Sarah Mey

Nosotros sobre las estrellas


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tan siquiera me están mirando —le respondo a Dakota en el mismo tono de voz, molesta.

      Ella me lanza una mirada que no sé descifrar, así que me la quedo mirando sin entenderla del todo bien.

      —¿Qué?

      Sueno hostil y lo sé, pero me da igual.

      —No has negado que te guste.

      Pongo los ojos en blanco y suspiro. James me mira en ese preciso momento y aprieta los labios. La curva de su mandíbula se tensa y yo no puedo evitar notar algo reverberar en mi interior. De nuevo vuelvo a mirar esos labios. Son como imanes, y saben muy bien… Me enfado ante el rumbo de mis pensamientos. Yo no quiero nada con nadie, y menos pensar en los besos de alguien que ha tenido el descaro de besarme de la forma tan fresca en la que él lo ha hecho. ¿Por qué no puedo parar de repetir el momento en mi cabeza entonces?

      —No me hace falta negarlo. No me gusta. Fin.

      Y el beso no ha significado nada para mí tampoco. Me niego a que así sea. Voy a encerrar el recuerdo de ese beso en algún lugar de mi mente y no voy a dejarlo salir. Además, ninguno de nuestros padres vería con buenos ojos que él y yo tuviésemos algo. Casi puedo imaginarme sus reacciones. Espera. ¡Puaj! ¿Cómo puedo estar pensando en eso? ¡Nunca tendría nada con un chico como James! Es todo de lo que siempre he estado huyendo. Un mujeriego que hace con las tías lo que le da la real gana. James se queda mirándome con detenimiento e intensidad. Tanta que tengo que apartar la mirada porque sé que estoy comenzando a ponerme roja. Mierda.

      Capítulo 15

      JAMES

      Maisie no para de mirarme y yo me doy cuenta, pero no estoy de humor para responder a sus miradas, así que me limito a mirar al frente y a comerme todo lo que me ponen delante, incluso si no me gusta. No quiero molestar más a los novios y estoy seguro de que a Jessica le encantará buscar cualquier situación para tratar de poner a mi hermano en mi contra. Supongo que todo sería mucho más fácil si me hubiese acostado con ella aquella noche, cuando la conocí en un club y me la llevé a mi casa. Ambos nos conocimos medio borrachos y con la música retumbando en nuestras cabezas tan fuerte que apenas pudimos hablar. Quizás por eso me resultó atractiva, porque no la oí abrir la maldita boca. Le propuse venir a mi apartamento más o menos después de pasarnos unos cuarenta minutos bailando y de invitarla a una copa. Por ese tiempo creía que cuarenta minutos eran suficientes para saber si una persona estaba loca o si quería acostarme con ella. No, no lo eran. Aprendí del error.

      El problema fue que no la escuché hablar en el club, pero sí lo hice de camino a mi apartamento en el coche, y creo que jamás he conocido a una tía tan cerrada y con las ideas tan retrógradas sobre la vida en general como Jessica. Me habló de tantas cosas que para mí no tenían sentido que una vez dentro de mi apartamento no fui capaz de tirármela. Una fuerza sobrehumana se impuso y me quitó las ganas de estar con ella, de modo que se lo dije y me ofrecí a llevarla a casa o a pedirle un taxi, cosa a la que se negó y salió casi corriendo de mi piso. ¿Adivináis a quien se encontró en la entrada del edificio? Sí, a Mike. Si me la hubiese tirado ni tan siquiera se habrían conocido por mi culpa, ni ella me odiaría ni yo le estaría ocultando eso a mi hermano después de que me dijese que jamás se había sentido tan vivo ni feliz por conocer a una chica.

      Tomo un trago de aire y me miro las manos. Me aferro con fuerza a la silla para tratar de controlar mi rabia. Dirijo la mirada hacia Daniel. He intercambiado ya dos o tres cruces en los que le insto a irse, por lo que estoy seguro de que no tardará en hacerlo. No lo quiero cerca de ella. No de esa chica masoquista. Sé que Maisie no me quita ojo de encima, y me hace gracia recordar que la única vez que la he mirado ha comenzado a ponerse colorada. No debí besarla, pero creo que nunca me ha gustado tanto dar un beso.

