acto de conciencia lo pone ante un D’s nuevo, que no reclama la sangre del hombre, sino sus actos buenos, esos que no causan dolor y conducen a la belleza. Y en esta conciencia, D’s lleva a que el hombre mismo se cuestione y dé una respuesta adecuada. Lo que Abraham entiende del mundo no solo le llegará de D’s. Llegará también de su criterio, de los juicios que haga y de lo bueno en sí y para sí que logre: esto será lo que le ofrecerá a D’s. En esa conciencia de lo adecuado, Abraham conoce la libertad del obrar bien, del evaluar lo malo como error y tomar lo que es bueno como acierto; en este caso, la vida que, para él y Sara, ha sido un milagro. En uno de sus aforismos, Franz Kafka dice: “Cuando todo parece terminado, surgen nuevas fuerzas, esto significa que vives”. Y esa tentación de D’s es la renovación, el camino que se abre y lleva al valle y al curso del río.
Siguiendo lo anterior, que D’s tiente es bueno, pues su tentación lleva al orden, a la nueva esperanza y al agradecimiento. Y si algo podemos decir de Abraham, que en el camino yerra, se levanta y cae, es que es un hombre agradecido y en este agradecer levanta un altar como señal; altar que es un desapego de su pasado en Harán y un paso adelante en la concepción de D’s. Diría que D’s es una conciencia que da conciencia a sus criaturas, acercándolas a él, acogiéndolas25. Y en esta acogida, en los sitios donde Abraham pone su altar, ya D’s hace más parte de él. Y no para ser D’s, sino para tener claridad en la vida y no temer a la muerte.
Nasáh es poner a prueba. Y es este ponernos a prueba lo que valida nuestro paso por la tierra y nos lleva a ser la vida misma a través de la pregunta. En su trasegar, Abraham se fue haciendo vida, de aquí sus altares, y ser vida con sentido fue y es la tentación de D’s.
De su exposición, padre Hernán, me gusta mucho aquello de las preguntas de Isaac. Hablemos de estas preguntas.
P. Hernán
Las preguntas de Isaac. Según el relato de Gn 22,4-8, al tercer día de haber iniciado el camino, Abraham divisa el lugar a donde quieren llegar, en la región de Moria, y, en ese instante, decide seguir él con su hijo Isaac; los siervos se quedan en este punto del camino con el burro e Isaac es cargado con la leña, mientras Abraham lleva el fuego y el cuchillo. En ese momento, cuando padre e hijo están solos, Isaac pregunta: ¿dónde está el cordero para el sacrificio? Se podría parafrasear “papá, ¿adónde nos dirigimos nosotros dos solos?”.
Me parece una osadía citar un comentario del “Midrash Wajosha’ (&1)”, porque usted, Memo, es el especialista en estas fuentes26. Ahí, en este espléndido texto de la tradición judía, hay unas frases conmovedoras, en las cuales se integran la gran sabiduría del relato y los silencios estremecedores de la narración bíblica. El Midrash retoma a su modo lo dicho antes, pero quiero ser fiel al texto:
Abraham se levantó muy temprano a la madrugada, cargó el asno y tomó consigo dos siervos y a su hijo Isaac (Gn 22,3). Entonces dijo Isaac a su padre: “¿Papá, a dónde vamos nosotros solos?”. Abraham le dice: hijo mío, allí, a un lugar cercano. Y el texto sigue: Abraham tomó la leña del sacrificio y la cargó sobre Isaac, él tomó en su mano el fuego y el cuchillo, luego siguieron juntos y unidos los dos (Gn 22,6)... en ese momento cae un gran terror sobre Isaac, porque, en esas condiciones, él no ve qué se pueda ofrecer en sacrificio, su padre no lleva nada en sus manos. Ahora Isaac pregunta: si tenemos el fuego y la leña, ¿dónde está el cordero para el sacrificio? (Gn 22,7). Y sigue el Midrash, de inmediato, tembló Isaac y se estremecieron todos los miembros de su cuerpo, porque captó el pensamiento de su padre; pero no se calló, tuvo fuerzas para decirle a su papá: “Si el santo me ha elegido, entonces mi vida será donada a él”. E Isaac aceptó con paz su muerte, para cumplir el precepto del creador. Dijo Abraham: “Hijo mío, yo sé que no te opones a la orden de tu Creador, ni a mi orden. Respondió Isaac a su padre: ¡Padre mío, hazlo cuanto antes! Cumple la voluntad de tu Creador, y él cumplirá tu voluntad”.27
Según el Midrash, luego de superar las insidias de Satán, quien quería obstaculizar el camino suscitando dudas sobre aquellos que iban a cumplir, Abraham e Isaac llegaron al lugar indicado por Dios. Luego de preparar el sacrificio, Isaac anima a su padre: “Papá, sé valiente, desnuda tu brazo, ata bien mis manos y mis pies, porque soy un joven de 37 años, y tú eres mayor. Que cuando vea el cuchillo en tu mano no me agite por el temor y no te golpee, que mi espíritu no se rebele y me culpe a mí mismo, mientras me debato en angustia y sea indigno del sacrificio. Te pido, por favor, Papá, hazlo pronto, cumple la voluntad de tu Creador, no tardes”28.
