Sarah Mey

Nosotros sobre las estrellas


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de mí, y el no tener a ningún amigo a mi alrededor, sino a primos con los que en realidad tan solo me reúno en ocasiones familiares, me hace sentirme un poco solo.

      Tras escuchar a una tía lejana hablar sobre algo que me parece una gilipollez y escuchar a otros tíos e incluso tíos abuelos contarme cosas de hace algo así como cincuenta años, por fin logro quedarme solo en una mesa del jardín, cerca de la piscina. No veo el momento de darme un baño. Supongo que he de esperar a que acabe el banquete que aún ni tan siquiera ha empezado para poder hacerlo.

      Me limito a ser un mero espectador de todo lo que está pasando a mi alrededor, y casi puedo decir que soy feliz. No soy ese típico chico al que le guste estar siempre en medio de todo. Hay veces que me gusta evadirme y quedarme solo. Y simplemente pensar o dejar la mente en blanco.

      Distingo a Maisie hablando con uno de mis primos y veo cómo ella le sonríe, radiante. Tengo que admitir que me descoloca. Sobre todo, por la extraña presión que siento en el pecho al verla. Seguro que solo es porque lleva todo el día sacándome de quicio. Me la quedo mirando. A mí no me ha sonreído nunca así. Bueno, hoy, en todo el día que llevo conociéndola. Estoy tan cansado de ella que parece que la conozco desde hace más tiempo.

      Observo la escena inclinándome un poco hacia delante. Creo que mi primo le gusta y, vaya, chica, has escogido fatal. Mi primo Daniel es un rompecorazones, pero de los malos. De esa clase de tío que tiene novia y le da igual ir por ahí tratando de tirarse a media ciudad sin mencionar su existencia. Desde mi punto de vista está enfermo. No sé cómo lo hace para que las chicas sigan enamorándose de él. De hecho, su anterior novia, con la que estuvo tres años, rompió con él al enterarse de sus infidelidades continuas. Me llevo una mano a la cabeza al recordar cómo a pesar de eso, semanas más tarde quiso volver con él y se llevó un año buscando una reconciliación. Periodo de tiempo en el que Daniel aprovechó para tirarse a la novia de uno de sus mejores amigos y empezar a salir con ella. A quien, por cierto, engañó con su exnovia. Vamos, ajustando cuentas, que el tío es un cabrón, y… No me jodas… Acaba de colocar una mano en la parte baja de la espalda de Maisie y se ha acercado mucho a ella.

      Me tenso involuntariamente. Ella lo observa con ojitos de cordero y la sonrisa pícara de sus labios me indica que le gusta la situación. ¡No me jodas, no me jodas! Debería quedarme en el sitio y no hacer nada. Dejar que Daniel la engatuse, le prometa cosas, la bese, se pase toda la noche detrás de ella y se la tire, bien sea esta noche o estando semanas o meses quedando con ella y siendo el chico perfecto hasta que consigue lo que quiere. No entiendo por qué me molesta tanto, pero no puedo evitar levantarme y acercarme a ellos.

      Le agarro la frente a Daniel justo cuando está a punto de besar a Maisie, y ambos me miran con cara de pocos amigos y sorprendidos al mismo tiempo. Quizás mi ceño fruncido le indique a Daniel que no me diga ni una palabra, pero no es él quien habla.

      —¿Qué demonios te crees que estás haciendo?

      La fulmino con la mirada. Un gruñido de advertencia sale de mi garganta.

      —Acabo de hacerte un favor, niñata.

      Ella abre la boca y vuelve a desafiarme con la mirada. Así vas muy mal conmigo, Maisie.

      —¡Eh, tío! ¡¿De qué vas?! —me pregunta Daniel.

      No me lo pienso dos veces y lo agarro por el cuello de la camisa.

      —Aléjate de ella. No me hagas repetírtelo dos veces.

      Daniel pone ambas manos arriba de la cabeza enseñando las palmas en señal de paz. Sabe que no le conviene enfadarme porque puedo ganarle con facilidad en una pelea. Lo que no sabe es que bajo ningún concepto quiero montarle ninguna escena a mi hermano en el día de su boda. No sé para qué diablos me he levantado de la mesa. Ahora que había conseguido estar solo y que nadie me rindiese cuentas. Joder. Maisie. Sí, lo he hecho por ella. Pero ella no tiene ni puta idea de eso.

