la masa principal de las regiones de las nalgas, presenta un origen extenso a partir del ilion, el sacro y el cóccix, e inserciones en la tuberosidad glútea, localizada en la cara lateral del fémur. Además de ser un potente extensor de la cadera, también participa en la rotación lateral y la abducción coxales, y sus fibras inferiores intervienen, asimismo, en la aducción de la cadera. Los glúteos medio y menor se sitúan por debajo del glúteo mayor, y son abductores y rotadores mediales de la cadera. Por otra parte, estos músculos son importantes desde el punto de vista postural, con el fin de mantener el nivel de la pelvis durante la locomoción. Se originan en la superficie externa del ilion y se insertan en el trocánter mayor del fémur, con la mayor parte de los rotadores laterales profundos. Los isquiotibiales (bíceps femoral, semimembranoso y semitendinoso) son músculos biarticulares, que extienden la cadera (excepto la cabeza corta del bíceps femoral) y flexionan la rodilla. El bíceps femoral tiene su origen en la tuberosidad isquiática (cabeza larga) y el fémur proximal (cabeza corta), y su inserción en el cóndilo tibial lateral y la cabeza peronea. La cabeza larga extiende la cadera, flexiona la rodilla y produce rotación lateral de ambas articulaciones, mientras que la cabeza corta actúa solamente sobre la rodilla. El semimembranoso y el semitendinoso son otros dos músculos biarticulares, que extienden la cadera, flexionan la rodilla y rotan internamente las dos articulaciones. Su origen se sitúa en la tuberosidad isquiática, y su inserción, en la cara medial de la tibia.
La cadera y la pelvis presentan una robusta anatomía estructural, por lo que, en comparación con otras articulaciones, son relativamente resistentes en lo que respecta a las lesiones deportivas que las afectan (3). Sin embargo, los tejidos blandos del muslo sí son propensos a padecer lesiones deportivas (3), y la cadera y la pelvis son localizaciones comunes de diversos trastornos crónicos por sobreuso.
Lesiones
La cadera y la pelvis presentan una robusta anatomía estructural, por lo que, en comparación con otras articulaciones, son relativamente resistentes en lo que respecta a las lesiones deportivas que las afectan (3). Sin embargo, los tejidos blandos del muslo sí son propensos a padecer lesiones deportivas (3), y la cadera y la pelvis son localizaciones comunes de diversos trastornos crónicos por sobreuso.
FIGURA 3.34. Músculos del muslo; vista anterior. A. Músculos. b. Cuádriceps femoral. C. Referencias superficiales. Tomado de Premkumar K. The Massage Connection Anatomy and Physiology. Baltimore, MD: Lippincott Williams & Wilkins; 2004, con autorización.
FIGURA 3.35. Músculos del muslo; vista posterior. A. Músculos superficiales. b. Músculos profundos. C. Referencias superficiales. Tomado de Premkumar K. The Massage Connection Anatomy and Physiology. Baltimore, MD: Lippincott Williams & Wilkins; 2004, con autorización.
FIGURA 3.36. Músculos del muslo; vista lateral. A. Músculos. b. Referencias superficiales. Tomado de Premkumar K. The Massage Connection Anatomy and Physiology. Baltimore, MD: Lippincott Williams & Wilkins; 2004, con autorización.
Entre las lesiones traumáticas de pelvis y cadera se cuentan luxación, fractura, contusión y distensión muscular. La luxación de cadera se debe a torsión violenta de la cadera o impacto de las rodillas contra el salpicadero de un automóvil. En torno al 85% de las luxaciones de cadera son posteriores. Las fracturas de cadera (fracturas de cuello del fémur) son frecuentes en personas de edad avanzada con osteoporosis y pueden producir discapacidad permanente. Las contusiones (lesiones por aplastamiento de músculos contra un hueso) son frecuentes en esta área. La contusión de la cresta ilíaca («puntero en la cadera») es causada por un impacto directo en la región pélvica. La contusión en el cuádriceps (espasmo muscular en una pierna) o el desgarro de este músculo pueden dar lugar a una anomalía permanente, denominada «miositis osificante», en la que se deposita tejido óseo en el músculo (3). Las distensiones musculares y los desgarros en los isquiotibiales a menudo son producidos por cambios repentinos en la dirección y la velocidad, con factores subyacentes como desequilibrio muscular, fatiga o mala condición física (3). Las lesiones en los isquiotibiales son frecuentes en deportistas en la pretemporada o al comienzo de la temporada.
