obviamente necesita una renovación total para reflejar la gloria de Dios de la manera en que fue originalmente planificado (Efesios 4.24; Colosenses 3.10). Para incluir estos dos aspectos de la enseñanza bíblica, los teólogos frecuentemente hacen una distinción entre el significado más amplio y el significado más limitado de la imagen de Dios. El sentido amplio incluye “todos los dones y capacidades que permiten que el hombre funcione como debería en sus relaciones y en su vocación”. El sentido más limitado incluye “la función humana en armonía con la voluntad de Dios”.35
Ser renovado a la imagen de Dios significa ser hecho como Cristo, quien no solamente es Dios, sino también funcionó en perfecta armonía con la voluntad de Dios cuando estaba en forma de hombre, realizando en su persona todo lo que el hombre debía ser. De su ejemplo podemos aprender que la plenitud humana se logra en sumisión (eulabeia) reverente a la voluntad de Dios (Hebreos 5.7). En Cristo vemos la gloria de Dios reflejada verdaderamente y perfectamente en la forma de un ser humano, y él nos llama a seguirle.
Si pensamos en la gloria de Dios en términos del esplendor exterior, distorsionamos la doctrina de la glorificación actual y progresiva, tal como se enseña en pasajes como 2 Corintios 3.18. El Evangelio de Juan, que podríamos llamar el “evangelio de la gloria”, debido a su uso frecuente del verbo doxazō (veintitrés casos, comparado con nueve en Lucas), aumenta nuestra comprensión del tema, hablando también de la gloria de Cristo en su humillación. Leon Morris hace un comentario sobre la frase, “vimos su gloria” (Juan 1.14).
“Juan está hablando de la gloria que se vio literalmente en el Jesús físico de Nazaret. Ya que como él vino en forma humilde, tenemos un ejemplo de la paradoja que Juan utiliza con tanta fuerza posteriormente en el evangelio. La gloria verdadera se ve, no en el esplendor exterior, sino en la humildad con la cual el Hijo de Dios vivió y sufrió por causa del hombre. Juan cree, por cierto, que los milagros muestran la gloria de Cristo (2.11, 11.4, 40). Pero en un sentido más profundo, es la vergonzosa cruz la que manifiesta su gloria verdadera (12.23 y los siguientes versículos; 13.31).”36
El hombre nuevo es creado para funcionar como la imagen de Dios “en la justicia y santidad de la verdad” (Efesios 4.24). Esta combinación de términos aparece en un solo lugar más en el Nuevo Testamento, en la canción de gratitud de Zacarías (Benedictus), cuando nació su hijo, Juan el Bautista. “Que, librados de nuestros enemigos, sin temor le serviríamos en santidad (hosiotēs) y en justicia (dikaiosunē) delante de él, todos nuestros días” (Lucas 1.74-75). En la redención, la imagen de Dios se restaura a su función correcta en relación con Dios (hosiotēs) y en relación con otros seres humanos (dikaiosunē), siguiendo la pauta de Cristo, el preeminente Siervo del Señor, por medio de quien se cumple el mandato original de gobernar la tierra para la gloria de Dios.
EL REINO DE DIOS
La primera Bienaventuranza promete el reino de Dios a los pobres en espíritu; la cuarta garantiza saciar a los que tienen hambre y sed de justicia; la séptima asegura a los que son perseguidos por causa de justicia, que el reino de los cielos será de ellos (Mateo 5.3, 6, 10). Así las Bienaventuranzas preparan a los discípulos de Jesús para su declaración del bien supremo: “Mas buscad primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas [comida, bebida, vestimenta] os serán añadidas” (Mateo 6.33). En un libro que merece más atención, Martin Franzmann comenta:
“ Así [Jesús] hace que la bendición prometida en la primera Bienaventuranza sea la fuerza imperativa en sus vidas. El reino se entrega a los pobres en espíritu, a los hombres [y mujeres] que se presentan delante de Dios, sin ser inhibidos y engañados por la seguridad de las cosas materiales, y en su necesidad humana desnuda. El don de la Bienaventuranza ha llegado a ser la dinámica de su existencia; buscan primero el primer don. De una manera similar, la bendición de la cuarta Bienaventuranza ha llegado a ser el imperativo que forma sus vidas. Dios les da su justicia a los hombres [y mujeres] que tienen hambre y sed de ella, que ven en su necesidad de justicia la necesidad suprema, la necesidad que debe ser satisfecha para vivir, una necesidad que hace disminuir la necesidad de cosas materiales... para hacer de esta última necesidad una nota al pie de la página, que tiene como texto principal: “El Señor es nuestra justicia”.37
