ha tenido éxito en el primer paso de nuestra misión. Estamos listas para la fiesta.
El chasquido del fuego nos da la bienvenida momentos antes de atravesar un matorral de árboles hacia el claro escondido que ha albergado a generaciones de estudiantes de Salem High. A mi lado, Gemma analiza la fiesta.
–¿Es impresión mía o todos lucen más ardientes aquí que en clases?
Analizo a los adolescentes que bailan. Diré una cosa con certeza: hay mucha más piel en exhibición que en el colegio.
–¿Cómo es que ya tienes alucinaciones alcohólicas? Estoy segura de que debes beber primero para eso.
–Hablo en serio. Tal vez sea la luz del fuego –se dirige al barril de cerveza, en donde llena un vaso, toma un trago y hace una mueca.
–Es buena, ¿eh?
–El primer trago es el peor. Estás demasiado sobria para olvidar lo terrible que sabe –levanta su vaso, pero se detiene antes de beber otro trago–. ¿Estás bien?
–Estoy bien –me obligo a enfocarme en Gemma en lugar de en la creciente multitud a nuestro alrededor. Me rehúso a pasar toda la noche buscando a Veronica y a Cómo-se-llame. Gem me atraviesa con la mirada y yo suspiro–. Lo estaré. Lo prometo.
Detrás de nosotras, alguien añade más madera al fuego. Las llamas chasquean y chispean en torno a los troncos y yo giro para verlas. Mi piel cosquillea con la magia en desuso al acercarme al fuego, atraída como un insecto a su trampa. No puedo permitirme ceder ante su canto. No aquí, rodeada por Regs. Gemma me sigue y juntas nos paramos frente al fogón, meciéndonos al ritmo de la música que emana de la camioneta de alguien.
Me acerco más a las llamas, hasta que siento la caricia del calor en mi rostro. La energía me inunda, me atraviesa, me arranca del persistente dolor de haber visto a Veronica. Adormece los malos recuerdos como novocaína mágica.
Gemma toca mi brazo. Volteo, medio adormecida, y ella señala en dirección a Nolan Abbott. Nolan comenzará el último año el próximo semestre, como nosotras, y el nuevo capitán del equipo de fútbol ha puesto los ojos en mi mejor amiga.
–Al parecer alguien tiene un admirador esta noche –choco el hombro de Gemma–. ¿Estás interesada? –pregunto y alzo las cejas. Ella corresponde a la mirada evaluadora de Nolan.
–No es de mi tipo usual –dice finalmente–, pero qué demonios. Una aventura de verano nunca le ha hecho daño a nadie –pero luego hace una pausa, muerde su labio y vuelve a mirarme–. No puedo abandonarte.
–Está bien. Me quedaré junto al fuego.
–¿Estás segura? –Gemma me mira y yo asiento–. Cuando regrese, quiero verte en modo festivo. Nada de lamentarse por ya sabes quién.
–Honor de scout –alzo mis tres dedos medios hacia el cielo estrellado–. Ahora ve.
Ella sonríe y se desliza por el claro hacia Nolan, que intenta lucir como si no estuviera esperándola. Sonríe en grande cuando Gemma lo alcanza y yo regreso la atención al fuego.
–¿Hannah?
Escucho mi nombre, pero no miro. En cambio, me pierdo en el parpadeo de las llamas y el pulso de la música.
–Tierra a Hannah. Regresa, Hannah –la voz es más cercana ahora, con un dejo provocador en el timbre profundo. Sonrío al notar quién ha perturbado mi contemplación y giro para saludarlo.
–Hola, Benton. ¿Emocionado por la graduación de mañana?
–Emocionado. Aliviado. Contemplando mi lugar en el universo –ríe y exhibe los hoyuelos que conquistaron por completo a Gemma cuando estábamos en el primer año y Benton era el nuevo alumno de segundo en Salem–. Aún se siente tan surrealista, ¿sabes? No puedo creer que he terminado.
