J.W. Goethe

Fausto


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pido un par de líneas.

      FAUSTO

      ¡Eso más! ¿También me pides un escrito, pedante? ¿No has conocido todavía ningún hombre ni palabra de hombre? ¿No basta que mi palabra hablada deba disponer de mis días para siempre? El mundo se desencadena sin cesar en todas sus corrientes, ¿y a mí ha de tenerme sujeto una promesa? Pero esta idea quimérica está arraigada en nuestro corazón; ¿quién quiere de buena voluntad librarse de ella? ¡Dichoso aquel que mantiene pura la fe en su pecho! Ningún sacrificio le pesará jamás. Pero un pergamino, escrito y sellado, es un espantajo ante el cual todo el mundo se amedrenta. La palabra expira ya en la pluma; la cera y la piel tienen el señorío. ¿Qué quieres de mí, espíritu maligno? ¿Bronce, mármol, pergamino, papel? ¿Tengo que escribir con buril, cincel, pluma? Te dejo enteramente libre la elección.

      MEFISTÓFELES

      ¿Cómo puedes exagerar tu facundia con tal calor? Una pequeña hoja cualquiera es buena para el caso. Firmarás con una gotita de tu sangre.

      FAUSTO

      Si eso te satisface plenamente, pase como chanza.

      MEFISTÓFELES

      Es la sangre un fluido muy singular.

      FAUSTO

      No haya miedo alguno de que rompa yo este pacto. Cabalmente lo que prometo es la tendencia de todas mis energías. Demasiado me envanecí; no pertenezco más que a tu condición. El grande Espíritu me desdeñó, y ante mí se cierra la Naturaleza. Roto está el hilo del pensamiento; largo tiempo ha que estoy hastiado de todo saber. Apaguemos las ardientes pasiones en los abismos de la sensualidad. Bajo impenetrables velos mágicos, apréstese al punto toda maravilla. Lancémonos en el bullicio del tiempo, en el torbellino de los acontecimientos. Alternen uno con otro entonces, como puedan, el dolor y el placer, la suerte próspera y la adversa. Sólo por una incesante actividad es como se manifiesta el hombre.

      MEFISTÓFELES

      No se os fija medida ni término. Si os gusta golosear en todas partes, tomar alguna cosa fugitiva, buen provecho os haga lo que os deleite. Pero echad la mano y no seáis tímido.

      FAUSTO

      Bien sabes tú que no se trata de placer. Al vértigo me abandono, al más amargo de los goces, al odio amoroso, al enojo avivador. Mi pecho, curado ya del afán de saber, no debe cerrarse de hoy en adelante a dolor alguno, y lo que está repartido entre la humanidad entera quiero yo experimentarlo en lo íntimo de mi ser; quiero abarcar con mi espíritu lo más alto y lo más bajo, acumular en mi pecho el bien y el mal de ella, extendiendo así mi propio ser al suyo, y como ella, estrellándome yo también al fin.

      MEFISTÓFELES

      ¡Oh! Créeme a mí, que hace muchos miles de años que estoy mascando ese duro manjar; desde la cuna hasta el sepulcro, ningún hombre digiere la vieja levadura. Cree a uno de nosotros: ese Todo no se ha hecho sino para un Dios; Él mora en un eterno esplendor; a nosotros nos ha puesto en las tinieblas, y únicamente a vosotros convienen el día y la noche.

      FAUSTO

      Pero ¡yo lo quiero!

      MEFISTÓFELES

      ¡Sea en buen hora! Sin embargo, una sola cosa temo; el tiempo es breve y el arte es largo. Pienso que haréis bien en dar oídos a la razón. Asociaos a un poeta, dejad que el maestro divague en sus pensamientos y amontone sobre vuestra respetable testa todas las nobles cualidades: el arrojo del león, la agilidad del ciervo, la sangre ardiente del italiano, la constancia del Norte. Dejadle que os halle el secreto de aunar la grandeza de ánimo con la astucia, y de apasionaros, conforme a un plan, con fogosos ímpetus juveniles. Hasta tendría yo gusto en conocer a un tal señor; le apellidaría señor Microcosmos.

      FAUSTO

      ¿Qué soy, pues, si no es posible llegar a conseguir la corona de la humanidad, hacia la cual tienden todos mis pensamientos?

