David Clyde Jones

Ética bíblica cristiana


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toda la tierra y gobierna sobre todas las naciones (Salmos 47.7-8), es rey sobre los judíos en un sentido especial. Es el creador y redentor de Israel (Isaías 43.15; 44.6). “Porque Jehová es nuestro juez, Jehová es nuestro legislador, Jehová es nuestro Rey; él mismo nos salvará” (Isaías 33.22). El reinado de Dios en el Antiguo Testamento estableció una comunidad de personas que constituyeron su propio reino y recibieron sus dones y sus leyes (Vea Mateo 8.11-2, 21.43).40

      Aunque el reino se manifestó en la redención y la historia subsecuente de Israel, el Antiguo Testamento anticipa un reino que dará comienzo a la realización plena del reinado de Dios, no solamente sobre Israel, sino sobre todas las naciones (Salmos 96.10-13, 98.8-9). Los profetas hablan de una visitación final de Dios, en que llevará a su conclusión el plan de redención (Zacarías 2.11; Daniel 7.13-14). La venida del reino en que el Señor ejerce su soberanía en el sentido pleno está vinculada con el Mesías. Como explica Herman Ridderbos, el Mesias es el futuro gobernador del mundo (Isaias 11.9-11), y su reinado es sobrenatural (Miqueas 5.2-5). “En resumen, todo lo que se refiere a la manifestación divina venidera apunta al hecho de que el Señor establecerá su reinado sobre Israel de nuevo, y mantendrá su reinado sobre el mundo entero, en y por medio del Mesías-Rey que viene.” 41

      El reino mesiánico viene en etapas correlativas a la obra de Cristo. Ned B. Stonehouse capta bien el punto:

      “Varios aspectos de la manifestación del reino deben ser diferenciados. El reino es uno, y se puede identificar básicamente como “escatológico”, debido a su consumación por medio de la intervención divina. Sin embargo, no es una contradicción reconocer que, antes de la consumación al final de las edades, habrá manifestaciones previas significativas del reino, que también son consecuencias de la intervención divina en la historia. La acción divina sucede en Cristo y a través de Cristo. Por lo tanto, las etapas de la venida del reino corresponden a las etapas del ministerio de Cristo. Las acciones del Hijo de Dios en su retorno darán comienzo a la etapa final del reino en su gloria y poder. Su exaltación a la diestra de Dios también constituye un triunfo culminante de Dios, al cumplir su propósito de la redención, y al marcar un hito en el establecimiento del reinado divino. Aun antes de este desarrollo, la presencia misma del Hijo de Dios en la tierra, y su victoria sobre Satanás y sus obras, señala la llegada del reino.”42

      La importancia práctica de reconocer las etapas de la llegada del reino es doble. Por un lado, no podemos ser pesimistas acerca de la historia y la cultura, como si su primera venida y su exaltación presente no hicieran ninguna diferencia. Por otro lado, no debemos esperar una teocracia utópica antes de su segunda venida. Ya que la perspectiva de la llegada del reino en etapas tiene mucha incidencia en la práctica social cristiana, conviene hacer un repaso de los puntos principales de la enseñanza bíblica acerca del tema.43

      EL MINISTERIO TERRENAL DE CRISTO

      El Nuevo Testamento comienza con el nacimiento del Rey. El anuncio a María (Lucas 1.30-33), el anuncio a los pastores (Lucas 2.10-12), y la visita de los magos (Mateo 2.1-6) están relacionados con asuntos de la realeza. La canción de Maria (el Magnificat, Lucas 1.46-55) y la cancion de Zacarias (Lucas 1.68-79) exaltan la llegada del reino del Mesías como cumplimiento de los pactos con Abraham y David. Jesús mismo comienza su ministerio público con un anuncio de la llegada del tiempo de la salvación mesiánica: “Hoy se ha cumplido esta Escritura [Isaías 61.1-2] delante de vosotros” (Lucas 4.21). La presencia del Rey en la tierra marca la primera fase de la llegada del reino prometido. Las enseñanzas y las obras de Cristo proveen confirmación de esto, como lo hacen también algunos pasajes explícitos como Mateo 11.12, “Desde los días de Juan el Bautista hasta ahora, el reino de los cielos sufre violencia, y los violentos lo arrebatan”, y Mateo 12.28, “Pero si yo por el Espíritu de Dios echo fuera los demonios, ciertamente ha llegado a vosotros el reino de Dios.”

