Después de comprender este gran compromiso entre los motivos conflictivos de adorno y pudor, resulta relativamente fácil ver cómo se refuerza con el tercer motivo: la protección. Una vez que el vestido demuestra ser un medio eficaz para conciliar dos actitudes aparentemente incompatibles hacia el cuerpo humano, se descubre que todavía tiene una tercera ventaja: proteger el cuerpo contra la desagradable sensación de frío. Aunque las consideraciones puramente higiénicas son ajenas a la mente primitiva (dado que ésta tiende a considerar que toda enfermedad es producto de la magia o de los espíritus), las ventajas biológicas inherentes a la reducción de la pérdida de calor corporal y la posibilidad resultante de reducir la energía que debe ser repuesta mediante la alimentación pueden haberse hecho gradualmente evidentes, sobre todo a medida que la presión demográfica y la consiguiente lucha por la existencia indujeron a ciertos sectores de la raza humana a penetrar en climas cada vez más fríos. Sin embargo, las ideas sobre la función higiénica de las vestimentas se basaban en gran medida —por lo menos en los últimos siglos— en una exagerada estimación de los peligros del frío para la salud6 y, por consiguiente, se prestaban admirablemente para apoyar las exigencias de vestirse y para reforzar la satisfacción que las ropas ya daban a los motivos de pudor y de exhibición. En realidad, estas dos tendencias se escudaron, en ciertas ocasiones, en el motivo de protección, el más puramente utilitario y, por lo tanto, el menos emocional. Éste fue usado, en la terminología psicológica, como una «racionalización» de los primeros, y en virtud de este proceso el hombre aparecía y se consideraba a sí mismo como obedeciendo al propósito simplemente razonable de proteger su salud cuando, en realidad, era movido principalmente por el conflicto más primitivo entre pudor y exhibición. Este proceso, como veremos, puede observarse aún en nuestros días, aunque ciertas ideas de la higiene moderna son menos favorables a su aparición que las de la generación anterior. Es evidente que en los últimos años se ha operado un cambio en nuestras ideas sobre la higiene, a raíz del cual se ha acentuado la suposición de que la ropa proporciona no poca sino excesiva protección, lo que nos ha hecho simpatizar con el punto de vista expresado por el viejo Heródoto en el sentido de que cubrir demasiado el cuerpo es una causa de la debilidad. Este cambio ha acarreado las correspondientes modificaciones en nuestras concepciones del pudor y del adorno; del pudor, en la medida en que se ha llegado a una mayor tolerancia en ciertos aspectos de la forma del cuerpo; y del adorno porque han surgido fuertes tendencias hacia la simplicidad y naturalidad en el vestido. Estos cambios correlativos son del mayor interés, tanto para el historiador como para el psicólogo del vestido, y en un capítulo posterior volveremos a tratarlos de una manera más acorde con su importancia. Basta aquí con haber llamado la atención sobre ellos para ver cómo el motivo de protección interactúa con el pudor y la exhibición. En sus manifestaciones, los tres motivos están tan imbricados que un cambio en uno de ellos implica casi inevitablemente cambios correspondientes en los otros dos.
11. Especialmente por Schurtz, 86.
2. 95, p. 319.
3. Tendencias muy semejantes pueden observarse en los monos antropoides, de los que Köhler dice: «Casi diariamente puede verse a los animales paseando con una soga, un pedazo de trapo, una brizna de hierba, o una rama sobre sus hombros ... Su placer aumenta visiblemente colgándose cosas. Ningún observador puede evitar la impresión de que ... los objetos que cuelgan del cuerpo cumplen la función de adorno en el sentido más amplio.» (W. Köhler, The Mentality of Apes, 2ª edición, pp. 92-93).
4. Por ejemplo, W. McDougall, Introduction to Social Psychology, 1ª edición, p. 83. [Introducción a la psicología, Buenos Aires, Paidós, 1961.]
