Andrea Díaz Genis

La formación humana desde una perspectiva filosófica


Скачать книгу

incluye pero las supera, se trata de la vida del sujeto (39d). Una cosa nos queda en claro: no se muere el magisterio matando al maestro (39d). Esta muerte que Sócrates aceptó con dignidad y coherencia, y que lo transformó en mártir, fue el comienzo de un tipo de “enseñanza” que comenzó, y no acabó, hace más de dos mil quinientos años.

      3. Un complemento: ¿por qué debo matar un gallo para Esculapio?

      A no des-cuidarse, o una forma de cuidado que termina con la muerte

      –Critón, debemos un gallo a Esculapio, no te olvides de pagar esta deuda.

      Y no habló más.

      Platón, Fedón

      Michel Foucault, en El coraje de la verdad, se plantea un asunto que parece menor, pero en realidad nos estaría develando el más profundo sentido, o sin sentido, de la vida y la muerte de Sócrates. Son tres los libros de Platón referidos a la muerte de Sócrates: la Apología, el Critón y el Fedón. Los tres textos nos darían perspectivas complementarias de un mismo asunto, el misterio que rodea a la muerte socrática; pero también serían escritos dentro de la tradición del cuidado de sí, cuestión que se plantea Foucault en las primeras clases del libro referido. La polémica que nos trae Foucault gira, precisamente, en torno a la última frase supuestamente dicha por Sócrates antes de su muerte, pidiéndole a Critón que le mate un gallo en honor a Esculapio. Sobre esto, Nietzsche encenderá una polémica en su Gaya ciencia, aforismo 340. Cito algunas partes de este fragmento al que hace referencia Foucault:

      Ya fuera la muerte o el veneno, la piedad o la malignidad, en ese momento algo le desató la lengua y lo hizo decir: “Oh, Critón, debo un gallo a Esculapio”. Estas ridículas y últimas palabras significan, para quien sabe escuchar: “Oh, Critón, la vida es una enfermedad”. ¿Es posible? Un hombre como él, que había vivido alegremente y como un soldado a los ojos de todos, ¿era un pesimista? […] ¡Sócrates, Sócrates, por tanto, sufrió la vida! (Nietzsche, citado por Foucault, 2010: 113)

      Foucault llega a la conclusión, basándose también en la interpretación de Georges Dumezil (1984) de que, si bien lo dicho por Nietzsche puede ser una mala interpretación, es una plausible interpretación. ¿Por qué? Porque era usual precisamente en esa época realizar alguna ofrenda a Asclepio o Esculapio (según la tradición griega o latina), el dios de la Medicina, si uno se había curado de alguna enfermedad. ¿Pero de qué enfermedad se ha curado Sócrates, que tiene que poder agradecer con la ofrenda del gallo una vez que está a punto de morir? ¿No es acaso la enfermedad que llamamos “vida” que curamos con la muerte? Evidentemente no es así, pero habrá que indagar más de cerca los dos textos que siguen a la Apología y que hablan precisamente de la reacción que Sócrates tiene ante su condena. Es decir, la condena por parte de los jueces a beber cicuta. ¿Por qué nos interesa este problema, ante la perspectiva del cuidado de sí y la formación humana, que es el tema que nos ocupa? Pues no podemos decir que elegir la muerte sea un tema de cuidado de sí y de los otros. Vayamos al punto de lo que queremos comunicar.