      El banquete transcurre con normalidad y en un momento determinado ambos nos quedamos solos en la mesa. Nuestros padres han ido a hacer una ronda por todas las mesas para asegurarse de que todos los invitados estén a gusto. Mi hermano y Jessica han hecho lo mismo y han comenzado a hacerse miles y miles de fotos. Creo que no voy a aparecer en ninguna de ellas. Y no por elección propia.

      De pronto necesito aire, así que me levanto sin ni tan siquiera observar a Maisie ni dirigirle una mirada de disculpa y me voy al jardín. Trato de esquivar a todos los grupos de personas y me apoyo en uno de los árboles más solitarios y oscuros. Miro a las estrellas, tratando de relajarme, y cierro los ojos.

      —¿Te encuentras bien?

      La voz de Maisie se me cuela entre los oídos y no puedo evitar que el aire se escape entre mis labios. No la he escuchado llegar, probablemente porque la música de la boda llega hasta donde estoy con gran amplitud.

      —¿Por qué no iba a estarlo? —le pregunto, quizás un poco a la defensiva.

      —Apenas me has mirado durante el banquete y tampoco te has acabado tu postre.

      Elevo una ceja y veo que ella parece tranquila. Vaya, es la imagen de la tranquilidad en persona. Ya no parece enfadada ni molesta, ni tampoco estar a la defensiva, y eso hace que por ende yo también me relaje.

      —Ahora, a parte de seguirme, ¿también me espías?

      Ella suelta una carcajada y yo la observo. Su sonrisa es tan bonita que no puedo evitar mirarla. Los rayos de luna se reflejan en su rostro creando un entramado de sombras y algo se remueve en mi interior.

      —Ya te gustaría a ti que yo te siguiese —me dice con sorna, volviendo al ataque y haciendo que yo vuelva a sacar las garras.

      —Era una broma —me defiendo, algo molesto, para qué mentir.

      Ella se vuelve a cruzar de brazos y me reta con la mirada.

      —Lo mío no.

      Pongo los ojos en blanco.

      —¿Y por qué estás aquí entonces, masoquista?

      Ella se muerde el labio inferior y ese gesto provoca que me entren ganas de volver a besarla.

      —Porque… —comienza la frase, pero se detiene y eso hace que mi intriga quiera volver a preguntar.

      —¿Por qué?

      Ella me mira a los ojos y veo que sea lo que sea lo que vaya a decirme a continuación es algo que no le gusta.

      —Porque sé que mi hermana puede ser imbécil y no me ha parecido bien lo que te ha dicho sobre que no deberían de haberte invitado a la boda.

      Espera. ¿Qué?

      —¿Has dicho tu hermana?

      Me quedo sin palabras. Ella me observa como si no entendiese qué ocurre.

      —Sí… Jessica y yo somos hermanas.

      Cierro los ojos. Maldita sea. Me he tenido que poner hasta pálido y tardo unos instantes en ser capaz de conectar más de una palabra.

      —Pensaba que su hermana era la otra dama de honor. —Aún queda la posibilidad de que sea una broma—. ¿Te estás quedando conmigo, verdad?

      Hago la última pregunta con una pizca de esperanza en el pecho. Ella niega con la cabeza y con rotundidad.

      —No, ojalá lo hiciese, pero no. Eso solo significa que vamos a tener que vernos en más de una ocasión.

      Me llevo una mano a la cabeza.

      —No, por favor —farfullo inconscientemente sacando lo que acabo de gritar en mi cabeza.

      Veo cómo su expresión cambia al enfado y abre la boca.

      —¿No, por favor? ¿Me besas y dices «no, por favor» a vernos más?

      Y ahí está. Ya ha tardado bastante en sacar el tema. Me quedo quieto en el sitio sin saber qué responder.

      —¿Es que acaso me has pedido que nos veamos alguna vez más para que yo te haya dicho que no?

      La escucho soltar un sonido mostrándome