comprende las consecuencias morales, culturales y sociales. “El típico emprendedor se retira de la arena sólo cuando sus esfuerzos se agotaron y son insuficientes para cumplir con la tarea que él se ha propuesto”. Esto no se verifica en el caso del hombre económico, que pondera los resultados de acuerdo a la utilidad o falta de utilidad de sus esfuerzos. Este llega a un punto en el cual está convencido que debe haber un equilibrio entre costo y beneficio. Los esfuerzos que el emprendedor hace no constituyen una razón para abandonar el emprendimiento: “una actividad del tipo del emprendedor es obviamente un obstáculo al goce hedonístico de los bienes que son adquiridos usualmente mediante el dinero. El consumo supone ocio. En términos hedonísticos la conducta del emprendedor sería irracional”22.
La competencia schumpeteriana
Schumpeter abogó contra el modelo de competencia en equilibrio predominante en su tiempo y en la actualidad. Este equilibrio es eficiente en el sentido de que nadie podría mejorar sino en detrimento de otro individuo. Se trata del modelo de la oferta y la demanda, en el cual los monopolios son un “azote”, debido a su poder de coartar la producción y elevar los precios. Sin embargo, para Schumpeter, los monopolios serían funcionales al proceso de innovación que constituye el “núcleo” del capitalismo. “La competencia schumpeteriana sustituyó la competitividad en el mercado por competitividad por el mercado”23. La competencia perfecta sería un impedimento para que los innovadores obtuviesen beneficios de sus ideas y sin innovación las economías se estancarían.
Innovación de los monopolios en la creación
de barreras de entrada
La entrada de nuevos competidores puede ser un impedimento para innovar y, por esta razón, las empresas dedican numerosos recursos a la creación de barreras socialmente productivas para mantener su posición retardando el ritmo general de la innovación. Microsoft se ha convertido en el vivo ejemplo de cómo una parte interesada puede frenarla. Estas y otras compañías han innovado en la creación de nuevas barreras de entrada y en la obtención de beneficios de su poder monopolístico24.
Como la innovación es estimulada por la búsqueda de mayores beneficios no es extraño que los rendimientos de la esfera privada no sean consistentes con los retornos sociales. De esta manera, lo que se podría esperar de la innovación no termina alcanzándose. El optimismo de Schumpeter, en el sentido de que todos o por lo menos la mayoría se beneficiaría de la innovación generada por el capitalismo dinámico, no es convincente25. “Las empresas (y sus gerentes) erradicadas por la ‘destrucción creativa’ de este proceso de optimismo irracional y pobre análisis del riesgo no reviven con facilidad”26.
Stiglitz sostiene que Schumpeter siguió la lógica de la teoría del “goteo”, aunque explícitamente nunca la mencionó. Los ingresos familiares son más bajos hoy (con la inflación ajustada) que hace una década. “Comprobar que los ingresos de los trabajadores varones en su treintena era superior hace tres décadas también resta solidez a la confianza en esta economía de goteo”27.
Con respecto al reconocimiento actual del papel fundamental del Gobierno en la promoción de los avances científicos, hay que subrayar que los gobiernos siempre asumieron ese papel antes que Schumpeter lo advirtiera. Este es el caso de la creación de algunas de las “mayores innovaciones del siglo xx, incluyendo internet”. También en el siglo xix, el Gobierno financió la primera línea de telégrafos, promovió la investigación que cimentó el aumento de la productividad agrícola en Estados Unidos y formó las estructuras de propagación para transmitir este conocimiento a los agricultores28 29. El énfasis de Schumpeter en la promoción de la innovación por parte de las grandes empresas, en ocasiones monopolísticas, es discutible. Hay estudios que demuestran que una gran proporción de las innovaciones modernas se origina en empresas nuevas y pequeñas. “Algunos pasos del proceso innovador pueden automatizarse, pero no así la verdadera creatividad y, si las grandes compañías ponen trabas a la entrada de nuevos competidores, la innovación resulta perjudicada”30.
