a dos personas que están a punto de besarse como si te hubiese molestado que os interrumpiese —siseo llamándola de todo menos bonita con mi mirada.
Ella desvía la vista hacia arriba antes de volver a observarme, ofuscada. La forma en la que me mira me hace ver que tiene mil insultos para mí en su mente.
—¿Y? Eso no implica que quiera besarlo. Ni en broma volvería a acercarme a él.
Mi mente se queda en blanco. En serio. Este es el momento en el que te peleas con una tía y sabes que tienes razón, pero ella le da la vuelta de una forma tan retorcida que acabas planteándote que el que lo ha hecho mal eres tú. Me quedo plantado delante de ella y llamo a todas mis neuronas a que la ataquen. No puedo, hay algo en sus ojos que me hace quedarme mirándola como si fuese una obra de arte. Es una mujer fiera que en este instante transmite demasiado con su mirada. Me está retando, y eso me saca de quicio. Tanto que la sangre se me calienta. Uno ambos labios, que se me han separado inconscientemente. He de reconocer que está preciosa bajo la luz de la luna. No sé en qué momento he acortado las distancias entre nosotros. Mi mano rodea su cintura y ella se queda quieta, sorprendida. Espero una señal, y la veo mirando mis labios descaradamente. No soy capaz de pensar. El momento me atrapa de la misma forma en la que yo atrapo su boca con la mía. Siento como Maisie se tensa ante mi roce, pero tras un instante sus labios, suaves y calientes, comienzan a moverse al ritmo de los míos. Su pintalabios sabe a una especie de fruta entre el melón y la sandía, y me hacen estar hambriento de más. De ella. Soy consciente de que estoy metiendo la pata hasta el fondo al besarla, aunque el hecho de que no se haya apartado como esperaba me hace quedarme cerca, acariciando sus labios con los míos más tiempo del habitual. Me encuentro a mí mismo deseando que pase sus brazos por mi cuello. No lo hace. Y eso es motivo más que suficiente para reaccionar.
Me alejo de ella y veo en sus ojos que va a echarme en cara el beso, así que hago lo mejor que sé hacer, sonreírle con una media sonrisa y soltar una burrada.
—Así no tendrás que ir a buscar al imbécil de Daniel para pedirle que acabe lo que empezó. De nada —le espeto dándome media vuelta y entrando en la casa con rapidez, casi a pasos agigantados esperando que no me siga.
¡Qué demonios! Espero que me siga. Claro que lo espero. No para querer darme otro beso ni para algo más, sino para otra cosa. Espero que me siga, gritándome y poniendo el grito en el cielo. Poniéndome de pervertido o de cosas peores. Incluso me detengo en la cima de las escaleras de caracol, haciendo algo de tiempo por si acaso le da por aparecer a gritarme. Pero no lo hace. Y eso me hace sentir totalmente perdido.
Capítulo 14
MAISIE
Aún estoy temblando. Jamás he sentido tanto con un beso. Nunca me han dado un beso como ese. Ha sido… ha sido como si todo mi cuerpo enloqueciese. Como sin previo aviso, un sinfín de sensaciones distintas tomase el control de mi ser y me olvidase de todo. En un principio quise alejarme de él, quise… quise irme, pero no pude. No porque me hubiese agarrado por la cintura, con suavidad, eso sí, con una ternura que no esperaba de un chico como James, sino porque todo mi cuerpo se entregó a ese beso con una pasión que me dio miedo. Incluso mi corazón se detuvo un segundo y luego comenzó a latir tan fuerte, con tanta fuerza y velocidad, que me atemorizó que James fuese capaz de darse cuenta.
Todo en James me pareció atractivo en el momento en el que se me acercó. Y cuando clavó en mí sus ojos verdes y me miró a través de esas pestañas mojadas… puedo jurar que me arrancaron todo el aire de golpe. Fue un fallo neuronal. Eso tuvo que ser. Un cortocircuito. Nunca he besado a un chico con unos ojazos como él. Ni que usase una colonia tan adictiva como la suya. De verdad que no sé qué me ha pasado, ni cómo lo ha hecho, pero mis hormonas reaccionaron a ese beso casi pidiéndole más a gritos.
Doy un sorbo al champán y siento las burbujas deshacérseme en la boca antes de tragarlo. Estoy sentada en la mesa de los novios, al lado de mi hermana Jessica, y hay un sitio vacío. No puedo evitar mirar a esa silla donde no hay nadie sentado e imaginarme que James está ahí. Es como una preparación. Me preparo para cuando llegue y no sentirme tan incómoda después de lo que acaba de pasar.
