pues para él la ley y el amor no son antitéticos, sino correlativos”.465 Para Calvino, el creyente se esfuerza por seguir la ley de Dios no como un acto de obediencia obligatoria, sino como una respuesta de obediencia agradecida. La ley promueve, bajo el tutelaje del Espíritu, una ética de gratitud en el creyente, que estimula una obediencia amorosa al tiempo que lo previene contra el pecado, de modo que canta con David en el Salmo 19:
Muy perfecta es la ley de Dios,
Que restaura a los que se extravían;
Su testimonio es muy cierto,
Que proclama el camino de la sabiduría.
Los preceptos del Señor son rectos;
De alegría llenan el corazón;
Los mandamientos del Señor son todos puros,
Y una luz muy clara imparten.
El temor de Dios es impoluto
Y siempre durará;
Los estatutos del Señor son verdad
Y la justicia muy pura.
Avisan de los caminos de maldad
Que desagradan al Señor,
Y en guardar su palabra
Hay gran galardón.466
En resumen, para Lutero la ley ayuda al creyente –especialmente en reconocer y confrontar el pecado interior–. Para Calvino, el creyente necesita la ley para guiarlo en un vivir santo que lo lleve a servir a Dios por amor.467
• El Catecismo de Heidelberg (1563)
Finalmente, la visión de Calvino del tercer uso de la ley triunfó en la teología reformada. Una temprana indicación de esta visión fuertemente calvinista de la ley se encuentra en el Catecismo de Heidelberg, compuesto un año o dos antes de la muerte de Calvino. Aunque el Catecismo comienza con un intenso énfasis sobre el uso evangelizador de la ley para conducir a los pecadores a Cristo (Preguntas 3-18), para la sección final se reserva una exhortación detallada sobre las prohibiciones y requerimientos de la ley para el creyente, que enseña “cómo expresaré mi gratitud a Dios” por la liberación en Jesucristo (Preguntas 92-115).468El decálogo proporciona el contenido material para las buenas obras que son hechas en gratitud por la gracia de Dios en su Hijo amado.
• Los Puritanos
Los puritanos continuaron con el énfasis de Calvino sobre la normatividad de la ley para el creyente como regla de vida, y para despertar gratitud sincera, que a su vez promueve genuina libertad antes que libertinaje antinómico.469Por citar sólo algunas de las cientos de fuentes puritanas que hay disponibles sobre estos temas, Anthony Burguess condena a quienes afirman que están por encima de la ley, o que la ley escrita en el corazón mediante la regeneración “hace la ley escrita innecesaria”.470 Típicamente puritana es la afirmación de Thomas Bedford sobre la necesidad de la ley escrita como guía del creyente:
También debe haber otra ley escrita en tablas, para ser leída por el ojo y escuchada por el oído. De otra manera…, ¿cómo estará seguro el propio creyente de que no se desvía del camino recto por donde debiera caminar?... El Espíritu, admito, es el Guía y Maestro del hombre justificado… Pero les enseña…mediante la ley y el testimonio.471
Como resultado de la enseñanza del Espíritu, los cristianos se hacen “amigos” de la ley –observó con astucia Samuel Rutherford–, pues “después de que Cristo ha realizado un acuerdo entre nosotros y la ley, nos deleitamos en caminar en ella por amor a Cristo”.472Este deleite, fundamentado en una sincera gratitud por el evangelio, produce una libertad indecible. Samuel Crooke lo expresó de esta manera: “Del mandamiento, como regla de vida, [los creyentes] no son liberados sino que, por el contrario, están inclinados y dispuestos, por [su] espíritu libre, a obedecerlo voluntariamente. Así pues, para los regenerados es como si la ley se convirtiera en el evangelio, una ley de libertad”.473El Catecismo Mayor de Westminster, compuesto en su mayoría por teólogos puritanos, proporciona el resumen más adecuado de la visión reformada y puritana sobre la relación del creyente con la ley moral:
Pregunta 97: ¿Qué uso especial de la ley moral hay para los regenerados?
