vestido el presunto “cerebro de la banda”. Y aunque parezca mentira, el ojo experto de una mujer que estuvo como rehén fue la clave para encontrarlo. Es que la clienta del Banco Río reconoció la marca del traje de su captor. El fin de semana anterior al robo, le había comprado a su marido un traje exactamente igual en un conocido negocio de la Zona Norte. Los investigadores fueron hasta el local señalado. Primer golpazo de suerte: en la vidriera estaba el traje gris.
Segundo golpazo de suerte. La imagen del “comprador” había quedado registrada en la cámara de seguridad del local. Según los fiscales, “el hombre del traje gris” era el uruguayo Mario Vitette Sellanes.
La misma suerte no tuvo el sospechoso: fue detenido en el Aeroparque de la Ciudad de Buenos Aires cuando llegó desde Montevideo a visitar a su madre enferma.
“El Uruguayo” Vitette Sellanes dio sus argumentos de defensa ante los periodistas:
–Soy sólo un viejo ladrón retirado, ahora soy un excelente empresario. No soy “el hombre del traje gris”. Soy inocente, ajeno a estos hechos. Nunca estuve preso por un hecho que no cometí. En la Argentina tengo desde 2003 cuentas corrientes y cajas de ahorro. Hice y tengo mi declaración jurada. Pueden ver mis movimientos financieros. Sólo me gusta irme de vacaciones a lugares caros y vestirme bien.
¿Cumpleaños feliz?
Si hay alguien que no se va a olvidar de ese 13 de enero es Estela. No solo porque estuvo durante toda una tarde como rehén en el Banco Río, sino también porque ese día cumplía 59 años.
Los asaltantes dividieron a los 23 empleados y a los clientes en tres grupos. Todos fueron despojados de sus teléfonos celulares. Pero el de Estela no paraba de sonar. Consultada por uno de los ladrones, la mujer muerta de miedo confesó que, como era su cumpleaños, sus familiares y conocidos la llamaban insistentemente.
El delincuente la miró, se sonrió, convocó al resto de la banda. Les contó lo que pasaba con ella y entre todos empezaron a cantar: “Que los cumplas feliz, que los cumplas feliz, que los cumplas Estela, que los cumplas feliz”.
Estela pasó su cumpleaños primero entre delincuentes y rehenes, más tarde entre policías y fiscales. Cuando fue a chequear su caja de seguridad se encontró con una sorpresa: no había sido saqueada. ¿Casualidad o regalo de cumpleaños?
Cherchez la femme
Los franceses cuando tienen un crimen que no pueden aclarar debidamente dicen: cherchez la femme (busquen a la mujer). Pero como estamos en Argentina, donde todo siempre es diferente, la femme fue la que buscó esta vez a los investigadores.
Alicia Beatriz Di Tullio, de ella se trata. La mujer de Alberto “Beto” de la Torre, uno de los acusados. Una pareja con una historia de amor muy particular. Se conocieron en 1992 en el penal de Batán, en la ciudad de Mar del Plata, donde “Beto” estaba preso y donde Alicia iba los domingos a visitar parientes y amigos que tenía allí. A menudo lo hacía junto a su hermana Margarita Di Tullio, más conocida como “Pepita la Pistolera”, una regente de cabarets de la zona del puerto de Mar del Plata.1
Se enamoraron casi a primera vista. Alicia fue la que le llevó comida casera durante los oscuros años de encierro “del Beto”. Alicia fue la que le escribía cartas de amor para matar el tiempo. Alicia fue la que le dio un hijo.
Su lealtad fue premiada. Cuando “Beto” recuperó su libertad se la llevó a vivir con él a un PH en la Capital Federal. San Cristóbal fue el barrio elegido.
En diciembre de 2004, el “Beto” empezó a mostrarse frío y distante. La buena de Alicia lo entendía, como siempre.
“¡Pobre Beto! Cómo no va a estar nervioso con lo poco que falta para ‘el golpe’”, pensaba mientras armaba el arbolito de Navidad.
Finalmente llegó enero y el día 13 sorprendió a Alicia siguiendo por televisión el resultado del trabajo de su marido.