      Sócrates tenía otras salidas que la muerte. Por ejemplo, aceptar el exilio, pagar una multa, o incluso escaparse de la cárcel. Éstas son las últimas “tentaciones” en las que precisamente hubieran incursionado aquellos que querían o valoraban la vida por sobre esta condena injusta. Para explicar por qué éstas no son opciones para él, entre otras cosas, existen estos dos libros a los que hacemos referencia. Y también para explicar de qué nos hemos curado y por qué, y para descifrar cuál es la preocupación de Sócrates, y su mayor “ocupación”, y por qué no pone en duda esta misión incluso al optar por cumplir con su condena. Es importante ir a estos textos pues, a partir de la Apología socrática, quedan muchas preguntas abiertas acerca del cuidado de sí y de la forma de vida que ha elegido. Sabemos que Sócrates pudo liberarse de la condena. De alguna manera, hay que replicar estas posibles “salidas” a la muerte que Sócrates evitó o rechazó, y su posible relación con el cuidado y un nuevo concepto, que aquí aparece, que es el “descuido de sí”. Una es la perspectiva de los amigos. Si Sócrates no acepta la ayuda de los amigos, alguien podría pensar que sus amigos no se preocupan por él. Otra es la perspectiva familiar: es un padre que abandona a sus hijos, a su esposa, que los deja desamparados, que los “descuida” al aceptar morir, teniendo otras alternativas. Mas ¿de qué se curan entonces Critón y Sócrates (pues la cura es plural)? ¿De qué están enfermos, qué es lo que tienen que agradecer a Asclepio? Critón contiene varias posibles respuestas. Vayamos a Critón, texto cercano, por cierto, a la Apología socrática. El argumento primero tiene que ver con “el qué dirán” los demás al ver que Sócrates murió sin que ningún amigo lo socorriese (cosa que no es cierta). El argumento socrático es que no hay que preocuparse de la opinión de la mayoría sino de la verdad. ¿Acaso un hombre “bueno” puede decidir no salvar su vida y, por ende, dejar amigos, familia, etc.? (Éste es uno de los temas discutidos en el Crítón.) Sócrates ha de hacer caso a los razonamientos para ver si esto es así. Lo que resulta de esta deliberación es que Sócrates no está dispuesto a responder injustamente a la injusticia. Antes que actuar injustamente, escapar, pagar para salir, etc., prefiere acatar las leyes. Las leyes lo han beneficiado, pues él, al vivir en la ciudad, las ha aceptado; si no ha podido persuadir a los hombres de que lo absolvieran, el mal está en los hombres, no en las leyes. No debo responder con injusticia, ni hacer mal a ningún hombre, aunque haya recibido mal de él. Nada debe estar por encima de lo justo, ni los amigos ni los hijos. Los injustos son los hombres, no las leyes. Sócrates no puede responder injustamente, no puede ir contra las leyes. A través del Fedón nos encontramos con un texto de madurez, más platónico que socrático. Por ejemplo, donde, en vez de la dubitación acerca de la muerte, tenemos la convicción de la inmortalidad del alma (en la Apología, texto platónico de juventud cercano a la muerte de Sócrates, teníamos la dubitación). En él, Sócrates no está afligido, pues está seguro de la inmortalidad del alma. Un hombre que se ha dedicado toda la vida a la filosofía, dice Sócrates, ha de morir con mucho valor. Porque la filosofía ha de entenderse para Platón como una “preparación para la muerte”, pero esto no es otra cosa que ir dejando el cuerpo y las cuestiones del cuerpo, e ir concentrándose en el alma. “Los hombres ignoran que los grandes filósofos no trabajan durante su vida sino para prepararse para la muerte”, dice el Platón del Fedón. Y los cuidados del filósofo son los cuidados del alma (en el contexto del platonismo). Debe desprender su alma del comercio del cuerpo; es por medio del razonamiento como el alma descubre la verdad. No es el cuerpo sino el alma la que nos conduce a la sabiduría. Incluso dice que gozamos de la sabiduría después de la muerte, pues el cuerpo en la vida nos lo impide. Por más convicción que Sócrates tenga acerca de la vida ultraterrena, lo cierto es que la vida, aunque sea una preparación para la muerte, es al menos imprescindible para que se realice esta preparación. Hay un fragmento que quizá pueda ser clave en esta disquisición.

      Porque es preciso que sepas, mi querido Critón, le dijo, que hablar impropiamente no es sólo cometer una falta ante lo que se dice, sino causar un mal a las almas. Es preciso tener más valor, decir que es mi cuerpo el que tú entierras; y entiérrale como te acomode, y de la manera que creas más conforme a las leyes. (Fedón, 116a)

      Luego, al final del diálogo, surge este famoso pedido de matar un gallo a Esculapio. Hay un mal al que ahora se refiere bien concretamente; es el mal que producen en el alma los malos razonamientos. Los estoicos dirán después que no es la realidad la que nos hace daño, sino los juicios erróneos que emitimos sobre ella. Hay que separar, como decían los estoicos, entonces, lo que depende