de sus grupos «sin líder», para protegerse del acoso, de la presión compulsiva y repetitiva de tantos pacientes, cuando todavía no había hecho su formación psicoanalítica y logrado como Ulises, una sordera productiva. Para muchos de nosotros que iniciamos la formación psiquiátrica con grupos, siempre nos fue más fácil el protagonismo terapéutico que la incertidumbre ante el impaciente aguardo por la aparición de niveles emocionales latentes que Bion describió como los ‘SUPUESTOS BÁSICOS’. Quizás la guerra dejó su huella en la espera tolerante y obligada ante el peligro, cuando el arrojo y la imprudencia frente al hostigamiento enemigo podrían haber significado la perdición total. Quizás la separación temprana de sus padres y el convivir dentro del anonimato emocional de un internado, pudo inducir la DISTANCIA y el retiro afectivo como defensa ante el dolor de la pérdida, lo cual se convirtió luego en un mecanismo reparador de observación científica objetiva.
¿Sabía ella [la madre] con qué vehemencia él [Bion] pensaría en su ‘hogar’ mientras sufría las miserias de la escuela primaria? (p. 11),
se preguntaba recientemente Francesca Bion (2000), mientras Julián, su hijo, en algún momento al referirse a su padre dice:
Era evidente para mí desde muy temprano, que mi padre era un hombre de inmenso coraje e inmensa compasión. Debido a su capacidad de control de sí mismo, esto no era inmediatamente aparente (Francesca Bion, 1995, p. 9).
Borgogno y Merciai (2000), basándose en COGITATIONS, han intentado demostrar una aparente frialdad de Bion hacia sus pacientes, la cual pudo traducirse, según ellos, en un ataque a aquellos, en virtud de la brillantez e inteligencia de sus percepciones, que al mismo tiempo también eran «mentalmente estrechas y por lo general impredecibles» (p. 68). En esta misma línea interpretan el discurso de varios de los pacientes de Bion:
En qué otra forma podemos explicar su sordera [de Bion] durante el análisis de un paciente que refería «el abrigo que ha sido bellamente tejido por su esposa pero que no cubre el frío del bebé» (p. 66).
Llama la atención que estos autores son a la vez coeditores, junto a Parthenope Bion7, de un libro que recoge una serie de trabajos que fueron presentados para celebrar el centenario del nacimiento de su padre. Bion (1985) refiere un pasaje en donde Parthenope, de pocos meses de edad, gritaba y lloraba desesperada llamándolo, mientras él permanecía impasible, sentado a cierta DISTANCIA, prohibiendo al mismo tiempo a la nodriza que intentase levantarla, hasta que ésta, no pudiendo resistir más e ignorando la prohibición, tomó la bebé en sus brazos. Al final, un Bion ambivalente y arrepentido concluye: «El bebé paró de llorar y estaba siendo consolado por unos brazos maternales. Pero yo, yo había perdido a mi hija» (AMSR, p. 70). ¿Cuál sería la ‘O’ determinante de semejante drama? ¿Pudo la ENVIDIA del ‘Bion-niño abandonado’ y pre-analítico, intentar vengarse en la niña Parthenope privilegiada por tenerle a él? Quién sabe. En su autobiografía Bion (1982) recuerda la despedida de sus padres en la habitación de un hotel de Londres cuando se marchaba a la guerra:
Llegué hasta allá. En la habitación de mis padres la luz eléctrica destacaba una calidez lívida; estaban alegres de verme —eso estaba claro. Pero yo podía sentir que la partida precoz de su8 muchacho hacia la guerra dejaba a mi madre besando la semblanza quitinosa de un muchacho a quien la persona se le había escapado. Yo estaba PRISIONERO, incapaz de salirme de la concha a la cual estaba adherido (LWE, p. 104).
Mientras Bléandonu (1994) expresa:
Más tarde, en su autobiografía, con frecuencia él [Bion] da la impresión de nunca haber tenido un padre, una madre y mucho menos una hermana. Su obliteración debe haber sido una ‘solución final’ al predicamento edípico. Como solución se asemeja a la destrucción que el psicótico hace del APARATO PARA PENSAR como fórmula para deshacerse del predicamento edípico (p. 277).
