que es el acto de la esencia de cualquier cosa, Heidegger lo llamará Vorhandensein. Esta palabra puede ser traducida al español por la expresión “estar ahí”. Lo que con esta expresión se quiere mencionar es el hecho de que algo esté dado, o quizás, mejor aún, el estar-dado-de-antemano. Las cosas son vorhanden cuando se presentan ahí delante de nosotros como algo que es previo a nuestra intervención; esto es, como algo dado de antemano. De este modo de ser que es la Vorhandenheit, se dice constantemente en Ser y tiempo que es “esencialmente incompatible con el ente que tiene el carácter del Dasein”. Por eso el párrafo 2 termina con la siguiente frase: “para evitar la confusión usaremos siempre para el término existentia la expresión interpretativa estar-ahí (Vorhandenheit) y le atribuiremos la existencia (Existenz) como determinación de ser solamente al Dasein”.
3. En el párrafo 3, después de formular la tesis de que la “esencia’ del Dasein consiste en su existencia”, el texto continúa de la siguiente manera: “Los caracteres destacables en este ente no son, por consiguiente, ‘propiedades’ que estén-ahí de un ente que está-ahí con tal o cual aspecto, sino siempre maneras de ser posibles para él, y sólo eso”. Esta frase, bastante enigmática, quiere decir lo siguiente: en el Dasein sus notas características no son “propiedades”, en el sentido de algo que se sigue del ser del Dasein, sino que esas notas conforman el modo de ser de este ente; esto es, su ser mismo. Al revés de la filosofía clásica, como por ejemplo, la aristotélico-tomista, donde el ser del ente está constituido por la sustancia, de la cual fluyen como propiedades los accidentes, el Dasein, para Heidegger, envuelve en su ser estas presuntas propiedades, que son no un accidente añadido al ser del ente, sino modos posibles del ente Dasein. “Todo ser-tal de este ente es primariamente ser” (Alles Sosein dieses Seienden ist primär Sein). Todo ser-así (o ser-tal) se refiere a lo que habitualmente llamamos “esencia” o el qué de un ente. En el caso del Dasein, este “qué” es primordialmente ser, es decir, existencia. Heidegger concluye, por consiguiente, la explicación de la primera característica del Dasein, diciendo: “el término ‘Dasein’ con que designamos a este ente no expresa su qué, como mesa, casa, árbol, sino el ser”. Aquí se ve claro que el término Dasein, además de designar al ente que somos nosotros mismos, nombra también el ser de ese ente. La razón de esto es que el Dasein tiene una “esencia” que consiste en su existencia. Si nos preguntaran “¿qué es el Dasein?”, habría que responder que el Dasein es su existir mismo.
4-5. La segunda característica esencial del Dasein viene expuesta en los párrafos 4 y 5. Su primera formulación es la siguiente: “El ser que está en cuestión para este ente en su ser es cada vez el mío”. Esta frase implica dos aspectos: por un lado, el ser del Dasein es esencialmente individual. Pertenece a la esencia del Dasein ser cada vez este determinado ente y no otro. Esta idea se encontraba ya fuertemente expresada por Kierkegaard, quien llamaba a esto la subjetividad de la existencia, que es obviamente una mala expresión. Es muy importante distinguir entre la singularidad de una cosa y la individualidad del Dasein. La primera no sólo le parecía sin mayor trascendencia a Platón, sino más aún él la consideraba un no-ser. Lo propio del ser sería para él su universalidad. En cambio, siempre se ha sostenido en el aristotelismo y en la tradición derivada de Aristóteles, que lo real tiene que ser singular o concreto. Pero podemos preguntarnos: ¿por qué tiene que ser así? ¿Por qué lo real no puede ser universal? Quizás la razón de esta necesidad radique en que lo real siempre comparece para el ser humano, que para Aristóteles es un animal racional, es decir, un ente corporal sentiente e inteligente. Para Aristóteles lo primero que se presenta ante el hombre es lo individual que nos ofrecen los distintos sentidos. Este conocimiento dado por los sentidos no sería nada intelectual. En cambio, para Xavier Zubiri, lo real dado por los sentidos es al mismo tiempo algo intelectivamente captado. Por eso, Zubiri habla de una “inteligencia sentiente”. Para él la inteligencia humana es siempre sentiente.