      —Suéltalo ahora mismo, James —me amenaza Maisie.

      Alucino y esbozo una mueca jactanciosa, a pesar de que estoy furioso. ¿Qué se cree que va a hacerme? ¡Si sin tacones no me llega ni a los hombros!

      —¿O qué? —le digo aún agarrando a Daniel y mirándola con una ceja alzada.

      Juro solemnemente que no la vi venir. Y aunque el tiempo parece congelarse y lo veo todo a cámara lenta, no puedo reaccionar cuando Maisie me da un empujón que me pilla totalmente desprevenido y caigo a la piscina que está a unos centímetros detrás de mí.

      Capítulo 12

      MAISIE

      Maldita sea. Esto no acaba de pasar. Solo quería separarlo de Daniel, no tirarlo a la piscina. Pero qué demonios… Se ha metido en medio del que probablemente era el beso más bonito que iban a darme en mi vida. Daniel es un chico tan encantador, y tan sensible… que me ha bastado unos minutos para querer darle una oportunidad. Y vaya, encima es guapísimo. Es moreno de ojazos negros. Y es alto. Me pueden los hombres altos. Volviendo a donde estábamos… Mierda… James va a matarme por tirarlo a la piscina.

      —James… —digo nada más lo veo sacar la cabeza del agua.

      No me da tiempo a decir nada más, y tampoco es que tenga mucho que decir porque me he quedado sin palabras al verlo. Su cabello empapado cae a ambos lados de su rostro, dándole un aspecto salvaje y peligroso. Su semblante es de hierro cuando me fulmina con la mirada.

      —¡¿Estás loca?! ¡¿Qué mierda te pasa?!

      No sé dónde meterme. Prometo que no sé dónde meterme y que me han entrado ganas de salir corriendo. Quiero decir, jamás he visto a un hombre apretar tanto la mandíbula ni unos ojos tan amenazantes como los de James en este preciso momento.

      —¿Para qué te metes en medio? —inquiero tratando de que se dé cuenta de por qué lo he empujado.

      Aunque creo que no hay excusa para empujar a casi un desconocido a una piscina en mitad de una boda. Siento las pulsaciones en la garganta y trago saliva mientras lo veo salir de la piscina. Parece un lobo a punto de lanzarse sobre su presa. Peligroso. Aterrador. Y exquisitamente atractivo con ese traje empapado pegado a su musculoso cuerpo. Dios, ¿cuántos músculos tiene este hombre?

      Él se acerca a mí y Daniel, como buen chico que me ha demostrado que es, se interpone.

      —Ahora soy yo el que te digo que te alejes de ella.

      No puedo evitar mirarlo como si fuese una especie de héroe y Daniel me devuelve la mirada con un guiño de ojos.

      —No me hagas partirte la cara en la boda de mi hermano —clama imponente, tan impasible y serio que una leve oleada de calor me recorre el vientre.

      La frase hace que me quede patidifusa. ¿La boda de su hermano? ¿He oído bien? Vaya… Acabo de enterarme de que Mike tiene un hermano. Jessica no me ha dicho absolutamente nada al respecto. Muchos invitados están mirando y Mar les indica que pasen al salón principal porque puntualmente el banquete está a punto de comenzar.

      —Eh…, tranquilo, tío…

      Noto cómo la voz de Daniel ha cambiado y parece que no quiere molestar a James. Donde yo esperaba burla por su parte, o que se encarase, Daniel agacha la cabeza. Es como si lo respetase o lo temiese. Veo cómo James me mira con ferocidad y abre la boca en el preciso momento en el que Mike llega y se acerca a ellos.

      —¿Qué coño está pasando aquí? –brama.

      Nos hemos quedado solos en el jardín y James no para de lanzarle miradas rabiosas a Daniel. Es como si realmente contuviese las ganas de pegarle un puñetazo.

      —Nada, Daniel ha dicho que se va a ver a su novia desde hace tres años, ¿verdad?

      El corazón se me para al escuchar eso. ¿Daniel tiene novia? James está mintiendo. Eso es imposible. ¡Si ha tratado de besarme! Me siento como una completa imbécil. ¿En qué pensaba? ¿Cómo me he dejado engatusar tan pronto? No es típico en mí. Bueno, siendo sincera,