Michael G. Brown

Vínculo sagrado


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para las preguntas más importantes de la vida cristiana.

      ¿Cuál es la naturaleza de nuestra relación con Dios? ¿De qué manera nuestra relación con Dios determina nuestra relación con la iglesia visible, con nuestra familia y nuestro compromiso cultural y social? ¿Cuál es nuestro llamado como portadores de la imagen de Dios y como aquellos que pertenecen a Su reino? ¿De qué manera encajan la predicación, el bautismo y la Cena del Señor en nuestro discipulado cotidiano? Estas y muchas otras preguntas importantes son abordadas en este libro de una manera práctica, pastoral y profundamente bíblica.

      Michael Brown y Zach Keele son pastores eruditos que no solamente estudian estos temas detalladamente, sino que también han tenido la oportunidad de aplicar la teología bíblica del pacto a las vidas de los creyentes semana tras semana. Estando bajo su ministerio de enseñanza, mi familia yyo podemos dar testimonio de primera mano de sus dones excepcionales. Estoy profundamente impresionado no solo por su sabiduría y discernimiento, sino también por su habilidad para explicar la Biblia y sus pactos de una manera clara y fácil de entender.

      Así pues, lean, subrayen, aprendan y digieran internamente esta maravillosa guía. Al hacerlo, quedarán mejor equipados para conocer lo que creen y por qué lo creen.

      Michael Horton

      Profesor de Teología y ApologéticaWestminster Seminary California

      ¿Qué es un pacto? Pacto no es una palabra que usemos en nuestra vida cotidiana. Tal vez la uses ocasionalmente si eres abogado. Pero aparte de ciertos usos legales, no nos topamos con esta palabra muy a menudo. Suena un tanto formal y arcaica, como si escucháramos Don Quijote leído con un fuerte acento manchego.

      Sin embargo, la palabra “pacto” se usa con frecuencia en la iglesia, donde unos la aman y otros la odian. Algunos la usan de una manera despectiva; otros la usan para aparentar que son más inteligentes. Muchos que la escuchan solamente fruncen el ceño sin tener idea de lo que significa. Yhayotros que todo el tiempo la tienen en la punta de la lengua. Pacto puede ser una de esas palabras que los cristianos oímos y usamos, pero todos tienen miedo de preguntar su definición. Esto ha llevado inevitablemente a una subvaloración del término y, en ciertos casos, a un entendimiento incorrecto y confuso del mismo.

      No obstante, cualquiera que ha leído la Biblia sabe que la palabra pacto aparece frecuentemente en sus páginas. El libro de Génesis trata principalmente sobre el pacto de Dios con Abraham y sus descendientes, un pacto basado en la primera promesa del evangelio de Dios dada a Adán y Eva en Génesis 3:15. Y el libro de Éxodo registra el pacto de Dios con la nación de Israel. A través de todo el Antiguo Testamento, en los libros históricos, los salmos y los libros proféticos, se hace referencia a estos dos pactos una y otra vez. Cuando llegamos al Nuevo Testamento, se nos dice que Jesús instituye un nuevo pacto, el mismo pacto que el profeta Jeremías anunció (Jeremías 31:31-34). Además, el apóstol Pablo analiza detalladamente las diferencias entre el pacto de Dios con Abraham y Su pacto con la nación de Israel (Gálatas 3-4), como también la diferencia entre el antiguo pacto y el nuevo (2 Corintios 3). ¡Yni siquiera hemos mencionado el hecho de que Dios también hizo pactos importantes con Noé y David! Por tanto, es correcto decir que el pacto es un aspecto vital de la Escritura. De hecho, es más exacto decir que el pacto es la estructura misma de la Escritura. Es el esquema escogido por Dios para la Biblia.

      Pero a fin de entender y apreciar lo que es un pacto en el sentido más técnico con que se usa este concepto en teología, es útil analizarlo a un nivel más básico. Tal vez no nos percatamos, pero la sustancia esencial de un pacto es prácticamente una realidad diaria para nosotros. Entonces, ¿qué es un pacto? Un pacto es un acuerdo formal que crea una relación con aspectos legales. Con relación no nos referimos solamente a aquellas relaciones de esposo-esposa o gobierno-ciudadano —aunque están incluidas— sino también a la relación de dar tu palabra para hacer algo. Si les dices a tus vecinos que tú vas a alimentar a sus perros mientras ellos se van de vacaciones, esto es un compromiso o acuerdo. Tú tienes una relación con tus vecinos solo por ser vecinos, pero darles tu palabra de que alimentarás a los perros es un compromiso, una especie de pacto. Un pacto puede ser un compromiso, una promesa o un juramento. De hecho, en la Biblia, promesa y juramento a menudo se usan como sinónimos de pacto.

