llegar hasta este momento cuando el alma se separa del ciclo de reencarnaciones, si es que se ha purificado, y comienza un proceso donde lo que pervive es ella, a la que finalmente se le depara un sitio espiritual para bienaventurados.
Varios asuntos están presentes en el diálogo del Fedón: el suicidio. No hay que suicidarse porque los dioses cuidan de nosotros y, en cierto sentido, nosotros somos propiedad de ellos. No podemos escapar a la solicitud y la benevolencia de los dioses. El tema es separar primero el asunto del suicidio; la muerte de Sócrates no es un suicidio. Si bien es una “automuerte”, se produce por acatamiento a las leyes o a la autoridad. Ocuparse de uno mismo no es seguir la opinión de la mayoría, sino seguir lo que es justo, y esto está determinado por la verdad. Es siguiendo la verdad como se evitará el deterioro del alma. Según Foucault, es el logos racional el que es capaz de impedir la corrupción del alma, o de devolver al alma el estado de salud. De lo que se libera Critón es entonces de la opinión de todos, sin distinción, para acogerse al saber que proviene de la búsqueda racional y que se vincula con la verdad, así sea la verdad de uno solo frente a los más. Dice Foucault (2010: 122) que estos dos textos (el Critón y el Fedón), que se presentan en una situación posible previa a la muerte de Sócrates y el sacrificio final, muestran, por una parte, que una opinión falsa, mal establecida, mal examinada, es un mal del que hay que curarse; y, por otra, que Sócrates, en su último momento, hace efectivamente eco a todo un debate de Critón, pero también con otros interlocutores del Fedón. La idea que rescata Foucault es que en el Fedón efectivamente hay una cura, la cura de la opinión falsa. La opinión mal formada es un mal que afecta el alma. Critón está afectado por el mal de la opinión, que le hace creer que es mejor que Sócrates viva a que muera. No está aquejado por el mal de la vida, sobre el bien de la muerte. No es así. “Debemos” un gallo a Esculapio debido al lazo de amistad y cariño que tiene a sus discípulos, lo que le hace incluirse en la proposición (Foucault menciona el criterio de la homología). La operación “curativa” del logos es aceptada por todos en general. Hay un compromiso con la verdad de los compañeros o amigos que buscan la sabiduría. La actividad que permite la cura es la actividad del filosofar. Ocuparse de un enfermo, esto es, la epimelesthai. La curación socrática es parte de la actividad filosófica y su compromiso con el cuidado de la comunidad. Según Foucault, el ciclo de la muerte de Sócrates –de la Apología, el Critón, el Fedón– está atravesado por el tema de la epimeleia. Sócrates les enseña que se ocupen de sí mismos. Y al final, en el Fedón, les pide que se ocupen de sí mismos, que no se descuiden. En el Fedón, Sócrates dice: “Haced lo que siempre digo […] Cuidad de vosotros mismos (Hymón autón epimeloumenoi) ésa es mi última voluntad. No se descuiden, no sean descuidados (me amelésete)” (Platón, citado por Foucault, 2010: 1). Los dioses enviaron a Sócrates para que nos cuidáramos, mas esta misión finalmente conduce a Sócrates a la muerte, que le depara a él una posvida bienaventurada. Entonces, para nosotros, era importante repensar el tema de la muerte a la luz de los textos, sobre todo de los textos que específicamente refieren a la muerte de Sócrates. La misión de Sócrates es instar a que los hombres se cuiden. Los dioses cuidan de nosotros, no nos es permitido matarnos. Debemos obedecer las leyes, y no responder injustamente ante las injusticias de los hombres. Las leyes cuidan también de nosotros. Evitar la muerte, para Sócrates, hubiera implicado muchas cosas: primero, no reconocer las leyes, cuando él había sido beneficiado por ellas; ahora que no es beneficiado, entonces, negarlas habría sido una contradicción, además de tener consecuencias nefastas para él y para sus amigos. El que había perseguido la virtud, ¿qué clase de vida tendría siendo perseguido por la ley?, viviendo fugitivo, o pagando ilícitamente a personas para que lo dejaran escapar, etc. Si hubiera vivido en el exilio, seguiría filosofando y tarde o temprano lo apresarían, etc. No hay salida digna que no sea la muerte, aunque sea injusta. Es un hombre que, por otra parte, se ha preparado toda la vida para muerte. El problema no es la muerte, sino el tipo de vida que sostuvo y que debió defender incluso a riesgo de muerte. Su tarea es la epimeleia, el cuidado de sí y de los otros. Su mensaje final también es la epimeleia. Se le rinde el culto al dios de la Medicina, quien cuida de nosotros. El último culto debe rendírsele también a un dios que se ocupa del cuidado. El último mensaje es porque alguien ha sido curado de una enfermedad, aunque sea una enfermedad del alma. En la tradición socrático-platónica de la que partimos, el cuidado de la vida de los sujetos tiene que ver con la construcción de un sujeto ético ligado a la idea del Bien, la Verdad y la Belleza. Ideas que se daban conjuntamente en el pensamiento platónico, aunque lideradas por la idea del Bien, que unifica las tres. La vida “terrena” no es el último valor: puede ser mejor morir para defender un modo de vida, una coherencia con un ethos. No hay que dejarse llevar por la voz de la mayoría, hay que pensar bien, pensar de acuerdo con la razón o logos. Cuidarse o no descuidarse implica aprender a pensar bien, pensar rectamente y actuar en consecuencia con ello. El principio rector que rige una vida es el logos. El logos se hace “carne” en una vida, que es la vida del filósofo. Éste tiene, en el caso de Sócrates, la más alta misión que es el cuidado de los otros, el cuidado de la ciudad misma, y no de las cosas de la ciudad. El forjar a través no de contenidos, sino de un diálogo racional entre amigos, respaldado por una forma de vida, un ser humano capaz de cuidarse, conocerse, pensar y actuar rectamente. La filosofía es el camino para la formación de este ser humano. La filosofía enseña a vivir, pero también enseña a morir. Morir no tiene por qué constituirse en algo malo. Es mucho peor cometer injusticia y defender la vida de una manera indigna. Construir una vida que valga la pena de ser vivida a riesgo de muerte. Pues la filosofía puso en riesgo de muerte la vida de Sócrates, pero Sócrates ve, como principio más alto, su misión propuesta por un dios. El que hizo el mayor bien para la ciudad es matado por los hombres de la ciudad, porque los hombres piensan mal, son influidos por la envidia, los malos pensamientos, las emociones mal fundadas. Sócrates debe ser coherente con la vida que ha elegido vivir; su gran vocación de ser maestro sin ser maestro de los hombres debe llevarla hasta la muerte si es preciso, como realmente ocurrió.
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