5. Arthur Schnitzler llevó a cabo un fascinante estudio sobre un conflicto entre el exhibicionismo y el pudor en su conocida novela La señorita Else. En esta historia, un viejo libertino pide a la heroína que se le muestre desnuda en pago por cierta ayuda financiera indispensable que, bajo esta condición, concederá a su padre. En lugar de acceder a su requerimiento en privado, ella se quita el vestido y se muestra completamente desnuda en una sala repleta de público de un gran hotel, suicidándose después.
La agudeza de la situación emocional en esta historia reside en el hecho de que el requerimiento (al que ella accede por la extrema urgencia de la necesidad de su padre), aunque contradice su tradición de pudor, atrae no obstante con vehemencia sus tendencias exhibicionistas reprimidas. Tales situaciones, en las que las consideraciones éticas de un nivel más elevado se alían con deseos instintivos fundamentales (siendo rechazada esta alianza, a su vez, por todos los elementos morales más profundos y más arraigados) están entre las más difíciles que se nos puede pedir que reconciliemos. En el caso presente el conflicto se soluciona de una manera que revela muy claramente el mecanismo inconsciente de «sobredeterminación» en el que deseos antagónicos se satisfacen por un mismo acto. Mediante su exagerada «sobrerreacción» a una solicitud «inmoral», Else crea una situación que le permite una complacencia mucho más satisfactoria en el exhibicionismo de lo que requieren las circunstancias, situación que, sin embargo, es al mismo tiempo de una vergüenza pública tan grande como para hacer imposible la continuación de la vida.
6. La razón de esta exageración constituye en sí un problema psicológico de mucho interés en la historia de la medicina. Cf. Ernest Jones, 55.
2. El adorno: aspectos teleológicos
Tan grande es su interés por buscar la belleza.
Sátiras vi, 501
Juvenal
Después de este breve examen de los principales motivos del vestido humano, nos corresponde analizar cada uno de ellos con mayor detalle. En el curso de este estudio, y en la medida en que tengamos éxito, adquiriremos un conocimiento más preciso de los distintos modos en que cada uno de los tres motivos logra alcanzar la satisfacción, tanto en lo que se refiere a los medios y situaciones externos de los que se vale cada uno como en cuanto a los impulsos internos que satisface y de los cuales surge.
En este capítulo y en el próximo nos ocuparemos sólo del motivo del adorno. Éste puede estudiarse mejor si se lo considera bajo dos epígrafes principales. En primer lugar, nos ocuparemos de ciertos propósitos fundamentales del adorno; aquí insistiremos principalmente en factores psicológicos o sociales. En el próximo capítulo consideraremos ciertas formas o modos del adorno; por supuesto, la categoría psicológica de propósito también quedará referida allí, pero, en el tratamiento real, el acento recaerá sobre factores relacionados más definidamente con la indumentaria. En realidad, esa sección consistirá en gran medida en una clasificación de las principales formas de adorno.
el elemento sexual
Ha sido evidente para los estudiosos serios del vestido que de todos los motivos concernientes al uso de la ropa, los relacionados con la vida sexual tienen una posición predominante. Hay un total acuerdo en este punto, cualquiera que sea la concepción que se tenga acerca de la primacía relativa del adorno o del pudor. La minoría que considera al pudor como motivo primario piensa que el vestido es el resultado de un intento de inhibir la sexualidad (la historia de la hoja de parra en el Génesis es, por supuesto, un ejemplo de esta actitud). La gran mayoría que afirma la primacía del motivo del adorno sostiene que el uso del vestido surgió del deseo de realzar la atracción sexual y de llamar la atención sobre los órganos genitales.
Entre los pueblos salvajes, el vestido y el adorno (lo mismo que sus antecedentes: el tatuaje, la pintura, etc.) comienzan anatómicamente en la región genital o cerca de ella y se refieren con frecuencia a un acontecimiento sexual (pubertad, matrimonio, etc.).1
Entre los pueblos civilizados, el papel abiertamente sexual de muchas ropas es demasiado obvio y familiar como para que sea necesario