para otra evolución, “una civilización socialista”45.
Stiglitz, discordando de la apreciación de Schumpeter, dice que la nueva amenaza del capitalismo no proviene del socialismo, ya fracasado como alternativa en la forma como lo hemos conocido. La cuestión hoy es cómo salvarlo de los propios capitalistas que, mediante el “asistencialismo corporativo”, han sabido emplear el poder del Estado para proteger a los ricos y poderosos en lugar de los más desfavorecidos. En este sentido, han sido más estatistas que los propios socialistas. Como ya se anticipó, contrariamente a este hecho, los ingresos medios de los trabajadores hombres entre los 30 y 39 años son hoy muy inferiores a los que existían hace tres décadas. Con esta constatación, Stiglitz pone en cuestión el optimismo de Schumpeter sobre el progreso económico del capitalismo46.
Karl Polanyi. El mercado autorregulado
y las mercancías ficticias
Un punto de vista similar al sostenido por Schumpeter, en cuanto a los efectos del progreso económico capitalista en la destrucción de las instituciones de protección social, fue elaborado por Karl Polanyi en 1944, en su crítica a la mercantilización del trabajo humano. Puesto que el ser humano no ha sido generado como una mercancía para ser vendido en el mercado, esto no sería más que una ficción creada por el capitalismo, pero inevitable para poder disponer libremente de la “entidad física, sicológica y moral de los trabajadores”, hasta llegar a convertir completamente a la propia sociedad en un simple “apéndice” del sistema económico47.
Lo mismo pensaba Max Weber mucho antes, cuando sostenía que si el mercado era abandonado a su propia legalidad, no reparaba más que en la cosa, no en la persona, no reconocería ninguna obligación de fraternidad ni de piedad existente en las comunidades de carácter personal. Todas ellas serían obstáculos para su libre desarrollo48. Weber era muy pesimista acerca de las potencialidades de la razón para reducir los efectos negativos de la modernización capitalista, los cuales se traducirían en una pérdida de sentido y libertad conducentes a un verdadero encierro en una jaula de hierro en la cual dominarían “los sensualistas sin espíritu y los especialistas sin corazón”49.
A la transformación del trabajo humano en mercancía, Polanyi sumó la tierra y el dinero. Todos debían ser transformados necesariamente en mercancía, definida empíricamente como todo objeto producido para la venta en el mercado. Los mercados son también empíricamente definidos como contactos efectivos entre compradores y vendedores. Sólo cuando todos los elementos de la economía son concebidos como productos para la venta, pueden ser sometidos al mecanismo de la oferta y la demanda en interacción con los precios. De esta manera, deben existir mercados para todos los elementos de la industria, organizados en un grupo de oferta y en un grupo de demanda. El precio que esos elementos tienen actúa recíprocamente sobre dicha oferta y demanda. “Esos mercados son muy numerosos y están en comunicación recíproca, formando un gran mercado único […], incluir el trabajo y la tierra entre los mecanismos del mercado supone subordinar a las leyes del mercado la sustancia misma de la sociedad”50.
La tierra, que es la misma naturaleza, tampoco ha sido creada por el hombre para ser vendida en el mercado. Esta ficción traerá consigo un verdadero saqueo, la contaminación de los ríos y la destrucción de la capacidad para producir alimentos y materias primas. La administración del poder adquisitivo por el mercado sometería a las empresas a liquidaciones periódicas, ya que la alternancia de la penuria y de la superabundancia sería tan desastrosa para el comercio como lo fueron las inundaciones y los períodos de sequía para la sociedad primitiva51.
La autorregulación de los mercados del trabajo humano, la naturaleza y el poder de compra de las personas “conduce necesariamente a la destrucción de la sociedad”52. La autorregulación prohíbe cualquier disposición o comportamiento que pueda obstaculizar el funcionamiento efectivo del mecanismo del mercado construido sobre la ficción de la mercancía”53.