Haber crecido entre varones, niños y hombres, pudo haber inducido en Bion la necesidad de solicitar inconscientemente afecto de figuras masculinas, y producir inicialmente alguna forma de confusión en su identidad sexual. Un ejemplo lo proporciona él mismo en su autobiografía cuando se refiere a un evento ocurrido durante su adolescencia con Dudley, un compañero y amigo cercano del internado:
Una noche, estando acostado en mi cama con mi pijama y cuando esperaba que Dudley se acostara, éste de repente soltó la toalla que tenía alrededor de la cintura, saltó a horcajadas sobre mí, como desafiándome a una lucha. «¿Y ahora cómo te sientes?», dijo. No sentía nada físico aunque mentalmente un sentimiento de fastidio y decepción, lo cual pronto le comuniqué a Dudley quien, después de intentos inútiles para provocar una lucha, se bajó. Me sentía amargamente decepcionado. No tenía idea de lo que deseaba, pero sí sabía —y la realización creció con el tiempo— que yo lo deseaba intensamente. Deseaba haber provocado a Dudley de continuar y entonces hubiese descubierto lo que quería hacer. Ahora pienso que Dudley lo desconocía tanto como yo. Cuando le expresé esto a mi psicoanalista años más tarde, él estaba convencido de que yo lo sabía (LWE, p. 74).
Antes de Klein, Bion tuvo dos experiencias analíticas, de la primera no menciona el nombre de su analista y se refiere despectivamente como el Dr. FiP, un apodo tomado de las iniciales de feeling-in-the-past («sentirlo-en-el-pasado»), aparentemente parodiando una expresión común utilizada por FiP durante las sesiones. Bléandonu (1994) presume que pudo haberse tratado de J. A. Hadfield, un psiquiatra de la Tavistock. El segundo análisis entre 1937 y 1939, abortado prematuramente por la Segunda Guerra Mundial, lo realizó con el cuáquero John Rickman, analizando de Freud y Ferenczi, y quien posteriormente se hizo un buen amigo de Bion. Es muy posible que tales experiencias permitieran a Bion resolver sus angustiosas confusiones y su temor a las mujeres.
Primero una bella novia que resultó ser infiel y posteriormente, en 1939 durante los inicios de la guerra, Betty McKritick Jardine, una actriz de teatro y cine con quien finalmente se casó. Tres años después Betty falleció de parto, aunque su hija, Parthenope, se salva. Bion, seleccionado por el mismo Montgomery como psiquiatra del ejército, estaba ausente haciendo gestiones para el día D en Normandía. Treinta y cinco años más tarde, Bion todavía se cuestiona:
¿Quién mató a Betty y casi mata su bebé? ¿Malformación física? ¿Incompetencia del obstetra? ¿Autoridades insensibles e indiferentes? ¿O las revelaciones del tambor hueco que sonaba tan fuerte por la partida de su esposo? (AMSR, p. 62)
Y más adelante:
Yo le rogué a Betty de estar de acuerdo en tener un bebé: su acuerdo en hacerlo le costó la vida (AMSR, p. 70).
El psiquiatra
Después de la Primera Guerra, Bion estudió filosofía e historia en la Universidad de Oxford, así como francés en la Universidad de Poitiers, destacándose no sólo por su conocimiento enciclopédico sino también con igual fluidez en las artes del cuerpo, en deportes como natación, fútbol y boxeo. Dos acontecimientos fueron determinantes: la ruptura de un cartílago de la rodilla limitó su actividad física, y la expulsión del Bishop’s College, su propia escuela donde se había empleado como profesor. Había sido acusado por la madre de un joven ante la sospecha de haberlo seducido, un acontecimiento que Bion negó con acritud, y que le indujo por primera vez a buscar ayuda terapéutica. Decidido a estudiar MEDICINA volvió a Oxford, graduándose en 1930 después de haber ganado la medalla de oro en cirugía. «Bion no intentó adquirir calificaciones post-universitarias. Se lanzó directamente a practicar la psiquiatría» (Bléandonu, 1994, p. 41), y en 1932 se inició como médico de la Tavistock. Para Bion cualquier AGLOMERACIÓN de individuos interacciona mediante vínculos pre-determinados y representa un grupo: la familia, la oficina, el vecindario, el colegio, los amigos, un tour de turismo, etcétera. Sutherland (1985), quien compartió con Bion durante estos años, nos dice:
Durante esta fase