Papel de los derechos de propiedad intelectual
Schumpeter tampoco se ocupó mayormente de los problemas relacionados con el papel de los derechos de propiedad intelectual. Los intereses corporativos han pretendido “cercar el patrimonio común” del conocimiento dificultando así el desarrollo de la ciencia y la tecnología. Los conflictos por la propiedad intelectual de las patentes impiden la innovación y los monopolios minimizan los incentivos a la misma. El financiamiento a los partidos políticos en las campañas electorales y el lobby alteran el proceso político. “El sector financiero consiguió comprar la desregulación para acabar pidiendo ingentes ayudas económicas”31.
Stiglitz afirma que, sin perjuicio de lo anterior, Schumpeter tenía muy claras las relaciones entre el proceso político y su influencia en la innovación. Del mismo modo, estaba consciente de las limitaciones de los economistas “basados en un modelo particular de economía de mercado, el modelo de equilibrio, en el que la innovación carecía de lugar. En este modelo la competencia perfecta era ideal, y cuando se alcanzaba dicho ideal, el mercado era plenamente eficiente. Pero en ese afán por asegurarse de que los puntos fuertes del capitalismo basado en mercados imperfectos no se obviasen, él mismo subestimó sus limitaciones”32. En suma, gracias al alejamiento de Schumpeter de la economía convencional “facilitó las herramientas esenciales para continuar la búsqueda interminable en pos de la sociedad mejor”33.
Asimismo, criticaba a esos economistas que no vinculan el análisis de una situación momentánea con el pasado y el futuro. Estos explican el comportamiento de las empresas mediante el principio del lucro y cómo ellas son administradas por el capitalismo, pero “el problema relevante es el descubrir cómo las crea y cómo las destruye”34.
“Mi paradójica conclusión: al capitalismo
lo están matando sus propias realizaciones”
En Capitalismo, socialismo y democracia (1942), Schumpeter expuso lo que él llamaba su “paradójica conclusión”, en el sentido de que el capitalismo caería como sistema histórico debido a “sus propias realizaciones”. Esta conclusión fue elaborada explícitamente como una alternativa a lo que definió como la errada tesis de Marx y otras líneas más populares35.
El progreso de la economía capitalista era evidente, a pesar de las pérdidas conocidas durante los períodos de depresión. Este progreso, consistente en una “destrucción creativa”, era en verdad una “historia de revoluciones”36.
Además, debido a las pocas evidencias que pudo advertir en el aumento de la desigualdad, también albergaba la esperanza de que el aumento de los ingresos medios terminara erradicando la pobreza37.
El progreso económico se sustentaba en motivos de insuperable simplicidad y vigor y daba rienda suelta, con una rapidez inexorable, a las promesas de riqueza y a las amenazas de ruina con que sancionaba el comportamiento económico38. Sin embargo, esta misma fuerza motivacional crearía las condiciones para destruir sus “pilares extracapitalistas”, esto es, las instituciones remanentes del feudalismo que ofrecían alguna protección a sus distintos actores, como la hacienda, la aldea y los gremios artesanales39.
También destruiría las instituciones económicas del pequeño productor y del pequeño comerciante, a pesar de que todas ellas formaban una parte importante del inicio de su propio “edificio”40.
Todas las instituciones anteriores representaban cadenas que no solamente entorpecían, sino que también protegían41, y su destrucción dio nacimiento a una concentración progresiva de la riqueza y el poder42.
Además de la destrucción de las instituciones de protección social, Schumpeter también sostenía que la automatización impulsada por la misma empresa capitalista la haría superflua y saltaría en pedazos bajo la presión de su propio éxito43; y decía que para aceptar el derrumbamiento del capitalismo no era necesario ser socialista, porque la prognosis no implicaba nada acerca de la deseabilidad del curso de los acontecimientos que se predecían. Si un médico predice que su paciente morirá en breve, no quiere