de televisión en vez de con artillería o aviones. Pero también hay muchas predicciones que no se cumplieron, como que en agosto de 1942 las tropas británicas marcharían a través de Dinamarca, que en ese mismo año la torre Eiffel sería desguazada o que Joseph Goebbels moriría en 1943. Si ya resulta improbable que algún lector llegue a comprobar si en el siglo xxiv Nueva York es barrida por una ola gigante, aún será más difícil saber si, tal y como también predijo Hanussen, en el año 2500 la capital del mundo será Praga o San Francisco.
El ambicioso adivino tampoco se conformaría con esas esporádicas apariciones en la radio o la prensa, por lo que proyectó contar con sus propios medios de comunicación. Así, compró una empresa editora y, junto a un equipo de artistas gráficos, escritores y periodistas, creó en el otoño de 1931 una publicación bimensual que se llamaría primero Die Andere Welt (El otro mundo) y que luego sería renombrada como Hanussen-Magazin. La revista presentaba artículos sensacionalistas que pretendían atraer la atención del mismo público que solía acudir a sus espectáculos. El lector podía, por ejemplo, saber lo que le depararía el futuro siguiendo unas claves que le permitirían leerlo en la palma de su mano, descubrir la personalidad de una mujer con sólo analizar la forma de sus piernas o saber si poseía aptitudes como médium o hipnotizador respondiendo las preguntas de un test.
La buena acogida que obtuvo la revista animó a Hanussen a publicar también una revista semanal, Berliner Woche (Semana en Berlín), aunque con el tiempo iría cambiando de nombre. La tirada inicial, en enero de 1932, sería de ocho mil ejemplares, pero llegaría a alcanzar los 140.000. Esta publicación buscaba un público más amplio que el del Hanussen—Magazin; a los artículos centrados en lo paranormal se sumaban reportajes sobre temas políticos o de sociedad, aunque siempre desde un enfoque informal, en el que no podía faltar un punto de vista irónico.
Las publicaciones de Hanussen permitían a los lectores evadirse de la preocupante realidad. En esos momentos se estaban revelando las peores consecuencias del crack de octubre de 1929. Los precios y salarios caían, cerraban las fábricas y negocios, y se producía un aumento espectacular del paro. Si en septiembre de 1929 había un millón trescientos mil parados, esta cifra había ascendido al doble un año después, a más de cuatro millones en 1931 y a más de cinco millones en 1932. Era el momento más duro de la crisis económica y, en medio de una convulsa situación política, el partido nazi de Adolf Hitler estaba llamando a las puertas del poder.
Aunque la crisis estaba golpeando con dureza a los alemanes, Hanussen se encontraba en la situación que había ambicionado durante tanto tiempo; era un hombre de éxito, rico, influyente y estaba siempre rodeado de atractivas mujeres. Pero su vida iba a tomar un nuevo rumbo el 25 de marzo de 1932, después de publicar en su semanario un pronóstico electoral. En vista de los hechos posteriores, lo que es seguro es que en ese momento no pudo vislumbrar las consecuencias que ese vaticinio iba a tener.
el hombre que nunca se equivoca
En marzo de 1932, eran pocos los alemanes que apostaban a que algún día Hitler llegaría a ser canciller, a pesar de la línea claramente ascendente que seguía su partido. El despegue del partido nazi se produjo el 14 de septiembre de 1930, cuando la formación de Hitler pasó de los ochocientos mil votos conseguidos en los anteriores comicios de 1928 a seis millones y medio, lo que supuso pasar de doce a ciento siete diputados en el Reichstag. De ser la novena fuerza política había pasado a ser la segunda. Pero el objetivo de Hitler de llegar a la Cancillería quedaba todavía lejos; en la cabeza del presidente de la República, el mítico mariscal Paul von Hindenburg, no cabía la idea de entregarle el poder. Para Hindenburg, a lo máximo que podía aspirar Hitler era a ministro de Correos.
Para consolidarse como un líder político nacional, Hitler decidió presentarse a las elecciones a la presidencia de Alemania tras cumplirse el final del mandato de Hindenburg. A pesar de que sus opciones de derrotar al entonces presidente eran remotas, Hitler dio ese paso y se enfrentó en las urnas al veterano militar. En las elecciones, celebradas el 13 de marzo de 1932, Hindenburg se impuso a Hitler con claridad, pero le faltó un puñado de votos para evitar una segunda vuelta.
