Dave Grossman

Sobre el combate


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de nuestros seres queridos. Pero no podemos soportar la idea de que alguien «jugando a ser Dios» decida, sin la menor provocación o autoridad, quitarnos lo más valioso que tenemos. Incluso peor es la idea de que alguien decida deliberadamente robarnos las vidas de nuestros seres queridos.

      La presencia de un asesino en serie en una ciudad puede hacer cambiar el comportamiento de la ciudad entera. El sargento detective Joe Friday que protagonizaba la serie televisiva Dragnet lo explica así:

      Los asesinos en serie son como los virus, diferentes cepas destruyen diferentes células. Pero al final todos siguen el mismo patrón. A menos que se los detenga, el huésped muere. En este caso, el huésped es la ciudad y la toxina el miedo.

      Un solo asesino en serie puede cambiar el comportamiento de una ciudad entera, pero este año más de 400.000 estadounidenses morirán de una muerte lenta, horrible y que se podría evitar a causa de fumar cigarrillos, y eso no altera el comportamiento de la mayoría de los fumadores. Mi intención aquí no es «cebarme» contra los fumadores. Me gusta fumarme un puro de vez en cuando y, si al final tengo que pagar el precio por eso, es algo que yo elegí. Pero si te apetece entrar en mi casa para causarme a mí y a mi familia una muerte lenta y horrible, la cosa cambia por completo.

      Tan sólo la lejana posibilidad de un enfrentamiento interpersonal influencia mucho más nuestro comportamiento que la certidumbre estadística de una muerte lenta y horrible a causa del cáncer. Desde un punto de vista estadístico, esto no es racional.

      Una de las fobias más comunes es la de hablar en público, en realidad, un eco distante, un reflejo de la fobia universal. Tememos ponernos delante de grandes grupos de personas y hacer algo que pueda resultar en que nos convirtamos en el objetivo de sus agresiones. De nuevo, esto no es racional; se trata de un miedo irracional, una fobia.

      Para entender de verdad la magnitud del terreno del combate tóxico y corrosivo y a aquellos que tienen que funcionar ahí, debemos comenzar por entender el concepto de la fobia humana universal. El psicólogo Abraham Maslow estableció el concepto de lo que se conoce comúnmente como la jerarquía de necesidades de Maslow. Escribió que ciertas necesidades más bajas tienen que ser colmadas antes de que necesidades más elevadas puedan ser satisfechas. Maslow señala que una sociedad se asienta sobre un fundamento y ese es un entorno que resulta razonablemente seguro y sin peligro. Lo que dice Maslow, en definitiva, es que si una nación no puede crear un entorno en el que sus ciudadanos se sientan razonablemente seguros (en particular, respecto de la agresión interpersonal, ya sea de criminales violentos, terroristas o invasores), entonces esa nación ha violado el contrato social y, a la postre, puede llegar a perder su razón de ser. ¿Por qué deberían los ciudadanos pagar impuestos y obedecer las leyes de una nación que no es capaz siquiera de mantener a sus niños a salvo de los pederastas?

      Nuestros guerreros son los que crean este fundamento. Son los que se enfrentan a la fobia humana universal, el elemento más tóxico, corrosivo y destructivo que puede impactar en nuestra sociedad. Son el fundamento del edificio, y si el fundamento se agrieta, el edificio se resquebraja y cae.

      Cuando empiezas a dudar de la nobleza de tu misión o de la santidad de tu profesión porque tu corazón se te ha vuelto pesado, o sientes enfado, desilusión, o te sientes privado de tus derechos, traicionado o confuso, detente y escucha a las voces... Las voces que se elevan desde un campo en Pensilvania, de una pared en el Pentágono y de un solar de tierra que el mundo ahora conoce como Zona Cero. Porque, si escuchas, podrás oír cómo esas almas te dan las gracias por lo que haces. Oye cómo animan a continuar. Deja que te lleven durante este momento difícil, permite que te alimenten y te den nuevos bríos y deja de dudar. Porque sois guerreros y campeones para aquellos que se fueron antes y para los que ahora son los más vulnerables. Se os admira y respeta, porque sois los mejores en lo que hacéis. Dios os bendiga y Dios bendiga a Estados Unidos de América.

