Joel Beeke

La espiritualidad puritana y reformada


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la absoluta destrucción de la convicción respecto al día de reposo, incluso entre los presbiterianos que se subscriben a los estandartes de Westminster –¡no obstante la discordante inconsistencia implicada! –.

      Ciertamente, es el tiempo de que los cristianos miren una vez más a la Palabra de Dios para ser instruidos respecto al cuarto mandamiento y sus demandas sobre nosotros. Aunque no fuera por otra razón, deberíamos acometer el estudio en vista de la creciente evidencia del alto grado de destructiva presión que acecha tras la atractiva fachada de la llamada “cultura del ocio”. Los hombres se están destruyendo porque no saben decir “no”, ya sea al trabajo o al juego. Grandes bendiciones espirituales son prometidas a quienes se someten a la disciplina de abnegación de la observancia del día de reposo.

      El sabbat como institución divina

      “El séptimo día es reposo para Jehová tu Dios” (Ex. 20:10). Estas palabras nos recuerdan que el día de reposo es una institución divina en dos sentidos. En primer lugar, el sabbat semanal es instituido por la Palabra de Dios de mandato. En segundo lugar, Dios reclama el día como suyo: “reposo para Jehová tu Dios”. Los seis días de la semana laboral son cedidos al hombre para propósitos de trabajo y ocio; no así el sabbat, que Dios llama “mi día santo” en Isaías 58:13. No dedicar el día a los propósitos y actividades ordenados para su santificación es robar a Dios lo que le pertenece.

      Esta verdad es reforzada por las palabras del Señor Jesucristo registradas por los tres primeros evangelios (Mt. 12:8, Mr. 2:28 y Lc. 6:5) cuando dijo: “El Hijo del Hombre es Señor del día de reposo”. De un golpe, Cristo afirma su plena deidad e identidad con Jehová y reafirma la reclamación de Dios de las horas del sabbat semanal, adoptando la reclamación y reafirmándola en su propio nombre. Esta reclamación dejó su marca en las creencias, prácticas y usos de la Iglesia apostólica, de manera que al final de aquella época el sabbat cristiano era conocido como “el día del Señor” (Ap. 1:10).

      El sabbat como ordenanza de la creación

      Un error común es asumir que el día de reposo se origina con la entrega de la ley en el Sinaí. Tal opinión ignora el hecho de que el sabbat no es introducido como algo nuevo sino, antes bien, reconocido como algo antiguo e histórico que ahora ha de ser recordado y observado por el pueblo de Dios: “Acuérdate del día de reposo para santificarlo” (Ex. 20:8).

      Y ¿que ha de ser específicamente recordado en el modelo de seis días de trabajo interrumpidos por un día de reposo santo? “En seis días hizo Jehová el cielo y la tierra, el mar, y todas las cosas que en ellos hay, y reposó en séptimo día; por tanto, Jehová bendijo el día de reposo y lo santificó” (Ex. 20:8).

      La respuesta bíblica a la pregunta de cuándo y por quién fue instituido el sabbat es suficientemente clara: el sabbat fue instituido por Dios en el mismo albor de la historia. Por supuesto, el hombre estaba presente y es significativo que fuera el primer día completo de su vida sobre la tierra (Gen. 2:1-3). Si el modelo fue perpetuado tras aquel momento o no es, quizás, un asunto de especulación, pero la historia del sabbat no se perdió. Todo lo que había que hacer en el Sinaí era recordar aquella historia y encomendar al pueblo que la guardase en la memoria a partir de entonces.

      El día de reposo, por tanto, no es estrictamente una ordenanza mosaica. Su origen está arraigado en la propia creación y como el matrimonio, el sabbat es una institución de la mayor significación para la raza humana. Sus bendiciones temporales pueden ser disfrutadas por toda la humanidad, y sus bendiciones espirituales son prometidas a todos los que las buscan, incluso a los eunucos y a los hijos del extranjero que se unen a Jehová (Is. 56:1-8).