“Desprovistos de la protectora cobertura de las instituciones culturales, los seres humanos perecerían al ser abandonados en la sociedad: morirían convirtiéndose en víctimas de una desorganización social aguda, serían eliminados por el vicio, la perversión, el crimen y la inanición”54.
En el prólogo de La gran transformación de Polanyi, Emmanuel Rodríguez e Isidro López dicen que las ideas políticas de Polanyi pueden considerarse dentro del marco del socialismo cristiano, debido a la importancia que concede a la idea de individuo, a la igualdad que debería existir entre ellos y al desarrollo de relaciones comunitarias. Polanyi también identificó al movimiento obrero como el motor del principio de protección social, de defensa de la sociedad respecto al mercado y negó el carácter positivo de la lucha de clases. La utopía del mercado autorregulado y la dislocación que le acompaña —la sociedad de clases— son, a la postre, la negación ideológica y práctica de todo ideal de comunidad55.
Basados en el legado intelectual de Schumpeter y Polanyi, los cultores de la macrosociología histórica proponen una restructuración de la economía-mundo postcapitalista organizada de acuerdo a diferentes principios. Debería darse prioridad a un sector de utilidad pública en la reproducción social de las personas y prioridad a un sector mercantil en la provisión de otros bienes y servicios de consumo de la población. En ambos casos, deberíamos observar una alta flexibilidad para el empleo de uno u otro sector de acuerdo a cada circunstancia56.
¿Caída del capitalismo o nuevo capitalismo?
Immanuel Wallerstein explica las razones para predecir el quiebre del sistema en la incapacidad de los capitalistas para seguir manteniendo las condiciones de la incesante acumulación de capital, esto es, la esencia de su realidad como sistema histórico. El sistema alcanzará finalmente sus límites estructurales, así como ha ocurrido con todos los sistemas históricos, y terminará su existencia debido a la frustración de los mismos capitalistas. Presionados por los costos sociales y ecológicos para hacer negocios, les resultará imposible tomar sus decisiones de inversión como usualmente lo hacen57.
Para Randall Collins, la caída del capitalismo será el resultado del desplazamiento del empleo de la clase media por el imparable avance de las tic y los destructivos efectos de la “financialización” de la economía en la inversión realmente creativa.
Michel Mann sostiene que las sociedades responden a la actuación de diferentes configuraciones de las redes ideológicas, económicas, militares y políticas constitutivas del poder social. Si se reconoce este hecho, la caída del capitalismo en Occidente no significará su muerte sistémica. El surgimiento del “resto” no occidental abrirá nuevas fronteras al capitalismo, al menos en el futuro previsible. Los cambios demográficos y sus efectos en la economía del mundo se estabilizarán. Sin embargo, una crisis medioambiental podría acontecer aún antes de la configuración de nuevas formas de organización capitalista.
Craig Calhoun concuerda con la hipótesis de la sobrevivencia del capitalismo, si los capitalistas ilustrados se disponen a asumir los costos medioambientales y sociales del sistema. Un nuevo capitalismo podría surgir, aunque tampoco puede desecharse que la incapacidad para corregir los negativos efectos de la financialización de la economía asuma dimensiones sistémicas que terminen con él.
Georgi Derluguian, después de estudiar la caída del comunismo soviético y la transformación de China en una forma de capitalismo de Estado, prevé la crisis del capitalismo como consecuencia de las contradicciones destacadas por Wallerstein más que como efectos de conflictos geopolíticos en la forma de guerras mundiales. Puede esperarse la formación de coaliciones políticas movilizadas por un programa de izquierda liberal comprometido con el ideal de una justicia universal. Esto ocurrirá principalmente en los países capitalistas de las zonas centrales con tradición democrática y existencia de movimientos sociales. Sin embargo, ello no excluye el desarrollo de los nacionalismos extremos, que tratarían de controlar policialmente las manifestaciones disidentes en su grado máximo mediante el empleo de nuevos medios tecnológicos.
1 Wallerstein, I. et al., “The Next Big Turn. Collective Introduction”,