Asiento a pesar de que aún me queda un año por delante.
–La clase de Arte no será lo mismo sin ti.
–Estoy seguro de que te las arreglarás –el ojo de Benton tiembla como si hubiera querido guiñarlo pero lo pensó mejor a mitad de camino. Mira al fuego en lugar de mirarme a mí.
–Así que… –digo y deseo tener una botella o algo con que ocupar mis manos–. ¿Algún plan divertido antes de comenzar la universidad? ¿Ofrecerás otra fiesta en la piscina este año?
–No lo creo. Mis padres no estuvieron felices con la cantidad de latas de cerveza que me encontraron pescando al día siguiente.
Ese comentario se gana una risa. Hubo un millón de personas en su casa el año pasado.
–¿Y si somos solo nosotros? Prometo ser una invitada cortés –lo golpeo con mi codo–. Vamos, haber sido tu compañera de Arte todo el año tiene que tener algunas ventajas.
–Probablemente podría arreglar eso –sus mejillas se sonrojan. Pasa una mano por su pelo y veo el rastro de un tatuaje.
–Lindo tatuaje. ¿Es nuevo? –señalo el triángulo negro en su muñeca–. No recuerdo haberlo visto en clases.
–¿Qué? Ah, sí. Es un obsequio de graduación anticipado para mí mismo.
–¿Qué significa?
Alguien agrega más leña al fuego y vuelan chispas al aire. Benton retrocede y cubre sus ojos. De mala gana, retrocedo también. Nada se compara con la gentil caricia de las llamas sobre mi piel, con el torrente de poder que acompaña a ese contacto, pero este no es el lugar indicado. Como una Elemental, el fuego no quemaría mi piel, pero no quisiera atraer interrogantes si es que mis ropas se queman y mi piel no.
–Es delta –Benton recorre el triángulo de su muñeca con un dedo–. El símbolo del cambio. Es la única cosa en la vida con la que realmente puedes contar.
Asiento y permanezco en silencio. Benton no continúa y no lo presiono. En su lugar, me pierdo en la danza del fuego. Otro estallido de chispas adorna el cielo. Un escalofrío corre por mi espalda. Si tan solo estuviera sola, las cosas que podría hacer con un fuego de este tamaño…
Benton se acerca a mí y algo en su postura distrae mi atención de las llamas. Debo inclinar mi cuello para mirarlo a los ojos.
–¿Cómo estás realmente? –pregunta–. Sé que las cosas han sido difíciles desde que Veronica y tú rompieron –coloca las manos en los bolsillos de sus vaqueros desgastados, pero se encuentra dentro de mi espacio personal.
–Difícil es un modo de llamarlo –la mención de Veronica es como una punzada venenosa directo a mi corazón. Deseo estar en casa, en mi cama, en donde puedo esconder las lágrimas que presionan detrás de mis ojos. Benton debería saberlo. Él estuvo allí. Él vio nuestra pelea a los gritos fuera del autobús de regreso a Salem. Él y Gemma me consolaron durante el terriblemente incómodo viaje a casa.
–Lo siento –jala su pelo, lo que hace que permanezca en punta por un momento antes de caer–. Em, así que, estaba pensando. Sé que el momento apesta, pero… ¿quisieras tomar un café algún día?
Lo observo. Sin parpadear. Confundida. Ligeramente horrorizada.
–Entiendo totalmente que es muy pronto. Lo entiendo. Y normalmente no invitaría a salir a alguien tan pronto tras una ruptura, pero me iré a Boston en agosto y no quería marcharme sin intentarlo y…
–¿Realmente estás invitándome a salir en este momento?
–Eh… ¿sí? –Benton titubea. Las cosas claramente no están resultando como él las había imaginado en su mente.
–¿Por qué?
–Porque eres divertida. Y amable. Y lista. Y…
–Una gran lesbiana –agrego antes de que las cosas se vuelvan más incómodas–. Creí que lo sabías.
–Lo