Respuesta: Aunque los que son regenerados y creen en Cristo son liberados de la ley moral como un pacto de obras, de manera que por este medio no son ni justificados ni condenados, sin embargo, además de sus usos generales comunes a todos los hombres, tiene un uso especial para mostrarles cuánto están ligados a Cristo por cumplir Él la ley y soportar la maldición de la misma en su lugar y por su bien; y, de este modo, inducirlos a una mayor gratitud, expresándola en un mayor cuidado por conformarse a ella como regla de obediencia.474
Pero ¿cómo funcionan en la práctica real los principios de gratitud de la Reforma cuando el creyente busca obedecer a la ley como regla de vida? A esta pregunta nos acercamos ahora mediante el estudio de un caso particular, que consideramos el mandamiento más controvertido de nuestro día: “Acuérdate del día de reposo para santificarlo” (Ex. 20:8).
El cuarto mandamiento: el estudio de un caso particular
La santificación del primer día de la semana como el día de reposo ha sido central en el interés de la cristiandad reformada por aplicar la ley moral a la vida cristiana. Si hubo algún grado de ambigüedad entre los reformadores del siglo dieciséis, se desvaneció completamente cuando, a mitad del siglo diecisiete, los teólogos de Westminster se reunieron para escribir su Confesión de Fe (Capítulo 21):
7. Así como es la ley de la naturaleza que en lo general una proporción debida de tiempo se dedique a la adoración de Dios; así en su palabra, por un mandamiento positivo, moral y perpetuo que obliga a todos los hombres en todos los tiempos, Dios ha señalado particularmente un día de cada siete, para que sea guardado como un reposo santo para Él; el cual desde el principio del mundo hasta la resurrección de Cristo, fue el último día de la semana; y desde la resurrección de Cristo fue cambiado al primer día de la semana, al que se le llama en las Escrituras día del Señor y debe ser perpetuado hasta el fin del mundo como el día de reposo cristiano.
8. Este día de reposo se guarda santo para el Señor, cuando los hombres después de la debida preparación de su corazón y arreglados con anticipación todos sus asuntos ordinarios, no solamente guardan un santo descanso durante todo el día de sus propias labores, palabras y pensamientos acerca de sus empleos y diversiones mundanales; sino que también dedican todo el tiempo al ejercicio de la adoración pública y privada, y en los deberes de caridad y de misericordia.475
Esta elevada visión del día de reposo ganó la batalla en Gran Bretaña, Norte América, por todo el Imperio Británico y también en Holanda. Aunque fue una preocupación clave de los cristianos reformados, la observancia del sabbat fue abrazada como regla por cristianos de casi todas las denominaciones. Tras los poderosos avivamientos de mediados del siglo XVIII y principios del XIX, el sabbat fue guardado también por la población general.
Este feliz estado de las cosas prevaleció por todo el siglo XIX y parte del XX. Grandes centros urbanos como Filadelfia y Toronto eran conocidos por el cuidado con el que el sabbat era observado por sus habitantes. Hasta finales del siglo XIX, algunos ferrocarriles importantes dejaban de funcionar los domingos. Los lugares de mar adoptaron medidas tales como la prohibición del tráfico motor en las calles los domingos (Ocean Grove, N.J.), o el uso de los cines para la adoración pública los domingos por la tarde (Ocean City, N.J.).
La escena de hoy presenta un aspecto enormemente alterado. La fuerza de la secularización y el aumento de la cultura del ocio, obsesionada con perseguir recreaciones de todo tipo, han extinguido la preocupación por la observancia del día de reposo en la población general. Más trágico aún es el permanente deterioro de la convicción por parte de los cristianos. El daño mayor lo hizo el ataque del modernismo sobre la autoridad de la Escritura, menoscabando y destruyendo así toda norma bíblica para la vida. Sin embargo, el fundamentalismo también debe llevar su parte de culpa.