Heidegger considera que la singularidad de las cosas es siempre una singularidad que se nos enfrenta, es un estar-ahí de lo singular. La individualidad del ente que somos, nos constituye, no se exhibe frente a nosotros, es en el modo del Dasein. Por eso se la expresa con la palabra “mío”. Heidegger dice “que el ser que está en cuestión para este ente en su ser es cada vez el mío”. Adviértase cuidadosamente que se habla de un ser que está “en cuestión” para este ente que es el Dasein. Aquí la individualidad no es objetual, sino ejecutiva: la existencia humana es esencialmente individual porque es esencialmente activa, es decir, se está haciendo a sí misma en sus propios actos.
El segundo aspecto envuelto en el hecho de que el ser del Dasein es esencialmente el mío, es que al Dasein su ser le pertenece. No sólo le pertenece en el sentido de que el ser de cualquier cosa es el ser de esa cosa, sino que al Dasein su ser le pertenece formalmente. El Dasein es un ente que se autoposee y su ser es autoposesión. Xavier Zubiri considera esta autoposesión de la realidad humana por sí misma como lo constitutivo de la persona humana. Al final del párrafo 4 hay una nota marginal que dice: “…ser-cada-vez-mío quiere decir estar entregado a sí mismo como propio (Übereignetheit)”. “Y, por otra parte, cada vez el Dasein es mío en esta o aquella manera de ser” (párrafo 5). Heidegger sostiene en esta frase que el ser-cada-vez-mío puede revestir distintos modos de realización. Se puede ser cada vez mío en forma impropia o en forma propia. La impropiedad no anula el ser-cada-vez-mío, sino que es una modalidad de éste, fundada precisamente en esa estructura. Por estar entregado a sí mismo como propio, el Dasein tiene una doble posibilidad de existir en posesión de sí mismo, puesto que “el ente al que en su ser le va este mismo se comporta en relación a su ser como en relación a su posibilidad más propia”, y por eso, “puede en su ser ‘escogerse’, ganarse a sí mismo, puede perderse; es decir, no ganarse jamás o sólo ganarse ‘aparentemente’”. Esta doble posibilidad es la posibilidad de lo que Heidegger va a llamar después la propiedad y la impropiedad. Sólo se puede ser propio o impropio si uno se pertenece a sí mismo. Lo que no se pertenece a sí mismo no puede ser propio ni impropio o, dicho de otra forma, sólo un ente que es personal puede despersonalizarse y vivir desde lo impersonal. Un ente apersonal por ejemplo, un árbol, jamás podrá vivir impersonalmente. Por eso Heidegger continúa su texto en el párrafo 5, diciendo: “haberse perdido y no haberse ganado todavía, él [el Dasein] lo puede sólo en la medida en que por su esencia puede ser propio, es decir, en la medida en que es suyo”. Las palabras “propiedad” e “impropiedad” deben ser entendidas en Ser y tiempo en su más estricto sentido literal. Heidegger dice que ambos modos de ser “se fundan en que el Dasein en cuanto tal está determinado por el ser-cada-vez-mío”. Hay que tener mucho cuidado en estos textos de Heidegger con la palabra “propio”, ya que “propio” puede significar el hecho de pertenecerse a sí mismo, pero puede significar también “ser-propio”, en el sentido de existir en la propiedad.
La segunda parte del parágrafo 9, que estamos comentando, abarca los párrafos 6 al 11.
6. Lo primero que nos advierte el autor en el párrafo 6 es que “los dos caracteres del Dasein que hemos esbozado, la primacía de la existentia sobre la essentia y el ser-cada-vez-mío, indican ya que una analítica de este ente se ve confrontada con un dominio fenoménico sui generis”. Empecemos por advertir que las palabras existentia y essentia no son rigurosamente correctas hablando del Dasein, ya que la existentia es el estar-ahí de las cosas. Heidegger nos advertirá repetidamente en Ser y tiempo que el Dasein tiene un modo de ser radicalmente diferente al del estar-ahí (Vorhandenheit). Por otra parte, se nos ha dicho que el Dasein no tiene propiamente essentia y mucho menos aún se da en él la distinción entre esencia y existencia, y por consiguiente, no puede haber una primacía de ésta sobre aquélla.
Obviamente, un ente tan extraño como el Dasein, en el que la “esencia” consiste en la existencia y que es, al mismo tiempo, esencialmente individual y autoposesivo no será de fácil acceso; ni mucho menos comparecerá dentro del mundo en que nos movemos. Por eso, añade Heidegger, “tampoco puede darse temáticamente en el modo de la constatación de algo que está-ahí”. La correcta presentación del Dasein “es de tal modo poco obvia, que ya determinarla constituye una parte esencial de la analítica ontológica de este ente”.
En el parágrafo 5 de la Introducción, párrafo 6, se nos ha dicho que “el problema de la obtención y aseguramiento