—¿Dónde demonios se ha metido tu hermano?
Escucho que Jessica le pregunta eso a Mike, y sé que lo dice porque hay una silla vacía en nuestra mesa y esa silla ha acaparado varias miradas. A Jessica le importan demasiado las apariencias. Es muy especialita en eso. Le dirijo una mirada tratando de calmarla, aunque ella me devuelve una mirada fría. Tal vez esté enfadada y me culpe de lo que pasó con James. Un escalofrío me recorre al pensar de nuevo en el hermano de Mike y en sus labios. Sus perfectos y cálidos labios. Si mi hermana supiese eso le daría un infarto. ¡Dios, lo que he hecho está fatal! ¡No debería de haberle correspondido el beso!
—Creía que lo querías fuera de la boda —le susurra Mike, reticente.
De pronto centro toda mi atención en los novios con los ojos abiertos como platos. ¿Mike se ha atrevido a responder a mi hermana? Contengo la respiración y soy capaz de ver cómo Jessica desprende relámpagos o rayos de lo enfadada que está ante su respuesta. Sin mediar palabra se levanta de la mesa y antes de irse fulmina con la mirada a Mike. Además, veo cómo le pega un pellizco. Pobre Mike… Has enfadado a la loca de mi hermana, la controladora. Mike no se lo piensa y va corriendo detrás de ella. Lo veo alcanzarla y abrazarla en el jardín. Eso es a lo que Jessica está acostumbrada, al fin y al cabo. Con nuestros padres hace exactamente lo mismo. Siempre tiene lo que quiere y, si no lo tiene, monta todos los numeritos que hagan falta. Quiero mucho a mi hermana, pero he de reconocer que es un poco insufrible. Justo en ese momento veo que se acerca James. Una corriente nerviosa me atraviesa y me sudan las manos.
James está increíble. Se ha cambiado y ahora lleva un esmoquin en negro. Está tan elegante… Bueno, lo prefería cubierto de agua y con las prendas más ajustadas. Ladeo un poco la cabeza mientras no le quito ojo de encima. Tengo que reconocerlo. Así también tiene su encanto.
¡Ay, James! No has llegado en el momento más indicado. Casi puedo ver cómo Jessica le está gritando y me pregunto si ese chico ha hecho o ha dicho algo para merecerlo. Dudo en si acercarme o no, pero de pronto vienen los tres hacia dentro y Jessica lleva una sonrisa satisfecha en el rostro. A su lado, Mike trata de aparentar normalidad y James tiene las cejas fruncidas, como si estuviese disgustado.
Nuestras miradas se cruzan y me mira con avidez, quizás pensando cómo reaccionar conmigo. Se decanta por dedicarme una breve sonrisa de cortesía y por sentarse en la mesa al lado de sus padres. Sus padres tienen pinta de esnobs, pero son simpáticos. Ellos también han contemplado la escena y miran a James, aunque la mirada de su padre es distinta a la de su madre. Mientras que la de su madre es comprensiva, la de su padre es de acusación. Frunzo los labios. Ahora su padre no me parece simpático.
James no hace ningún comentario sobre nosotros, ni mucho menos me mira durante todo el banquete mientras nos sirven comida, que está riquísima. He de reconocer que mi hermana ha tenido buen gusto escogiendo los platos. Sí, mi hermana. Ni por asomo penséis que el pobre de Mike ha tenido algo que opinar al respecto. Regla número uno si quieres caerle bien a Jess. No le lleves la contraria. Nunca. Jamás. Jamás de los jamases.
Veo que Jess dirige miradas jactanciosas a James de vez en cuando y que el chico se da cuenta. Su postura corporal me lo cuenta. Es como si Jessica le tirase dardos envenenados al pobre chico. Me sorprende que James no le haga ningún comentario ni la mire mal. Parece que quiere evitar más conflictos en lo que va de día. Bastantes ha tenido ya. Y yo he estado en medio. Y me ha besado. Mi mente fantasea de nuevo con aquel momento. ¿Habrá significado algo para él?
Probablemente no. No aparenta ser ese tipo de chico para el que los besos signifiquen algo. Más bien aparenta ser un rompecorazones que va dejando a chicas destrozadas por cada lugar que pasa. Aquellos pensamientos me enfadan. Sin embargo, no lo hacen tanto como la voz de mi prima Dakota que también está sentada en la mesa de los novios.
—Lo miras demasiado para que no te guste —me dice en un susurro—. Córtate un poco, prima, creo que hasta tus padres se han dado cuenta.