Cuando Abraham se inclinó sobre Isaac para sacrificarlo, el Santo de los Santos vio cómo ambos eran un solo corazón. Se mezclaron sus lágrimas, las de Abraham cayeron sobre Isaac, y las de los dos cayeron sobre la leña, que quedó inundada, padre e hijo fundidos en un mismo corazón. Y cuando Abraham extendió su mano con el cuchillo para sacrificar a Isaac, su hijo, el Señor les dijo a sus ángeles: ¿han visto a Abraham, mi amado, cómo ha confesado la unicidad de mi nombre en el mundo? En la creación ustedes preguntaron: ¿qué es el hombre para que te acuerdes de él, el ser humano para que lo visites? (Sal 8,5), ¿quién podría confesar la unicidad de mi nombre en este mundo como Abraham? Y lloraron los ángeles, y sus lágrimas cayeron sobre el cuchillo que blandía Abraham, y de inmediato se paralizó. La vida volvió a Isaac, se puso de pie y entonó esta bendición: “Bendito eres tú, Señor, que das la vida a los muertos”29.
Las preguntas de Isaac no son por él, son para revelar los sacramentos escondidos en Abraham, su padre, y en el Señor. La poesía del Midrash señala la “resurrección” de Isaac, la cual marcará escenas posteriores y pinturas floridas de la Edad Media. Por este mismo sendero asoma una conexión entre l’‘aquedah y la fiesta de la Pascua, porque en la sangre del cordero (Ex 12,13.23), el Señor dice ver la sangre de Isaac (Mekilta de-rabbi Jishma‘el 8), y puede verse también El poema de las cuatro noches (Targum neofiti a Ex 12,42, la segunda noche es l’‘aquedah)30.
Pero cabe otra anotación a las preguntas de Isaac: ellas posibilitan ampliar el impacto de la alianza. Hasta ese momento, Dios había suscrito la alianza solo con Abraham, pero en ese pacto, fruto de las escenas de Gn 22, entra ahora Isaac. Ya Abraham no camina solo con Dios (Gn 17,1): a partir de ese momento debe ir con el paso de Isaac, y el hijo debe ir con el paso del padre (Gn 22,6.8), juntos llevan lo necesario para el sacrificio y ambos deben cumplirlo. Ambos son obedientes, ambos padecen juntos, com-patior en latín, reflejo del vocablo “compasión”, y del rostro compasivo de Dios.
“La epifanía del rostro es ética”, decía Emmanuel Lévinas31, y esta frase puede responder al significado de las preguntas formuladas por Isaac en Gn 22. En el rostro de Isaac, Abraham descubre el rostro de Dios, todos somos creaturas de Dios, somos todos de Dios. En el rostro de Isaac, Abraham descubre la fuerza y la verdad de un mandato: “No matarás” (Ex 20,13; Dt 5,17). En el rostro de Isaac, su hijo, la mano de Abraham queda paralizada. Cuando Abraham tomó el cuchillo para sacrificarlo, de sus ojos cayeron las lágrimas de la misericordia paterna: cayeron en los ojos de Isaac (Génesis Rabbah 56,8)32.
Abraham, como Dios, se conmueve, sus lágrimas, unidas a las de Isaac, descubren el sufrimiento de ambos, y cuando se sufre “juntos”, con el otro, se comprende que toda violencia se queda sin fundamento porque Dios quiere la vida en abundancia para todas sus creaturas. El amor entre Abraham e Isaac evoca la con-cordia, con-cors, con-cordis en latín (desde el corazón, con el corazón), entre Dios y sus creaturas. En la región de Moriah, el corazón de Dios, de Abraham y de Isaac asoman estrechamente unidos.
Y termino mi sencillo aporte notando otro particular en el final de esta narración sobre las preguntas de Isaac. En Gn 22,5, Abraham dijo a los siervos: “Volveremos a ustedes”, es decir, Abraham e Isaac, pero en Gn 22,19, según el texto, Abraham regresa solo. E Isaac ya no volverá a aparecer en el Génesis sino dos capítulos después. Las preguntas de Isaac revelan el corazón de su padre.
Abraham no se guardó a su hijo, no lo retuvo para sí mismo, renunció a apropiarse del don de Dios. En una figura simbólica, pero a la vez teológica, Abraham cortó el vínculo