percibirlo independientemente de los objetos en el tiempo. Toda teoría del tiempo es una teoría indirecta. He aquí un primer límite que la filosofía kantiana plantea a cualquier investigación sobre el tiempo. El tiempo en sí es irrepresentable. Haber visto con claridad este límite es quizá el legado imperecedero de Kant.
Pero, en segundo lugar, si bien es cierto que todo acto de conciencia está ligado, en lo que a su determinación temporal respecta, a objetos externos (en última instancia a la regularidad de los movimientos astrales), lo inverso también es cierto: toda determinación temporal de objetos externos, toda puesta en acto de los principios del entendimiento puro, implica un acto de autoconciencia. Por eso mismo el punto de partida de toda temporalización, incluso de la temporalización trascendental-objetiva del tiempo real es el ahora viviente de la conciencia y sus dimensiones de pasado y futuro. Haber visto con claridad este origen último es quizá el legado imperecedero de Husserl. La determinación trascendental de un tiempo real-natural en sí mismo inasible y su temporalización por la conciencia subjetiva no se oponen, sino que se imbrican y se presuponen mutuamente. Esta imbricación mutua no es sino la expresión concreta de la primera aporía de la temporalidad que constituye la última frontera a toda investigación sobre el tiempo: no hay intuición del tiempo sino en cuanto temporalizado por una conciencia, pero toda conciencia pasa en el tiempo.
Una última reflexión sobre la tesis tal vez más provocativa y –soy consciente de ello– más difícil de aceptar de este ensayo: presuponer en Kant una dimensión real del tiempo, aun cuando el filósofo una y otra vez nos dice que el tiempo en sí mismo no es nada y que constituye tan sólo una forma a priori de la intuición. ¿No representa esta teoría trascendental del tiempo el ápice de una filosofía idealista que saca el tiempo del afuera cósmico para ponerlo en el interior del sujeto? A esta pregunta responderé con otra: ¿no se reduce acaso el sentido, esto es, aquello sobre la base de lo cual se comprende la determinación trascendental del tiempo en Kant a la representación objetiva del tiempo de la naturaleza? Si esto es así, entonces, el sentido de la determinación trascendental y de la consecuente re-presentación[63] objetiva del tiempo es, precisamente, el tiempo de la naturaleza. A lo largo de todo este capítulo hemos considerado la teoría trascendental del tiempo justamente como una re-presentación objetiva y no como una producción o presentación subjetiva. Si bien esta tesis puede contradecir la letra de la Crítica, no contradice, estimo, su espíritu, en cuanto el sujeto kantiano se agota en representar la objetividad natural. Que a la idealidad trascendental del tiempo (y del espacio) corresponde, a modo de presupuesto, su realidad empírica es un hecho. Es el hecho que estudian y articulan las ciencias que se refieren al tiempo, ante todo la física. Es el hecho que testimonia la transformación del universo y las huellas que esa transformación deja y que la ciencia estudia. Es el hecho que testimonia bruta y crudamente nuestro envejecimiento. Por ello tiene razón Ricoeur cuando nos advierte que “la inherencia originaria del tiempo y del espacio respecto del sujeto, proclamada por la estética trascendental, no podría, [...], enmascarar la otra cara del problema e impedir plantear la pregunta: ¿qué tipo de realidad empírica corresponde a la idealidad trascendental?”.[64] Se trata de una realidad empírica inasible en sí, pero cuya representación objetiva, es decir, la representación de cómo se determinan las relaciones en el tiempo entre los objetos, es el tema de la analítica de los principios. De ello resulta que el tiempo, a pesar de ser representado subjetivamente, es el tiempo de una naturaleza, cuya objetividad está garantizada precisamente por esa representación, obra de un conjunto de principios trascendentales.
Ciertamente la teoría del tiempo en Kant –lo hemos visto– no ha ido más allá del marco irrebasable de la aporía desde la cual la hemos abordado. Pero ha tenido la grandeza de articularla, pues, en vez de tratar de reducir unívocamente el tiempo del cosmos al tiempo del sujeto –éste es el camino que tomará Bergson– o el tiempo del sujeto al del cosmos, Kant ha sabido ver en el tiempo el punto justo en que se cruzan el sujeto y el cosmos.
NOTAS:
[1]. Para hacer un inútil alarde de erudición se podría confeccionar una larga lista de libros y artículos que asumen la perspectiva que este trabajo esquiva. Quiero, empero, mencionar sólo tres obras clásicas que son accesibles en español y que, hasta donde mi modesto conocimiento bibliográfico alcanza, siguen siendo, por su rigurosidad, sistematicidad y completud, indicadas para que los hispanohablantes estudiemos no sólo la cuestión del tiempo en Kant, sino el conjunto del pensamiento kantiano. Ellas son Gottfried Martin, Kant. Ontología y epistemología, trad. de L. F. Carrer y A. Raggio, Universidad Nacional de Córdoba, Córdoba, 1961; Herman Jean de Vleeschauwer, La evolución del pensamiento kantiano. Historia de una doctrina, México, 1962; y la obra siempre vigente de Roberto Torreti, Kant, Buenos Aires, Charcas, 1980. Para profundizar este estudio se podrían señalar otras dos obras de dos de los tres autores citados: Gotfried Martin, Gesammelte Abhandlungen Bd. 1, Köln, 1961 y Herman Jean de Vleeschauwer, La déduction trascendentale dans l’oeuvre de Kant (3 vols), Paris-Lenoux-S’Gravenhage, M. Nijhoff, 1934-1937.
[2]. Cf. TN III, en especial pp. 694-717.
[3]. La Crítica de la Razón Pura se cita de aquí en adelante según la traducción de la siguiente edición en español: Inmanuel Kant, Crítica de la Razón Pura, trad. M. García Morente y M. Fernández Núñez, México, Porrúa, 1982. Sigla: CRP. Además, en todos los casos se consigna entre paréntesis la ubicación del pasaje citado según la paginación original. Para el texto original alemán nos hemos regido por la siguiente edición: Inmanuel Kant, Sämtliche Werke, Hrsg. K. Vorländer: erster Band Kritik der reinen Vernunft, nach der ersten und zweiten Originalausgabe herausgegeben von Raymund Schmidt, Leipzig, Felix Meiner, 1926. Sigla: KrV.
[4]. CRP, p. 41; KrV A 19- B 33.
[5]. Cf. KrV, B 49.
[6]. CRP, p. 47; KrV, A 31, B 47.
[7]. Para tal discusión cf. R. Torreti, op. cit., pp. 180-183.
[8]. Por ejemplo CRP, p. 116, KrV, B 219.
[9]. CRP, p. 47; KrV, A 32, B 47.
[10]. CRP, pp. 47-48; KrV, A 32, B 48.
[11]. Cf. R. Torreti, op. cit., pp 184-185. Además Torreti cita una serie de textos extraídos de los papeles póstumos de Kant que corroboran su interpretación.
[12]. CRP, p. 48, KrV, B 48.
[13]. Cf. KrV, A 35.
[14]. TN III, p. 698.
[15]. TN III, p. 701.