agradecer entonces todos los apoyos obtenidos para la estancia de investigación, y en lo personal todos los valiosos aportes realizados por Sílvio Gallo, de la Universidad de Campinas, y su grupo de investigación. Asimismo, los aportes y los avances teóricos realizados por Enrique Puchet y por el grupo de investigación cocoordinado por él y por mí, del Departamento de Historia y Filosofía de la Educación, de la FHUCE, Udelar. A todos ellos, muchas gracias.
Finalmente, debo agradecer y destacar el apoyo y premio recibido del Ministerio de Educación y Cultura del Uruguay por haber resultado ganadora con esta obra del Concurso en Rubro Inédito de Ciencias de la Educación en el Premio Nacional de las Letras 2015.
Ahora hablaremos del proyecto de investigación en general, en cuyo marco se ha desarrollado este trayecto de la investigación como profesora con dedicación total y el proyecto Capes-Udelar con Unicamp, y que da una unidad a la propuesta que desarrolla este libro. Las universidades coordinadoras de dicho programa son la Universidad Estadual de Campinas y la Universidad de la República. Las instituciones asociadas en red de Brasil son la Universidad Estadual del Oeste de Paraná (Unioeste), la Universidad del Estado de Río de Janeiro (UERJ) y la Universidad Católica de Campinas (PUC-Campinas).
Entre el conócete a ti mismo y la inquietud de sí1
Trabajar la relación entre el “conócete a ti mismo” (gnothi seauton) y la “inquietud de sí” (epimeleia heautou) es el desafío que nos propone Michel Foucault a través de su libro La hermenéutica del sujeto. Éste es un texto de Foucault que transcribe uno de los últimos cursos que dio, en 1981-1982. Allí refleja las inquietudes de la etapa ética de su trayectoria, que en realidad sintetizan la preocupación central de toda su obra: el problema de la subjetividad en relación con la verdad o, más precisamente, la historia de la verdad en relación con la historia de la subjetividad, para nosotros entendida en relación con la educación y, en una forma más general y radical, con lo que hemos dado en llamar la formación humana. Se trata de indagar cómo se construye el sujeto a través de la relación con la verdad por medio de la educación, o de una determinada relación educativa a partir de una propuesta filosófica, en virtud de una idea de la verdad que implica, o trae como consecuencia, determinadas prácticas formativas que se presentan también como “terapéuticas”. Para ello, tenemos que retomar necesariamente la idea de genealogía que toma Foucault de su maestro Nietzsche y que refleja de una manera “posilustrada”, al trabajar la historia de la verdad desde la construcción del origen, o de su invención, desde la discontinuidad y la ruptura. La etapa genealógica de Foucault llega a su punto de profundización en el seminario antes mencionado, desde donde el filósofo deja de preocuparse por el tema del poder, por el problema de la sexualidad, o el deseo en relación con la verdad (temas característicos de la etapa genealógica de su pensamiento), para centrarse pura y exclusivamente en la relación del sujeto consigo mismo (y no otra cosa es la ética para este autor). Foucault (2003: 12) declara:
Qué es la filosofía hoy –quiero decir la actividad filosófica– si no el trabajo crítico del pensamiento sobre sí mismo. ¿Y si no consiste, en vez de legitimar lo que ya se sabe, en emprender el saber cómo y hasta dónde sería posible pensar distinto?