      John R. Thomas

      First Deputy Superintendent

      Departamento de policía de Chicago

      1 The Beltway es el nombre de la Interstate 495, una autopista que rodea Washington D.C.

      2. La cruda realidad del combate: lo que no oyes en las reuniones de veteranos

      A pesar de los años de reflexión y los océanos de tinta que han sido dedicados a esclarecer la guerra, sus secretos permanecen cubiertos por un velo de misterio.

      General George Patton

      Pérdida del control del vientre y de la vejiga

      Nunca he visto tal cantidad y profundidad de fango, cuya humedad provenía tan solo de la sangre y la orina aterrorizada de los hombres que luchaban ahí.

      Steven Pressfield

      The Gates of Fire

      Un guerrero tiene que dominar el terreno del combate, pero para ello necesita entender su realidad. La mayor parte de lo que crees que sabes del combate es un montón de estupideces acumuladas las unas sobre las otras. Para ilustrar la verdadera magnitud de nuestra ignorancia sobre el combate, deja que te cuente una historia verídica sobre un ratoncillo en una clase de guardería. No te encariñes con el ratón porque pronto irá a encontrar su ineluctable destino.

      Estaba en un estado del sur dando una presentación a educadores escolares sobre la explosión de violencia que ocurre en nuestra sociedad y sobre lo que podían hacer para combatirla. También les indiqué las acciones que deberían emprender en el caso, Dios no lo quiera, de que la violencia llegara a la vida de sus niños en el colegio. Una de las numerosas cosas de las que les hablé fue de la importancia de los debriefings de incidentes críticos. Cuando terminé, el director de un colegio de primaria se puso en pie y contó una historia sobre una profesora de guardería que resultó que estaba entre el público y le había dado permiso para que la contara:

      «Estaba supervisando su clase», dijo el director, «mientras ella estaba de pie enseñando a sus niños. De pronto, apareció un ratón que corría por el suelo, tropezó con el interior de uno de sus zapatos y se metió dentro de sus pantalones. Cuando llegó a arriba de los muslos, consiguió agarrarlo con la mano apretando el pantalón y empezó a rodar por el suelo mientras gritaba pidiendo ayuda».

      Entonces el director preguntó: «¿Qué podía hacer? ¿Se suponía que debía haberle bajado los pantalones delante de los chiquillos para atrapar al ratón? Todo lo que sabía era que teníamos uno de esos “incidentes críticos” de los que el coronel Grossman ha estado hablando. Así que reuní a todos los chiquillos y salimos corriendo. Luego envié a unas profesoras para que la ayudaran, y luego esa misma tarde tuvimos uno de esos debriefings de incidentes críticos».

      «Tienes que hacerlo», prosiguió el director. «No fue nada elaborado. Trajimos al orientador, hicimos que todos los mocosos se sentaran y les dijimos: “Todos estáis bien y aquí está la profesora, que también está bien”. Y sentados como estábamos hablamos de lo que había pasado. Todo iba bien hasta que un mocosillo se puso en pie y dijo con los ojos abiertos que da la inocencia de la guardería: “¡Lo más increíble fue la cantidad de agua que salió del ratoncito cuando la profesora lo espachurró!”».

      La moraleja de la historia es que mojarse los pantalones en una situación como esta resulta una respuesta humana perfectamente natural. La investigación muestra que si tienes los intestinos «cargados» durante una situación de supervivencia altamente estresante, habrá que soltar lastre. Tu cuerpo dice: «¿Control de la vejiga? Me parece que no. ¿Control del esfínter? Como que va a ser que no...». ¿Y qué haces si esto ocurre? Pues seguir luchando.

      Si has tratado con personas heridas como médico, agente de policía o bombero, sabes que un número elevado se habrán orinado o defecado encima. Les pasa incluso a los criminales. Loren Christensen cuenta que una vez ayudó a los federales a forzar la entrada en una nave industrial en la que un poderoso traficante de drogas almacenaba el alijo además de objetos provenientes de un sinfín de robos. El traficante era un tipo enorme y escandaloso con un historial de violencia contra la policía y sus propios camaradas. Era muy probable que los