manera brillante nuestra comprensión de la batalla una vez que hemos llegado ahí. Lo que las batallas tienen en común es lo humano: el comportamiento de los hombres mientras intentan reconciliar su instinto de supervivencia, su sentido del honor y la consecución de un objetivo por el que otros hombres están dispuestos a matarles. En consecuencia, el estudio de las batallas es siempre el estudio del miedo y, normalmente, del valor y, normalmente, también la fe y, a veces, la visión.

      Sir Herbert Butterfield

      Man on his past

      Introduje el concepto de la «fobia humana universal» en trabajos que presenté en las convenciones anuales de la Asociación Americana de Psiquiatría, la Asociación Americana de Psicología y en el Internal Congress of Critical Incident Stress Management. Este concepto no está exento de controversia, pero sí que añade un nuevo nombre a algo que por lo general es bien conocido. Y tampoco es verdaderamente «universal» pues probablemente afecta al 98 por ciento de la población, si bien es razonablemente cercano para las ciencias de la conducta.

      Hay que entender que una fobia es mucho más que simplemente miedo. Es un miedo irracional, insoportable e incontrolable sobre un objeto en concreto o un acontecimiento. Antes de hablar de la fobia humana número uno, déjame que te cuente lo que la mayoría de los expertos consideran que es la fobia más común, aunque yo diría que es la segunda: las serpientes.

      Las investigaciones sobre las fobias no forman parte de las ciencias exactas. Incluso las definiciones sobre lo que exactamente constituye una «escala de respuesta fóbica» pueden variar enormemente, si bien muchos expertos están de acuerdo en que la fobia más común (después de la fobia humana universal) es a las serpientes. Aproximadamente un 15 por ciento de la población tiene esa respuesta fóbica hacia ellas. Eso significa que, si arrojara un cubo lleno de serpientes en una habitación atestada de gente, aproximadamente un 15 por ciento de las personas sufriría una verdadera respuesta fóbica según la escala. Al ver la masa de serpientes retorciéndose, un mensaje se dispararía directamente de sus ojos a sus pies, esquivando la parte lógica de sus cerebros. Estas pobres personas correrían hacia la puerta sin ningún atisbo de pensamiento consciente y algunos dejarían detrás un rastro de innecesaria masa humana. ¿Y que haría el restante 85 por ciento? Unos se apartarían, otros