En cuanto a la ética, dice algo que nos interesa sobremanera:
Cierto que toda acción moral implica una relación con la realidad en donde se lleva a cabo y una relación con el código al que se refiere, pero también implica una determinada relación consigo mismo; ésta no es simplemente “conciencia de sí”, sino constitución de sí como “sujeto moral”, en la que el individuo circunscribe la parte de sí mismo que constituye de esta práctica moral, define su posición en relación al precepto que sigue, se fija en un determinado modo de ser que valdrá como cumplimiento moral de sí mismo, y para ello actúa sobre sí mismo, busca conocerse, se controla, se prueba, se perfecciona, se transforma. No hay acción moral que no se refiera a la unidad de una conducta; ni conducta moral que no reclame la constitución de sí misma como sujeto moral, que constitución del sujeto moral sin “modo de subjetivación” y sin una “ascética” o “práctica de sí” que los apoyen. (29)
Es importante destacar estos dos aspectos de Historia de la sexualidad II. El uso de los placeres, donde aparece su concepción sobre la filosofía y la ética. En La hermenéutica del sujeto, Foucault recorre un camino histórico para repensar las relaciones entre verdad y sujeto en vinculación con esta idea de la moral que implica “una determinada relación consigo mismo”, “un modo de construir la subjetividad” o un modo de subjetivación elaborada a través de la educación. Todos estos elementos van a perfilar el tema en el que se va a centrar el libro del que partimos. En La hermenéutica del sujeto, la relación del sujeto consigo mismo, en vinculación con una idea de verdad, se trabaja a través del par conceptual inquietud de sí y conócete a ti mismo. Su hipótesis central gira en torno a la idea de que, en un momento de la historia de la verdad, estos dos aspectos centrales construyen una determinada manera de entender la moral, donde estos dos elementos, que están íntimamente relacionados, se separan irrevocablemente a través de lo que se da en llamar “el momento cartesiano”. Sin embargo, no se trata tanto de Descartes, sino quizá de una interpretación de Descartes, que mucho ha influido en una educación que sólo se reconoció en el “conócete a ti mismo” y que se vinculó sólo con el conocimiento racional y olvidó la relación que éste tenía con la inquietud de sí (Foucault, 2006a); que puso su acento en el saber y se olvidó de la búsqueda de la sabiduría en un sentido más abarcador, que incorporaba el trabajo del sujeto sobre sí mismo.
Pues la filosofía fue, en su centro mismo, a partir de la civilización antigua, una propuesta formativa del género humano. Con esto queremos decir también que la filosofía de la educación no es una vertiente menor de la filosofía; es su centro mismo, mirada desde los albores de su “creación”. La filosofía emergió y logró visualizarse como práctica liberadora para proponer un modo de vida, un “arte de existencia” a través de una propuesta formativa a partir del diálogo (me refiero, claro está, en este momento, al modelo socrático-platónico y su influencia en la historia).
El olvido del cuidado de sí
En esta interpretación, se entiende a la filosofía como “arte de existencia” (Hadot, 2006; Díaz Genis y Puchet, 2010) y se plantea una filosofía de la educación a partir de la búsqueda de un cambio profundo en la vida humana. En este contexto, Foucault (2003: 36) plantea una hipótesis sobre la que pretendemos volver en esta investigación, que es la siguiente:
Pues bien, ahora, si damos un salto de varios siglos, podemos decir que entramos en la edad moderna (quiero decir que la historia de la verdad entró en su período moderno) el día en que admitió que lo que da acceso a la verdad, las condiciones según las cuales el sujeto puede tener acceso a ella, es el conocimiento, y sólo el conocimiento.
A este momento en la “historia de la verdad” Foucault lo llama “momento cartesiano”, sin querer decir que solamente sea cartesiano; pero es a partir de Descartes cuando podemos ver claramente esta tendencia donde no se le pide al sujeto un cambio en el modo de vida, “una conversión”, sino que el sujeto es capaz de reconocer por sí mismo que, por sus meros actos de conocimiento, puede acceder a la verdad. Las condiciones de acceso del sujeto al conocimiento se definen desde el mismo conocimiento; no implican al sujeto y a su vida, y se realizan, o conforman, a través de la educación. Hay condiciones, dice Foucault, “extrínsecas” para acceder a la verdad: no hay que ser loco (sobre este tema y la discusión de Foucault con Descartes, ver Historia de la locura), condiciones culturales, son necesarias educación, formación, estar dentro de un consenso científico, etc., condiciones morales, hay que hacer esfuerzos. Allí se dice, entonces, que estas condiciones pertenecen al sujeto concreto, y no a la estructura del sujeto como tal. La idea es que, tal como es, el sujeto es capaz de verdad (37). A partir supuestamente de este momento, el conocimiento se abre a la “dimensión indefinida del progreso”; pero este progreso será una forma del olvido del cuidado de sí.
Más allá de lo complejo de esta hipótesis, habrá que ver qué quiere