Las lesiones crónicas o por sobreuso de la cadera y la pelvis comprenden artritis, bursitis y tendinitis. La artritis degenerativa de la cadera se debe a desgaste del cartílago articular anómalo por exceso de resistencia o resistencia insuficiente. La necrosis avascular de la cadera es debida a falta de riego sanguíneo adecuado de la cabeza del fémur y es característico que dé lugar a una degeneración coxal grave. La bursitis trocantérea implica irritación de la bolsa entre la cintilla iliotibial y el trocánter mayor del fémur. La bursitis crónica en esta área induce el denominado «síndrome de la cadera en resorte» (3). El síndrome por fricción de la cintilla iliotibial es una lesión crónica por sobreuso que induce dolor en la cara lateral del muslo. El síndrome piriforme es un trastorno miofascial que puede ser causado por una biomecánica defectuosa de la extremidad inferior. En ocasiones, un músculo piriforme hipertónico comprime el nervio ciático, ya que dicho nervio atraviesa ese músculo. Ello provoca dolor y síntomas neurológicos en la cara posterior de la extremidad inferior (ciática) (7).
RODILLA
La articulación de la rodilla es la mayor del cuerpo. Dado que soporta la carga de la parte superior del cuerpo y del tronco y que es esencial para la locomoción, está expuesta con frecuencia a sobreuso y a lesiones traumáticas (38).
Estructura
Huesos La articulación de la rodilla está integrada por el fémur distal, la tibia proximal y la rótula (fig. 3.37). La tibia es el principal hueso que soporta el peso de la pierna. El peroné no se considera parte de la articulación de la rodilla (38). La rótula es un hueso sesamoideo triangular que se sitúa en el tendón rotuliano del grupo muscular del cuádriceps. Protege la parte anterior de la rodilla (3) y genera un ángulo de tracción mejorado para los músculos del cuádriceps, lo que revierte en una ventaja mecánica cuando se produce la extensión rotuliana (38).
Ligamentos En la rodilla hay dos pares principales de ligamentos: los ligamentos cruzados y los colaterales (v. fig. 3.37). Los cruzados atraviesan el interior de la cavidad articular entre el fémur y la tibia, y son importantes para el mantenimiento de la estabilidad anterior-posterior y rotacional de la rodilla. El ligamento cruzado anterior es ligeramente más largo y más delgado que el posterior (4).
Los ligamentos colaterales conectan el fémur con los huesos de la pierna: el medial con la tibia y el colateral lateral con el peroné. Los ligamentos colaterales contribuyen a la estabilidad de la rodilla, contrarrestando las fuerzas en varo y en valgo. El colateral tibial se une al menisco de la rodilla, mientras que el colateral peroneo no se une al menisco (4).
Articulaciones En la rodilla se ubican las articulaciones femorotibial y femororrotuliana (v. fig. 3.37). La articulación tibioperonea proximal, aunque es un importante punto de inserción de estructuras de la rodilla, no se suele considerar como compartimento de la articulación rotuliana (38). La femorotibial es la principal articulación de la rodilla: se trata, fundamentalmente, de una articulación en bisagra (gínglimo), que permite la flexión y la extensión. Sin embargo, dada la presencia de componentes rotacionales en torno al eje vertical, es preferible considerarla como articulación bicondilar. Está formada por la articulación de los cóndilos femorales medial y lateral con los platillos tibiales medial y lateral. La rodilla cuenta con discos de fibrocartílago (meniscos) unidos a los platillos tibiales y a la cápsula articular