Fue en ese impasse entre las dos votaciones cuando el semanario del famoso adivino publicó un impactante titular en un llamativo color rojo: «Hanussen en trance predice el futuro de Hitler». A continuación, se detallaba la «visión» de Hanussen, según la cual Hitler iba a ser nombrado canciller antes de que pasara un año. Ese pronóstico se veía «confirmado» por el horóscopo confeccionado por un astrólogo en el mismo número del Berliner Woche. En él, Maximilian Bauer aseguraba que la posición de los planetas había comenzado a serle favorable a partir de febrero de 1932, pero no lo suficiente como para obtener la victoria en la segunda vuelta de las elecciones presidenciales. Ese pronóstico no resultaba demasiado arriesgado, teniendo en cuenta que la victoria de Hindenburg se daba por segura, pero Bauer se arriesgaba a señalar enero de 1933 como el momento en que las graves dificultades a las que Hitler iba a tener que enfrentarse por culpa del «adverso alineamiento de Urano y la Luna» serían finalmente superadas. El astrólogo tampoco se equivocaría al pronosticar que Hitler, antes de lograr el triunfo, debería enfrentarse a una seria oposición dentro de su propio partido.
Los lectores que vieron el sorprendente vaticinio de Hanussen, apoyado por el horóscopo de Bauer, no sabían si considerar el conjunto como una muestra más de la ironía que solía destilar la publicación o si se trataba, por el contrario, de una profecía solemne. Es posible que fueran más los lectores del primer grupo que los del segundo; aunque Hitler contaba con una masa de fanáticos seguidores, eran mayoría los alemanes que lo consideraban un neurótico megalómano al que Hindenburg nunca iba a entregar las riendas del país.
Quien sí se tomaría en serio el pronóstico del mago sería el propio Hitler, quien le remitiría una nota expresándole su más profundo agradecimiento. Probablemente, Hitler no había hojeado números anteriores del Berliner Woche, en los que su figura aparecía en grotescos fotomontajes o, si lo hizo, consideró que el impacto de esa portada compensaba cualquier crítica del pasado.
En su vaticinio, Hanussen no sólo avanzaba el nombramiento de Hitler como canciller, sino que se permitía realizarle algunas advertencias respecto a su salud o su seguridad. Así, el adivino aseguraba que una herida en su mano derecha podía provocar una infección con consecuencias a largo plazo. También le alertaba de que se producirían divisiones en su partido, instigadas por un amigo cercano, lo que perjudicaría temporalmente su causa, aunque al final él mismo y su círculo emergerían fortalecidos y revitalizados. Pero el dato más inquietante era que Hitler podía ser víctima de un atentado, perpetrado por un estudiante demente.3 Si podía evitar todos esos obstáculos, según Hanussen, «la estrella de Hitler brillaría».
De los detalles del pronóstico, el que se ajustaría más a la realidad, aparte del nombramiento de Hitler como canciller, sería el de las divisiones internas, tal y como se verá más adelante. Pero la realidad más inmediata era la segunda vuelta de las elecciones presidenciales, celebrada el 10 de abril de 1932, que confirmaría la victoria de Hindenburg.
Durante ese mes, Hanussen actuaría en París y emprendería una gira de actuaciones por el oeste de Alemania, para regresar a finales de abril a Berlín. El mago iba a ser la gran atracción del Scala, el principal teatro de variedades de la capital; su fachada estaba adornada con un enorme cartel de la cara de Hanussen, mientras en la marquesina se podía leer «¡La sensación de Berlín! El más famoso clarividente del mundo: Erik Jan Hanussen, el fenómeno de nuestro tiempo». El espectáculo, que se representaría a lo largo de todo el mes de mayo, batiría los récords de asistencia del Scala.
Un Hanussen distendido en una imagen de 1932, disfrutando de su momento de más éxito. El mago no supo vaticinar la tragedia que se cernía sobre él.
Mientras Hanussen continuaba con su carrera triunfal, los acontecimientos políticos no se detenían. Unas nuevas elecciones, en este caso regionales, se celebrarían el 24 de abril de 1932, tan sólo dos semanas después de la esperada derrota de Hitler ante Hindenburg. Aunque los resultados del partido nazi en estos comicios fueron buenos, se observó un estancamiento en relación