responder las siguientes preguntas: ¿se puede explicar el perfil característico o fundamental de la formación humana a partir de la relación, la contradicción, la falta o el olvido de la inquietud de sí, y el cuidado de sí y de los otros, vinculado con el triunfo de una determinada manera de entender el “conócete a ti mismo” a partir de la modernidad? ¿Cómo entender el problema filosófico de la formación humana desde la relación de contradicción o complementariedad entre el cuidado de sí (epimeleia heautou) y el autoconocimiento (gnothi seauton)? ¿O cómo entender el problema de la formación humana desde esta lectura filosófica? ¿Cómo elaborar teóricamente el aporte foucaultiano a la filosofía de la educación a partir de un análisis crítico de su obra final? ¿Es posible una relectura de la historia de la subjetividad en relación con la verdad que nos permita repensar la formación humana desde una intención que siga siendo “emancipatoria”? ¿Qué relación podemos establecer entre la filosofía como “cura del alma”, la inquietud de sí y la formación del “género humano”?
Todos estos temas forman parte de un proyecto de investigación que va mucho más allá de este libro en concreto, pero que ordena y se muestra en el concierto general de los temas propuestos por él. Es nuestro deseo que guste e interese, y que sus propuestas puedan ser discutidas a fondo, tanto dentro como fuera de la academia.
1 Encontraremos una bibliografía general del tema al final del libro.
PARTE I. La formación humana y la influencia socrática
1. La educación como conocimiento de sí1
Pero el desconocerse a sí mismo uno y el presuponer cosas que no sabe y creerse conocerlas lo contaba entre lo más cercano de la locura.
Jenofonte, Recuerdos de Sócrates
El Oráculo de Delfos, lugar que los griegos antiguos consideraban el “centro del mundo”, era un recinto sagrado consagrado a Apolo. Allí asistían de todas partes para consultar al dios de Delfos, y era la Pitonisa,2 sacerdotisa intermediaria entre Apolo y los hombres, quien emitía los designios del dios sobre las cuestiones más simples hasta las más complejas o más inquietantes.
En la entrada del Oráculo, había inscripta una frase por demás enigmática: γνῶθι σεαυτόν (gnothi seauton), es decir, “conócete a ti mismo”. El hecho es que varios intérpretes consideran que, antes que darle a esta inscripción un sentido profundo y filosófico, hay que recordar que era un precepto dirigido a los consultantes, y que tenía la función de prevenir sobre cuestiones a tener en cuenta antes de hacer preguntas.3 El giro educativo en relación con el conocimiento de sí, como tema o problema filosófico, tiene su momento fundamental en el significado que le da el mismo Sócrates al precepto del dios. Tratemos de adentrarnos en este momento central en la vida socrática y de la de polis, y seguramente en la misma interpretación del dictum délfico del “conócete a ti mismo”. Había sido Querefonte, amigo de Sócrates, quien se había presentado al Oráculo de Delfos y, al pie del Parnaso, en medio de las montañas de la Fócida, a 700 metros del nivel del mar y muy cerca del golfo de Corintio, había hecho la pregunta que dio lugar a la piedra fundamental de la misión educativa y filosófica socrática: ¿Quién es el más sabio de los hombres? Y la Pitia dijo: “De los hombres todos el más sabio es Sócrates” (Laercio, 2008: 107).4 Es este hombre “sabio” por el reconocimiento de su ignorancia, es decir, “maestro ignorante” por excelencia, quien le va a dar un giro radical a la comprensión y la importancia del autoconocimiento délfico. Gnothi seauton, “conócete a ti mismo”; le debemos a Sócrates y a toda la filosofía antigua, por lo menos desde Sócrates, y a partir de él a todas las escuelas socráticas durante el período helenístico-romano (sobre todo, el epicureísmo, el estoicismo y el cinismo), la importancia central que tiene el autoconocimiento en la idea de formación humana. Este movimiento continúa en el cristianismo por sus propios cauces, y en diversos momentos y filósofos fundamentales de la historia de la filosofía occidental. Lo cierto es que le debemos a Foucault, en la época contemporánea, una importante profundización de esta temática, sobre todo a partir de La hermenéutica del sujeto, donde se va a acentuar la clara relación que tiene el autoconocimiento, con la inquietud de sí y el cuidado de sí (la epimeleia heautou o cura sui). Para estudiar toda esta temática en Foucault, debemos remitirnos a los seminarios que impartió en el Collège de France a partir de 1982, comenzando por el seminario que mencionamos y los posteriores: El gobierno de sí y de los otros (2009a) y El coraje de la verdad (2010).