En armonía con el énfasis de las Bienaventuranzas, es típico que el Nuevo Testamento resuma los períodos de su historia en referencia al reino de Dios. Mateo, por ejemplo, proporciona esta sinopsis del ministerio de Jesús en Galilea: “Y recorrió Jesús toda Galilea, enseñando en las sinagogas de ellos, y predicando el evangelio del reino, y sanando toda enfermedad y toda dolencia en el pueblo” (Mateo 4.23; vea también Mateo 9.35). Lucas resume el ministerio de Jesús, entre la resurrección y la ascensión, con el aviso, “a quienes también, después de haber padecido, se presentó vivo con muchas pruebas indubitables, apareciéndoseles durante cuarenta días y hablándoles acerca del reino de Dios” (Hechos 1.3). Es significante que el libro de Hechos termina con una síntesis del ministerio de Pablo en Roma, diciendo que estaba “predicando el reino de Dios y enseñando acerca del Señor Jesucristo, abiertamente y sin impedimento” (Hechos 28.31, vea también Hechos 19.8). Jesús mismo resumió sus actividades en la tierra entre su primera venida y su retorno de la siguiente manera: “Y será predicado este evangelio del reino en todo el mundo, para testimonio a todas las naciones; y entonces vendrá el fin” (Mateo 24.14). Es evidente que la clave de la teología del Nuevo Testamento es la proclamación del reino de Dios. ¿Qué significa esto?
Tal como en español, las palabras hebreas y griegas para reino pueden significar el acto de reinar o el lugar donde se reina. Cuando la Biblia habla del reino, la referencia predominante es el acto de reinar, el ejercicio soberano de su autoridad y su poder: “Que te alaben, Señor, todas tus obras; que te bendigan tus fieles. Que hablen de la gloria de tu reino; que proclamen tus proezas, para que todo el mundo conozca tus proezas y la gloria y esplendor de tu reino. Tu reino es un reino eterno; tu dominio permanece por todas las edades. Fiel es el Señor a su palabra y bondadoso en todas sus obras.” (Salmo 145.10-13, NVI)
El concepto de un lugar donde Dios ejerce su gobierno es el segundo uso más frecuente. Por ejemplo, Salmo 103.19 dice, “Jehová estableció en los cielos su trono, y su reino domina sobre todos.”
Tal como estos pasajes indican, El reino de Dios es universal y perpetuo. ¿Cómo entonces puede venir? La respuesta es que su reino viene cuando él manifiesta su soberanía en un mundo de apostasía y rebeldía, restaurando la vice regencia del hombre en Cristo (expresada en el relato de la creación en la forma del cuidado y el dominio sobre la tierra). La venida del reino es proclamada inmediatamente después de la caída, cuando el pecado había hecho humanamente imposible lograr la tarea que Dios le había dado al hombre, sin intervención divina. El Creador-Rey gobierna, poniendo enemistad entre la serpiente y la mujer, entre sus simientes respectivas - un decreto divino que conlleva la promesa de la victoria final sobre el malo (Génesis 3.15).38 La simiente de la mujer triunfará, pero con sufrimiento; la serpiente herirá al Redentor en el calcañar, antes de ser fatalmente pisoteado debajo de sus pies.
Jesús comenta sobre el tema del conflicto real en su explicación de la parábola de la cizaña entre el trigo (Mateo 13.37-43):
“Respondiendo él, les dijo: El que siembra la buena semilla es el Hijo del Hombre. El campo es el mundo; la buena semilla son los hijos del reino, y la cizaña son los hijos del malo. El enemigo que la sembró es el diablo; la siega es el fin del siglo; y los segadores son los ángeles. De manera que como se arranca la cizaña, y se quema en el fuego, así será en el fin de este siglo. Enviará el Hijo del Hombre a sus ángeles, y recogerán de su reino a todos los que sirven de tropiezo, y a los que hacen iniquidad, y los echarán en el horno de fuego; allí será el lloro y el crujir de dientes. Entonces los justos resplandecerán como el sol en el reino de su Padre. El que tiene oídos para oír, oiga.”
El reino viene cuando Dios ejerce su soberanía en un mundo caído, trayendo salvación y juicio. El salmo 29.10 dice, “El Señor se sentó como rey cuando el diluvio; sí, como rey se sienta el Señor para siempre” (LBLA).39 En el diluvio trajo juicio sobre la humanidad apóstata, pero por su gracia también trajo salvación a un remanente. En el éxodo,