An, y con cierta certeza puede ser datado alrededor del año -120. Sobre esto, Creel escribe:
El libro escrito bajo su patrocinio, por diversos eruditos, llamado el Huai Nan Tzu, es de tono ecléctico pero predominantemente taoísta. Menciona gran parte de las técnicas para alcanzar la inmortalidad pero creo que en ningún momento las recomienda. Por el contrario, insiste repetidas veces en que la muerte y la vida son exactamente lo mismo, y que ninguna debe ser temida ni buscada. Ridiculiza el control de la respiración y la gimnasia que están destinadas a perpetuar el cuerpo pero que de hecho perturban la mente.7
El núcleo de este libro se centra en el taoísmo contemplativo más que en el taoísmo Hsien. No conozco este último lo suficiente como para explicarlo coherentemente ni juzgarlo con equidad. Mi interés, de todos modos, reposa en lo que los budistas llaman el Camino de la Sabiduría (prajna) más que en el Camino de los Poderes (siddhi), porque la extensión indefinida de nuestros poderes y técnicas parece, finalmente, la persecución de un espejismo. Alguien que es inmortal y que tiene el control de todo lo que le ocurre, me parece que se ha condenado al eterno aburrimiento, ya que vive en un mundo carente de misterio y sorpresas.
1. EL LENGUAJE CHINO ESCRITO
Un proverbio chino frecuentemente citado dice que una figura equivale a mil palabras, ya que a menudo es más fácil mostrar que decir.
Como es sabido, la escritura china es singular, en el sentido de que no emplea un alfabeto, sino caracteres o ideogramas que originalmente fueron dibujos o signos convencionales. Con el correr de los siglos, los pictogramas grabados en hueso o bambú se convirtieron en dibujos hechos a pincel sobre seda o papel, algunos de los cuales presentaban una semejanza con las formas primitivas –o con lo que éstas solían indicar– y crecieron enormemente en número y en grado de abstracción.
Muchos occidentales –la mayoría de ellos alfabetizados–, e incluso algunos chinos, tienen la impresión de que esta forma de escribir resulta difícilmente compleja y poco eficiente. En los últimos años se ha hablado mucho de «racionalizar» el chino mediante la introducción de un alfabeto similar, quizás, al japonés hiragana y katakana.1 Pero considero que esto sería desastroso. Además, tal vez no tengamos conciencia de hasta qué punto las personas alfabetizadas utilizan actualmente ideogramas. Los aeropuertos internacionales y las carreteras muestran profusión de ellos, debido a que su significado es inmediatamente obvio, cualquiera que sea la lengua que uno hable. La tabla 1 es una lista parcial de dichos símbolos y la tabla 2 sugiere cómo podrían ser empleados para construir oraciones.
Dad rienda suelta a la imaginación y comprobaréis cómo a partir de estas imágenes –que, sin demasiada dificultad, pueden ser comprensibles para casi cualquier persona sin necesidad de que aprenda una nueva lengua hablada– se puede desarrollar un rico lenguaje visual. Uno lo pronunciará en su propia lengua. Pero hará falta mucho tiempo para que este idioma desarrolle una literatura y evolucione hasta el punto de poder expresar matices sutiles de pensamientos y sentimientos. De cualquier modo, las computadoras vencerán este obstáculo con facilidad y, como se demuestra en la tabla 2, tales ideogramas podrán comunicar relaciones complejas o configuraciones (Gestalten) más rápidamente que las interminables oraciones alfabéticas. El ideograma proporciona más información a simple vista y en menos espacio que la forma de escritura lineal y alfabética que, para que resulte comprensible, debe ser pronunciada. ¿Existe acaso alguna conexión entre el tiempo que lleva «completar» una educación y el kilometraje total de letras impresas que el ojo debe examinar?