Sabemos que, además de Aristófanes y Platón, una de las fuentes de Sócrates es el historiador Jenofonte. Veamos cómo se entiende el gnothi seauton en uno de los episodios fundamentales donde alude a la temática, en Recuerdos de Sócrates:
“Dime, Eutidemo, ¿has ido alguna vez a Delfos?”. “Sí, dos veces, ¡por Zeus!” “¿Viste entonces en algún lugar del templo la inscripción «Conócete a ti mismo»? “Sí.” “Y, luego, ¿no te preocupaste nada de la inscripción, o acaso le prestaste atención e intentaste examinar quién eres?” “¡Por Zeus!, claro que no, pues creía que lo sabía muy bien. Difícilmente podría saber otra cosa si no me conociera a mí mismo”. (Jenofonte, 2009: 284)
A partir de allí, Sócrates discute con Eutidemo sobre qué significa conocerse a sí mismo. Ocurre que el que se conoce a sí mismo, nos dice, no es simplemente el que sabe su nombre, sino el que conoce las cualidades que tiene para “su uso como ser humano”; de esta manera, alcanza el conocimiento de sus capacidades, de las “adecuadas e inadecuadas”. Se trata de que uno mismo debe conocer sus talentos, sus cualidades, pero también sus limitaciones, etc.; pues el que desconoce sus capacidades no se conoce a sí mismo. Otra cosa le queda clara al Sócrates de Jenofonte: es de conocerse a sí mismo de donde más les vienen los bienes a los hombres, y del estar equivocados de sí mismos, la mayoría de sus males (285). El que se conoce sabe hasta dónde puede, qué puede hacer y quién es. Esto está del lado de los beneficios. Los que no saben quiénes son yerran en lo que hacen y caen en la desgracia. Entonces, hasta aquí, en Jenofonte, los parabienes de conocerse a sí mismo; ahora la pregunta de Eutidemo se centra entonces en cómo se puede uno conocer a sí mismo. La pregunta queda abierta a posibles respuestas. Siempre el conocimiento de sí mismo, tanto en Jenofonte como en Platón, se vincula con el “autoexamen” de sí mismo. Mas el autoexamen de sí mismo es parte de la preocupación por sí, de la inquietud de sí que lleva al cuidado de sí y de los otros. Vayamos a la tradición socrático-platónica que vincula estos términos. Uno de los textos más importantes de esta tradición es la Apología de Sócrates (Platón, 2003). Allí también se cuenta el famoso episodio que marca su gran “misión filosófica” en la polis ateniense, que es la visita de Querefonte al Oráculo de Delfos ¿Qué hace el filósofo con la respuesta del Oráculo? No busca descifrar a través del análisis el sentido oculto de las palabras del dios (como ocurre generalmente con los oráculos), sino que buscar entender en la vida misma, en el diálogo con otros, qué es en definitiva tener sabiduría, y lo hace bajo la forma de verificación o refutación con las afirmaciones de los otros y con la vida que llevan. Este enigma y su desciframiento en forma de verificación-refutación a través del diálogo y el examen de los otros se convierten en su gran misión filosófica, pero a su vez en su gran tarea pedagógica. Como Sócrates no se cree sabio, dado que parte de que no sabe nada, va en búsqueda de las personas que dicen ser sabios, para constatar en qué sentido lo son. Comienza las preguntas por los políticos, los siguen los poetas y por último los artesanos (sabemos que esto lo hace como actividad “privada”, en el escenario de la polis, pero no a partir de ninguna función pública como ciudadano, a la que renuncia con abnegación, precisamente para dedicarse a esta tarea). Sabemos que esta misión, y sus consecuencias negativas por parte de sus interrogados, son parte justamente de la explicación del juicio al que fue sometido