“¡Qué robo brillante!”, exclamaba sola frente al televisor.
El problema empezó cuando “Beto” literalmente “se borró”. Recién, tres días después del robo al banco, el marido se dignó a hablar con ella. Hubo gritos, hubo golpes. El “Beto” no la quería más. Y encima la dejaba sin un peso.
Fue el peor error que cometió Alberto de la Torre. Nunca imaginó lo peligrosa que puede ser una mujer despechada. Alicia no iba a ser la excepción.
Sin pensar demasiado la mujer fue a la Fiscalía de Martínez. Se sentó frente al fiscal Apolo y contó, paso a paso, cómo su marido planificó junto con una banda de ex convictos el robo al Banco Río. Estaba indignada y no era para menos.
Minutos antes los policías le habían pasado escuchas telefónicas donde su marido “Beto” le prometía amor y billetes a una mujer mucho más joven que Alicia.
La banda más astuta de la historia criminal argentina caía por culpa del despecho de una mujer.
De oro y billetes
Se supo que la banda se dividió la plata. Un porcentaje mínimo del dinero fue recuperado en distintos allanamientos. El resto, todavía es un misterio. En el juicio trascendió que las víctimas habían demandado al Banco por un total de 19 millones de dólares, entre billetes y el oro robado. En un acuerdo extrajudicial, el Banco pagó 14 millones.
Se dice además que cada ladrón se quedó con un poco más de 1 millón de dólares en efectivo, y se repartieron el oro saqueado. Gastar parte del botín los terminó complicando.
–No seamos boludos, no gastemos mucho al principio y nada de coches lujosos –se prometieron los ladrones antes de separarse, horas después del golpe.
La plata quemaba y los billetes “calientes” empezaron a desdibujar las promesas.
Tres días después del robo, Alberto “Beto” de la Torre se compró una camioneta Hyundai Galloper, un departamento en la calle Beauchef al 1.700 que, según el Registro Nacional de la Propiedad, fue adquirido el 10 de febrero (casi un mes después del golpe).
Vitette Sellanes “El Uruguayo” también se dio algunos lujos pero prefirió hacerlo en su país natal. Cinco días después del robo fue a una agencia de autos en Montevideo y se fue manejando una cupé Hyundai. Abonó en efectivo 39.000 dólares.
Sebastián García Bolster es conocido en la causa como “El Ingeniero”. Fue quien esperó a la banda en el túnel que los sacó del Banco Río. Incluso los investigadores sostienen que fue quien manejo el gomón que los paseó por las alcantarillas de Martínez. Sin antecedentes penales, “El Ingeniero” tampoco aguantó la tentación de la plata fresca y un mes después del robo se compró un auto marca Toyota por 20.000 dólares. Además, parte de lo robado lo convirtió en moneda de cambio de su nuevo negocio: préstamos de dinero. A dos conocidos les prestó 60.000 dólares a cada uno, para vivir de los intereses. Pero los amigos sospecharon que el origen de la plata era producto del robo, y la entregaron a la policía.
Julián “El Gordo” Zallo Echeverría fue el responsable de una idea genial en función del robo al banco. Cuando sus cómplices escaparon en el gomón del “Ingeniero”, desembocaron en una alcantarilla de la calle Tres Sargentos de Martínez. Arriba de esa alcantarilla había una camioneta tipo combi con un agujero en el piso. Por ahí subió la banda y el botín para evitar las miradas de los vecinos. Zallo Echeverria era el chofer de esa combi especialmente preparada y adaptada para la huida final.
“El Gordo” tampoco aguantó el ardor de la plata y se compró una camioneta Ford EcoSport rural y un local de venta de telefonía celular, en Lavalle y Florida, en plena Capital Federal.
Con esos sospechosos detenidos, la investigación por el “robo del siglo” llegó al juicio oral. Las condenas fueron: 15 años para Alberto de la Torre, 14 para Fernando Araujo, 10 para Zallo Echeverría y 9 para García Bolster. En un juicio abreviado, por el asalto, a Vitette Sellanes le dieron 14 años. Pero la banda lo tenía todo planeado. Entonces, apelaron en Casación y lograron una importante reducción de la pena. El tema