      El acto culminante del ministerio público de Jesús fue su sacrificio en la cruz. Lejos de ser una derrota, la cruz fue su manera de ganar la victoria decisiva sobre todos sus enemigos y los nuestros. “...Perdonándoos todos los pecados, anulando el acta de los decretos que había contra nosotros, que nos era contraria, quitándola de en medio y clavándola en la cruz, y despojando a los principados y a las potestades, los exhibió públicamente, triunfando sobre ellos en la cruz” (Colosenses 2.13-15, vea también 2 Timoteo 1.10; Hebreos 2.14-15). Tal como lo explica Anthony Hoekema, “el evento escatológico más grande de la historia no está en el futuro, sino en el pasado. Ya que Cristo ha ganado la victoria decisiva sobre Satanás, sobre el pecado, y sobre la muerte en el pasado, los eventos escatológicos futuros deben entenderse como la culminación de un proceso redentor que ya comenzó.”44

      LA EXALTACIÓN CELESTIAL DE CRISTO

      El Catecismo Mayor de Westminster contesta la pregunta acerca de cómo ha sido exaltado Cristo a la diestra de Dios, “Cristo ha sido exaltado en sentarse a la diestra de Dios en que como Dios-hombre fue elevado al más alto favor con Dios el Padre, con toda la plenitud de gozo, gloria, y poder sobre todas las cosas en el cielo y en la tierra: en reunir y defender a su iglesia y subyugar a sus enemigos, en enriquecer a su pueblo y a sus ministros con gracias y dones, y en interceder por ellos” (pregunta 54). Cuando Cristo resucitó y ascendió a los cielos, comenzó a ejercer toda su autoridad como Mediador, sentado a la diestra de Dios.

      Jesús hace un comentario sobre la profecía del Mesías en el Antiguo Testamento, destacando las dos etapas de su obra de redención: “¿No era necesario que el Cristo padeciera estas cosas, y que entrara en su gloria?” (Lucas 24.26). Como consecuencia de la muerte y resurrección del Mesías, se exige el arrepentimiento, y se proclama el perdón a todas naciones en su nombre, comenzando en Jerusalén (Lucas 24.47). El Cristo crucificado está sentado en el trono, reinando como Señor (Hechos 2.36). Ha sido exaltado a la diestra de Dios como el Príncipe y el Salvador, otorgando arrepentimiento y perdón por los pecados de Israel (Hechos 5.31), y de todas las naciones (Hechos 11.18).

      El gran programa de la etapa actual del reino es la misión de hacer un pueblo para Dios de todas las naciones (Hechos 15.14). La oración de Pablo para el crecimiento espiritual de los colosenses refleja esta perspectiva: “con gozo dando gracias al Padre que nos hizo aptos para participar de la herencia de los santos en luz; el cual nos ha librado de la potestad de las tinieblas, y trasladado al reino de su amado Hijo, en quien tenemos redención por su sangre, el perdón de pecados” (Colosenses 1.12-14). El reino es un asunto de experiencia actual, y no solamente de esperanza futura. La Iglesia ha sido llamada a seguir el ejemplo del Mesías en su sufrimiento y en su gloria (Romanos 8.18-21).

      LA SEGUNDA VENIDA DE CRISTO

      La manifestación plena del poder de Cristo en el establecimiento de su reino será cuando vuelva en gloria. Aunque Cristo tiene toda potestad sobre el cielo y la tierra, todavía no vemos todas las cosas sujetas a él (Hebreos 2.8). Como dice Pablo, “Porque preciso es que él reine hasta que haya puesto a todos sus enemigos debajo de sus pies” (1 Corintios 15.25). El último enemigo, la muerte, será vencida en la segunda venida. “Luego el fin [telos], cuando entregue el reino al Dios y Padre, cuando haya suprimido todo dominio, toda autoridad y potencia” (1 Corintios 15.24). En las palabras de la profecía de Jesús mismo, “Cuando el Hijo del Hombre venga en su gloria, y todos los santos ángeles con él, entonces se sentará en su trono de gloria,... Entonces el Rey dirá a los de su derecha: Venid, benditos de mi Padre, heredad el reino preparado para vosotros desde la fundación del mundo.” (Mateo 25:31, 34).

      El reino es una realidad actual en la Iglesia, manifestado en la comunión de los que aceptan el reinado divino en sus vidas; también es una realidad futura, la herencia del pueblo de Dios, de los que demuestran fe y amor en sus vidas (Santiago 2.5; Mateo 25.34-46; 1 Corintios 6.9-11; Gálatas 5.21). Pablo destaca la conexión entre la adopción y la esperanza: “Y si hijos, también herederos; herederos de Dios y coherederos con Cristo, si es que padecemos juntamente con él, para que juntamente con él seamos glorificados” (Romanos 8.17). Los “gemidos” de la creación (Romanos 8.22) son “contracciones” que señalan la futura llegada de un mundo mejor cuando vuelva Jesús.45 “Así que, recibiendo nosotros un reino inconmovible, tengamos gratitud, y mediante ella sirvamos a Dios agradándole