      MEFISTÓFELES

      Tú eres, al fin y al cabo... lo que eres. Ponte pelucas de millones de bucles; calza tus pies con coturnos de una vara de alto, y a pesar de todo, seguirás siendo siempre lo que eres.

      FAUSTO

      Bien lo veo. En balde acumulé sobre mí todos los tesoros del espíritu humano, y cuando al fin me siento para descansar, ninguna nueva fuerza, a pesar de ello, nace en mi pecho; no soy más alto del grueso de un cabello, ni estoy más cerca de lo Infinito.

      MEFISTÓFELES

      Mi buen señor, vos veis las cosas exactamente como se ven de ordinario. Es preciso obrar con más tino, antes que huya de nosotros el placer de la vida. ¡Qué diantre! Tuyos son, sin duda, manos y pies, cabeza y c...;2 pero todo aquello de que yo disfruto buenamente ¿es menos mío por eso? Si puedo pagar seis caballos, ¿no son mías las fuerzas de ellos? Corro así velozmente y soy un hombre verdadero y cabal, como si tuviera veinticuatro piernas. ¡Ánimo, pues! Déjate de cavilaciones, y lancémonos de rondón en el mundo. Yo te lo digo: el hombre que se devana los sesos, es como una bestia a quien un mal espíritu hace dar vueltas por un seco erial, por todas partes rodeado de lozanos y verdes pastos.

      FAUSTO

      ¿Cuándo empezamos eso?

      MEFISTÓFELES

      Partimos al instante. ¿Qué lugar de tortura es ése? ¿Puede llamarse vivir el aburrirse uno mismo y aburrir a los muchachos? Deja eso para el vecino maese Barrigón. ¿Por qué te afanas trillando la paja? Lo mejor que puedes saber no te atreves a enseñarlo a tus discípulos... Precisamente ahora oigo uno en el corredor.

      FAUSTO

      No me es posible recibirle.

      MEFISTÓFELES

      El pobre chico está esperando largo rato ha, y no puede irse desconsolado. Ven, dame tu ropón y tu gorro. Tal disfraz debe sentarme a maravilla. (Se cambia de vestido.) Ahora deja eso para mi ingenio. No necesito más que un breve cuarto de hora. Mientras tanto, prepárate para el hermoso viaje.

      Vase Fausto.

      MEFISTÓFELES

      (Vestido con el ropón de Fausto.) Desdeña la razón y el saber, supremas fuerzas del hombre; déjate afirmar, por el espíritu de mentira, en las obras de ilusión y prestigio: te tengo incondicionalmente... Diole el destino un espíritu que, indómito, se lanza siempre adelante y, en su harto precipitado esfuerzo, salta por cima de los goces terrenos. Yo le arrastraré por una vida desordenada, por la trivial frivolidad; es preciso que se me revuelva, se obstine y se adhiera, e insaciable como es, verá suspendidos manjares y bebidas ante sus ávidos labios, sin que llegue a tocarlos. En vano implorará consuelo para él, y aunque no se hubiese dado al diablo, habría de perderse sin remedio.

      Entra un Estudiante.

      ESTUDIANTE

      Poco tiempo hace que estoy aquí, y vengo sumiso para hablar y conocer a un hombre a quien todos me nombran con respeto.

      MEFISTÓFELES

      Vuestra cortesía me halaga en extremo. Veis un hombre como tantos otros. ¿Os habéis dirigido ya a otras partes?

      ESTUDIANTE

      Ruégoos que os intereséis por mí. Llego con la mayor voluntad, algún dinero y sangre joven. A duras penas consintió mi madre en separarse de mí. Bien quisiera yo aprender algo bueno.

      MEFISTÓFELES

      Entonces os halláis cabalmente en el sitio debido.

      ESTUDIANTE

      Francamente, quisiera volverme ya. Entre estos muros, en estos recintos, no me hallo a gusto en manera alguna. Es un espacio harto reducido, no se descubre nada de verdor, ningún árbol, y en esas aulas, en esos bancos, se me van el oído, la vista y el pensamiento.

      MEFISTÓFELES

      Eso no es sino cuestión de hábito. Tampoco,