      Así que un pacto puede ser un acuerdo de cualquier clase. Sin embargo, un pacto también es legal. Ahora bien, una relación legal no se refiere solo a las cortes de justicia. Las cortes, las leyes, los jueces y la policía forman parte de lo que significa ser legal. Sin embargo, la legalidad a un nivel más básico significa que hay obligaciones con consecuencias; implica castigos o sanciones. Estas consecuencias pueden ser más formales, tales como recibir una multa por la ley, o pueden ser menos formales, como ser disciplinado por los padres. Las consecuencias de vergüenza, desaprobación o ira por no cumplir lo que prometemos pueden ser, a veces, más impactantes que los castigos de las cortes judiciales.

      Muy a menudo, contraponemos la legalidad a las relaciones íntimas. Tendemos a pensar que no hay nada legal en la relación padre-hijo, como si solamente se tratara de amor y misericordia. Pero ese no es el caso. El amor y la intimidad de la relación padre-hijo no anulan la legalidad de la misma. De hecho, tales elementos pueden aumentar su carácter legal. Como señala el libro de Hebreos, el padre que no disciplina a sus hijos no los ama (12:7-8). Los hijos naturales tienen obligaciones con sus padres y viceversa. Si los hijos no hacen sus tareas del hogar, habrá consecuencias. Si los padres no cuidan de sus hijos, habrá consecuencias. Ciertamente, la gran mayoría de las consecuencias no son resueltas en una corte judicial, pero las consecuencias de hacer que un ser querido se enoje, perder la confianza y ser privado de privilegios duelen a pesar de todo. En una cultura de honor y vergüenza, como lo era la cultura del antiguo Israel, ser avergonzado por un padre podía ser peor que la muerte. La consecuencia puede ser que lastimen nuestra reputación o se burlen de nosotros, pero sigue siendo una consecuencia, y esto le otorga un carácter legal. Por tanto, no hay ninguna tensión entre el hecho de que un pacto sea una relación —incluso una relación de intimidad y amor— y el hecho de que un pacto sea legal y tenga consecuencias legales. Un ejemplo perfecto de esto es el matrimonio, que el Señor llama un pacto (Malaquías 2:14). La intimidad entre un hombre y una mujer en el matrimonio no es obstruida por la legalidad del matrimonio; más bien, los votos legales intensifican la intimidad.

      Por lo tanto, encontramos los elementos constitutivos básicos de un pacto siempre que alguien promete hacer algo a favor de otra persona con las consecuencias positivas y negativas implícitas que el contexto cultural y relacional determina. La promesa crea una relación. Es un compromiso que conlleva sanciones, como en las viejas películas del oeste cuando el vaquero dice: “la palabra de un hombre es ley aquí”. Hablar crea responsabilidades; nuestras palabras nos comprometen a ciertas acciones y con otras personas. La moralidad rudimentaria nos dice que nuestras acciones deben corresponder con nuestras palabras, ya que lo contrario es vergonzoso e incorrecto. Nuestro Señor se refirió a esto en el Sermón del Monte cuando dijo que nuestro sí debe ser sí y nuestro no, no (Mateo 5:37). Todos hemos experimentado el golpe de la vergüenza cuando no cumplimos nuestra palabra y un amigo nos dijo: “No puedo creer que rompiste tu promesa”.

      Cuando entendemos que los elementos principales de un pacto permean nuestra existencia cotidiana, es mucho más fácil entender los pactos bíblicos, ya que un pacto en su sentido más pleno es solamente una formalización de estos compromisos cotidianos. Si un esposo le dice a su esposa que va a recoger la ropa de la tintorería al salir del trabajo, ya le ha dado su palabra. Si lo olvida, la consecuencia es que su esposa se va a molestar. Pero si es de suma importancia que él no olvide la ropa, su esposa detendrá al esposo olvidadizo y le hará prometer que no lo va a olvidar. Puede que ella incluso añada consecuencias más explícitas y severas: él tendrá que regresar y recoger la ropa, o no podrá jugar fútbol el fin de semana. El compromiso de recoger la ropa queda formalizado con promesas y consecuencias explícitas.

      Un ejemplo gracioso de esto se encuentra en la película animada de Disney Robin Hood, cuando el niñito tenía que recuperar su flecha después