      El sabbat como memorial redentor

      En la recapitulación de los diez mandamientos (Dt. 5:6-21), descubrimos que la redención no altera ni anula el requerimiento de santificar el día de reposo. Antes bien, solamente añade al significado del día para los que son “los redimidos de Jehová”. Al igual que en el Nuevo Testamento, amos y esclavos compartirían plenamente la bendición del evangelio, era ley en Israel que los siervos disfrutasen del descanso proporcionado en el cuarto mandamiento junto con sus amos: “para que descanse tu siervo y tu sierva como tú” (Dt. 5:14). A esto se añade el siguiente recordatorio: “Acuérdate que fuiste siervo en tierra de Egipto, y que Jehová tu Dios te sacó de allá con mano fuerte y brazo extendido; por lo cual Jehová tu Dios te ha mandado que guardes el día de reposo” (v. 15). Con estas palabras, día de reposo asume un nuevo significado y función como memorial de la redención de la servidumbre que Dios obró por su pueblo. Este significado añadido refuerza el sabbat como institución entre el pueblo de Dios.

      Aquí también hay una anticipación del impacto que la muerte y resurrección de Cristo tendría sobre la observancia del día de reposo por parte de sus seguidores. Tan grande fue este climático y decisivo cumplimiento de la promesa de redención, al poco tiempo seguido por el derramamiento del Espíritu el día de Pentecostés, que desde ese momento en adelante el sabbat “fue cambiado el primer día de la semana, al que se le llama en las Escrituras día del Señor y debe ser perpetuado hasta el fin del mundo como el día de reposo cristiano” (CFW, 21:7).

      El resultado es que, como el apóstol Pablo escribe en Hebreos 4:9, “queda un reposo para el pueblo de Dios”. El sabbat es aún para nosotros como un signo de algo que todavía está por alcanzarse, experimentarse y disfrutarse en el estado eterno. Al mismo tiempo, puesto que la palabra que usa para “descanso” es sabbatismos, o “guardar un sabbat”, la obligación de observar un sabbat semanal continúa bajo el evangelio. Guardar el sabbat se convirtió, de hecho, en una señal de discipulado cristiano en la época de los mártires, como Maurice Roberts relata: “Una pregunta hecha a los mártires antes de ser entregados a la muerte era: ‘Dominicum servasti?’ (¿Guardas el día del Señor?)”.476

      El sabbat como signo escatológico

      La profecía de Isaías concluye con el anuncio de la promesa de cielos nuevos y tierra nueva para el pueblo de Dios: “Porque he aquí que yo crearé nuevos cielos y nueva tierra; y de lo primero no habrá memoria, ni más vendrá al pensamiento” (Is. 65:17). En esta nueva creación, el trabajo del pueblo de Dios será completamente redimido de maldición: “No trabajarán en vano, ni darán a luz para maldición; porque son linaje de los benditos de Jehová, y sus descendientes con ellos” (v. 23).

      Este nuevo orden de creación permanecerá como la consumación de la promesa de redención. No sólo el trabajo del pueblo de Dios ha de ser totalmente redimido de maldición; el sabbat también llegará a ser día universal para la adoración de Jehová. Tal es la promesa de Dios: “Porque como los cielos nuevos y la nueva tierra que yo hago permanecerán delante de mí, dice Jehová, así permanecerá vuestra descendencia y vuestro nombre. Y de mes en mes, y de día de reposo en día de reposo, vendrán todos a adorar delante de mí, dijo Jehová” (Is. 66:22-23).

      En resumen, el sabbat permanece como una institución tan antigua como la propia creación. Pertenece al orden de las cosas como eran al principio, antes de la caída del hombre en el pecado. Es tan universal como cualquier otra ordenanza de la creación, teniendo promesa de bendición para toda la humanidad. La promesa de redención y su cumplimiento sólo añaden a la significación del sabbat como día para ser observado por los redimidos del Señor. El día de reposo es un signo de la promesa de redención, tanto en su cumplimiento presente como en la consumación que aún está por llegar. Es el día de Dios, un día santo –un día para que santifiquen los cristianos–.

      Cristo y el sabbat

      El sabbat es tan característico del paisaje del Nuevo Testamento como del Antiguo. La cuestión del día de reposo y cómo había de ser guardado era un campo de batalla visitado con frecuencia en la guerra de Cristo contra los fariseos. Tan intensa era su oposición a las ideas de los fariseos de la observancia del día de reposo, que muchos han concluido que Cristo se opuso al propio sabbat y, por tanto, se opondría a cualquier continuación de la observancia del sabbat entre sus seguidores.

      Tal conclusión ignora o entra en conflicto con tres hechos clave de los escritos evangélicos. En primer lugar, el propio Cristo guardó