Sarah Mey

Nosotros sobre las estrellas


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       Capítulo 47

       Capítulo 48

       Capítulo 49

       Capítulo 50

       Capítulo 51

       Capítulo 52

       Capítulo 53

       Capítulo 54

       Capítulo 55

       Capítulo 56

       Capítulo 57

       Capítulo 58

       Capítulo 59

       Capítulo 60

       Capítulo 61

       Capítulo 62

       Capítulo 63

       Capítulo 64

       Capítulo 65

       Capítulo 66

       Capítulo 67

       Agradecimientos

       Si te ha gustado este libro…

      A mis padres

      Capítulo 1

      JAMES

      El día de hoy me resulta terriblemente aburrido. Y para qué mentir, también temible. He de ir a una boda, y odio las bodas. Por suerte, pude escapar del ensayo esta mañana, pero ya no hay salida. En unas horas he de estar en una celebración rodeado de gente que, aunque conozco, no me apetece ver. Me miro las manos y aprieto los puños hasta que los nudillos se me ponen blancos.

      Estoy seguro de que mi hermano Mike está cometiendo un error. No me gusta esa chica para él y, por primera vez en mucho tiempo, aunque no me hayan dicho nada, estoy convencido de que mis padres están de acuerdo conmigo. No me malinterpretéis, no es que Jessica sea mala persona, es solo que es una exagerada a la que le encanta ser el centro de atención. Por lo que sé, su familia también es adinerada como la nuestra. Tienen una mansión enorme en las afueras y presumen de tener diversos y lujosos domicilios en lugares tan turísticos como París, Milán, El Cairo, Río de Janeiro, Grecia, Roma…

      Ningún sitio al que no pueda ir con mi avión privado en unas horas. Al menos me consuela saber que Jessica no se casa con mi hermano por dinero. Aunque el motivo por el que en un principio creí que lo hacía me resulta aún peor que ese. Y la parte más rastrera de mí sigue creyéndolo.

      Me tomo unos momentos para centrarme en disfrutar del lugar donde estoy. Una suave brisa mueve mi cabello oscuro con suavidad. Lo mantiene en el aire como si fuese una fina hoja, y luego lo deja caer de golpe. Suspiro y siento el duro banco debajo de mí. Estoy sentado en un parque y observo un gran lago donde los niños y los ancianos alimentan a los patos. Muchos de ellos de color blanco. Como mi color favorito.

      Me quedo mirando una pluma que cae en el agua. Dibuja unas pequeñas hondas durante un instante sobre la superficie casi transparente. Cierro los ojos. Si me centro en este momento el día no parece tan horrible como va a serlo. El cielo brilla y me da directo en la cara. Noto cómo mi piel se calienta y disfruto de la agradable sensación. Llevo unas gafas de sol que hacen que no tenga que entrecerrar los ojos, una camisa de lino y unos pantalones en marrón claro a juego con unos zapatos del mismo color, pero un poco más oscuro.

      Ya casi es la hora del almuerzo y siento cómo mi estómago se queja. Dudo entre ir a almorzar a algún restaurante cercano o volver a mi casa y comer algo allí. El hecho de que vaya a tener que estar obligado a ver a toda mi familia y soportar a demasiados invitados para mi gusto hace que me decante por ir a algún restaurante cercano. Es la primera vez que vengo a este lugar. Esta mañana me apetecía conducir y he estado al menos tres horas en la carretera. Supongo que mientras conduzco y escucho música mi mente es capaz de evadirse y de centrarse solo en lo que estoy haciendo. No suelo correr. No me van esas gilipolleces. No obstante, hoy he ido más rápido de lo que debería y eso me ha hecho olvidar por unos segundos la desagradable sensación que me araña por dentro. Que se cuela en mi interior como un monstruo y que me cuenta verdades inevitables al oído. Jessica no es buena para mi hermano. No después de lo que pasó entre nosotros. Esto es una mierda. Me meto las manos en los bolsillos. Sí, esto está fatal, y aun así quiero que salga bien, por mi hermano, porque él sí que se merece una gran boda.

       Conducir sin saber a dónde iba acabó agobiándome. Aun así, no quería regresar tan pronto a casa. Precisamente por eso, a la vuelta, me metí en un barrio en el que nunca había estado y que me llamó la atención por estar poco transitado. Paz. Soledad. Aire libre. Eso era lo que necesitaba. Aparqué el coche y comencé a andar. Estoy aproximadamente a unos treinta minutos de mi casa, en la Quinta Avenida de Manhattan.

      Me levanto del banco de color grisáceo y dirijo una última mirada al lago. Me recuerda a uno de los de Central Park, aunque es mucho más pequeño y aquí se respira más tranquilidad. Tal vez por eso me haya quedado más tiempo de la cuenta.

      —Hola, James. ¿Cómo tú por aquí?

      ¡Oh, vaya! ¿Cómo puedo tener la suerte de encontrarme a gente que me conoce cuando me muero de ganas de estar solo? Me enfado casi al medio segundo de escuchar mi nombre.

      La voz me suena familiar y la ubico en alguien a quien mi cerebro no quiere ver. Me giro quitándome las gafas de sol, para encontrarme con una chica preciosa, de ojos celestes y pelo rubio con un cuerpo atlético. Pasé con ella una noche hace unas dos semanas. La cosa no fue a más, aunque ella me buscó. De hecho, por muy extraño que suene, es la última chica con la que me acosté, y eso, en mí, que tengo fama de ir de flor en flor, es un gran logro. Desde que salí de su cama decidí que quería cambiar algo en mi vida, y que tal vez empezar por el tipo de mujeres con las que me acuesto pudiese ser un buen primer paso. Eso, y comenzar a centrarme en los exámenes que tengo a la vuelta de la esquina.

      En cierto modo, quiero ser más responsable para enseñarle a mi padre que puede dejar el negocio familiar en mis manos dentro de unos años. La Red Armonie es una de las mayores empresas de negocios de Estados Unidos y tenemos filiales a lo largo de todo el territorio. Volviendo a la chica que tengo delante de mí, me está repasando con la mirada y me doy cuenta, elevando la cabeza, de que mi presencia logra ponerla nerviosa. Sé que quiere