Elizabeth Jelin

Repensar las desigualdades


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      [1] Queremos agradecer a la Red de Investigación sobre Desigualdades Interdependientes en América Latina (<www.desiguALdades.net>), auspiciada por el Ministerio Federal de Educación e Investigación de Alemania, por el apoyo a nuestra investigación y a esta publicación. Nuestro sincero agradecimiento a todos los autores que amablemente aceptaron nuestra invitación a participar en este proyecto conjunto, y que revisaron de manera profusa su trabajo en respuesta a nuestras consultas y comentarios. Agradecemos muy especialmente a Ramiro Segura, por el dedicado y cuidadoso trabajo realizado para hacer posible esta publicación.

      [2] El exalcalde de San Pablo, Brasil, el cientista político Fernando Haddad, formuló de manera apropiada esta contradicción en su exitosa campaña para las elecciones municipales de 2012: “Gracias a Lula y Dilma [expresidentes brasileños], los pobres en Brasil consumen más. Como alcalde, quiero ayudar a extender este logro, no solo a consumir más y mejor, sino también al uso de servicios públicos de buena calidad, a tener mejor educación, transporte y vivienda. Por lo tanto, declaro que Lula y Dilma mejoraron la calidad de vida dentro su hogar; y, como alcalde, voy a dar lo mejor de mí para mejorar su calidad de vida de la puerta de su casa para afuera” (Haddad, 2012).

      Estructuración de las desigualdades

       Roberto Patricio Korzeniewicz

      ¿Por qué una unidad de análisis histórica mundial?

      Uno de los supuestos más asentados en las ciencias sociales es que la desigualdad y la estratificación en el mundo se formaron principalmente por fuerzas que operan dentro de las naciones. Esta suposición es tan fundamental, y está arraigada de manera tan profunda, que la elección de las naciones como unidad de análisis privilegiada en general no ha estado bien fundada desde el punto de vista teórico. En este sentido, gran parte del trabajo sobre desigualdad y estratificación en las ciencias sociales contemporáneas, elaborado mediante una combinación de sentido común, tradición académica y el formato en que los datos pertinentes han estado disponibles con más facilidad, naturaliza a las naciones como los espacios que contienen dentro de sus fronteras los procesos fundamentales que son relevantes para comprender el tema.

      Un texto fundacional de las ciencias sociales modernas, La riqueza de las naciones de Adam Smith (1976 [1776]), sirve para ilustrar la importancia de elegir una unidad de análisis adecuada. En varios pasajes de ese libro, el autor analiza las disparidades de la riqueza dentro la ciudad, y entre esta y el campo, de una manera que se asemeja a los debates de estas disparidades dentro y entre las naciones ricas y pobres de hoy. En vez de seguir el sentido común vigente para explicar la riqueza de las ciudades y la pobreza del campo a finales del siglo XVIII como resultado de los procesos que ocurren de manera independiente en cada uno de estos territorios acotados, en La riqueza de las naciones Smith elige una unidad de análisis alternativa, que abarca ambos conjuntos de espacios (la ciudad y el campo).

      Si bien esos acuerdos tendían a aumentar los salarios que los empleadores de las ciudades debían pagar, “en recompensa, estaban habilitados para vender los