Tabla 1
Una selección de ideoagramas occidentales
Tabla 2
Ideoagramas occidentales utilizados como lenguaje
El mundo natural no es un sistema lineal. Éste implica una infinidad de variables interactuando simultánea mente, de modo que llevaría una cantidad incalculable de eones expresar un solo momento de su funcionamiento en un lenguaje alfabético y lineal. ¡Dejemos en paz al universo! Tomemos por ejemplo el caso del planeta Tierra, o incluso lo que hay en un pequeño estanque o, ¿por qué no?, la estructura del átomo. En este punto es donde los problemas de lenguaje se relacionan con la filosofía taoísta porque, como comienza diciendo el libro de Lao-tzu, el Tao que puede ser expresado no es el Tao Eterno (o Absoluto). Continúa mostrando que existe un modo de comprender y acompañar el proceso de la naturaleza distinto al de expresarlo en palabras. Después de todo, el cerebro –el verdadero órgano de la inteligencia– desafía incluso las descripciones lingüísticas de los más grandes neurólogos. En consecuencia, un lenguaje ideográfico resulta más próximo a la naturaleza que uno estrictamente lineal y alfabético. En todo momento la naturaleza es una simultaneidad de modelos. El lenguaje ideográfico configura una serie de modelos y, hasta este punto, es todavía lineal, aunque no tan trabajosamente lineal como el lenguaje alfabético.
Este punto crítico –el que nuestros organismos posean hábiles formas de conocimiento que van más allá de las palabras y de la atención consciente, modos que pueden manejar un número desconocido de variables al mismo tiempo– será discutido más adelante. Baste recordar ahora que la organización y regulación de miles de procesos corporales a través del sistema nervioso puede estar absolutamente más allá de la reflexión y de la planificación deliberadas, para no mencionar las relaciones de esos procesos con el mundo «exterior».
Como ya he dicho, harían falta años y años para que un lenguaje ideográfico, nuevo y artificial, desarrollara una literatura. ¿Pero para qué planteamos esta preocupación si ya existe el idioma chino? Éste es leído por 800.000.000 de personas que lo pronuncian por lo menos en siete dialectos o modos diferentes –sin incluir el japonés–, y que difiere de cada uno de ellos aún más radicalmente que el inglés imperial del cockney o de la jerga del jazz de Nueva Orleans. Más aún, ha conservado sustancialmente la misma forma durante por lo menos 2.500 años, de modo que, actualmente, cualquier persona de habla inglesa tiene más dificultades para comprender a Chaucer que un chino moderno para comprender a Confucio. Hasta cierto punto, el inglés –una lengua increíblemente compleja e idiomática– se ha convertido en el idioma internacional más importante, si bien el español es más simple. ¿No podrá acaso el chino convertirse, en su forma escrita, en la segunda lengua de importancia internacional?
Apuntar esta posibilidad no es en modo alguno tan absurdo como muchas personas imaginarán, ya que nuestra habitual frustración con respecto a los ideogramas chinos no es más que un prejuicio determinado por la ignorancia. Se supone que son exóticos, fantásticos y tortuosos, y tan falsos como «el misterioso Oriente». Si bien el diccionario de K’ang-hsi del año +1716 registra alrededor de 40.000 ideogramas, una persona razonablemente alfabetizada necesita alrededor de 5.000, y un occidental comparativamente alfabetizado seguramente conocerá la misma cantidad de palabras en su propio idioma. La dificultad que presenta reconocer e identificar los ideogramas seguramente no es mayor que la que ofrecen otros modelos complejos, como las diversas clases de flores, plantas, mariposas, árboles y animales salvajes.
En otras palabras, el chino es más simple de lo que parece y, en general, puede ser escrito y leído más rápidamente que el inglés. La palabra inglesa MAN (hombre) exige diez trazos de la pluma, mientras que la palabra china jen 人 exige sólo dos. TREE (árbol) requiere trece, pero mu 木 sólo cuatro. WATER (agua) necesita dieciséis trazos, pero shui 水