Michael Reeves

Spurgeon y la Vida Cristiana


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perspectivas y puntos de interés. Esta serie no pretende que estos modelos se copien sin criterio, ni que estas figuras del pasado sean subidas a un pedestal como una raza de súper-cristianos. Lo que sí pretende es ayudarnos en el presente a escuchar el pasado. Creemos que hay sabiduría en los últimos veinte siglos de la iglesia, sabiduría para vivir la vida cristiana.

      Stephen J. Nichols y Justin Taylor

      Las multitudes se alineaban en las calles, con la esperanza de echar un vistazo al ataúd de madera de olivo mientras atravesaba las calles del sur de Londres. Sobre el ataúd había una gran Biblia para púlpito abierta en Isaías 45:22: “Mirad a mí, y sed salvos, todos los términos de la tierra”. Era el jueves 11 de febrero de 1892, y el cuerpo de Charles Haddon Spurgeon estaba siendo llevado para el entierro. Dieciocho años antes, Spurgeon había imaginado la escena desde su púlpito:

      Dentro de poco, habrá una muchedumbre de personas en las calles. Me parece escuchar a alguien preguntar, “¿Qué están esperando todas estas personas?” “¿No lo sabes? Él será enterrado hoy”. “¿Y quién es él?” “Es Spurgeon”. “¿Qué? ¿El hombre que predicaba en el Tabernáculo?” “Sí; él será enterrado hoy”. Eso sucederá muy pronto; y cuando vean que mi ataúd es llevado a la tumba silenciosa, me gustaría que cada uno de ustedes, ya sea que se hayan convertido o no, sean constreñidos a decir, “Nos instó fervientemente, en un lenguaje simple y llano, a no dejar de lado la consideración de las cosas eternas. Él nos suplicó que miráramos a Cristo”.1

      “Mirad a mí, y sed salvos, todos los términos de la tierra”: En enero de 1850, esas habían sido las palabras que mostraron a Spurgeon el camino de la salvación por primera vez.

      Había estado pensando que tendría que hacer cincuenta cosas, pero cuando escuché esa palabra, “¡Mirad!”, ¡Qué palabra más encantadora me pareció! ¡Oh! Miré hasta casi desgastar mis ojos. Inmediatamente la nube desapareció, la oscuridad se disipó, y en ese momento vi el sol; y podría haberme levantado en ese instante, y cantado con el más entusiasta de ellos, de la preciosa sangre de Cristo, y de la fe simple que le mira solo a Él.2

      Por cuarenta y dos años, desde su conversión hasta su muerte, el mirar a Cristo crucificado en favor de la vida fue el referente para la propia vida y ministerio de Spurgeon. Al haber encontrado él mismo vida nueva en Cristo, dedicó su tiempo a suplicar a todos los demás: “miren a Cristo”.

      Una teología centrada en Cristo

      Este es un libro acerca de la teología de Spurgeon sobre la vida cristiana, y esas eran las preocupaciones que estaban en el corazón de la misma. La teología de Spurgeon estaba completamente centrada en Cristo y conformada a Cristo; y él insistía igualmente en la necesidad vital del nuevo nacimiento. La vida cristiana es una nueva vida en Cristo, dada por el Espíritu y ganada por la sangre de Jesús derramada en la cruz. La de Spurgeon era, por lo tanto, una teología centrada en la cruz y conformada a la cruz, ya que la cruz era “la hora” de la glorificación de Cristo (Juan 12:23-24), el lugar donde Cristo fue y es exaltado, el único mensaje capaz de volcar los corazones de hombres y mujeres que, de lo contrario, están esclavizados al pecado. Junto con Isaías 45:22, uno de los versículos bíblicos favoritos de Spurgeon era Juan 12:32: “Y yo, si fuere levantado de la tierra, a todos atraeré a mí mismo”.

      Algunas veces Spurgeon habló de la gloria de Dios como su “principal” o “gran” objetivo, pero eso de ninguna manera atenuaba su enfoque en Cristo o su insistencia en la importancia del nuevo nacimiento. “La gloria de Dios es nuestro objetivo principal y tratamos de conseguirlo al buscar la edificación de los santos y la salvación de los pecadores”, explicó.3 “Nuestro gran objetivo de glorificar a Dios... será principalmente alcanzado al ganar almas”.4 En otras palabras, como él lo veía, la gloria de Dios se muestra y se ve más claramente cuando Dios se entrega a Sí mismo por medio de Cristo. Dios se glorifica a Sí mismo al dar misericordiosamente a los pecadores Su propia vida abundante en Cristo a través del Espíritu.

      Lo que he intentado aquí es permitir que la teología de la vida cristiana de Spurgeon dé forma a la estructura misma—así como el contenido—de este libro. Este no es un análisis exhaustivo de toda la teología de Spurgeon, ni es una biografía, aunque debería ayudar a los lectores a conocer tanto al hombre como los rasgos generales de su teología. Comenzaremos con una mirada al hombre mismo, para ver cómo vivió y encarnó su propia teología. No es algo tan grande como un intento de mini biografía—esta es más una introducción personal. Porque en el hombre mismo, tan lleno de vida, vemos no solo una personalidad única sino un ejemplo y personificación de la vida que se puede encontrar y disfrutar en Cristo. Spurgeon vivió concretamente su creencia de que la vida cristiana no es una existencia aburrida y etérea en un plano superior e invisible. Es ser más completo, más humano—más brillante, más involucrado y más vivo. Por eso animaría a sus estudiantes:

      Trabajen para estar vivos en todos sus deberes... Hermanos, debemos tener vida en abundancia, cada uno de nosotros, y esta debe fluir hacia todos los deberes de nuestro oficio: la vida espiritual cálida debe manifestarse en la oración, en el canto, en la predicación e incluso al estrechar la mano y saludar después del servicio... Sean llenos de vida en todo momento, y permitan que esa vida se vea en su conversación ordinaria.5

      Luego, después de observar al hombre mismo, consideraremos el incesante Cristo-centrismo de su teología y predicación. Después de eso, pasaremos a su énfasis en (y entendimiento de) el nuevo nacimiento antes de que nos dirijamos finalmente a cómo veía él la vida cristiana. Y en el mismo centro de todo esto habrá un capítulo dedicado a su teología de la cruz, ese trono de Cristo empapado en sangre y el medio para darnos vida.

      Hay algo más que he querido que este libro haga: permitir que Spurgeon hable y ministre a los lectores directamente. En mi propia experiencia, generalmente encuentro que leer a Spurgeon es como respirar grandes bocanadas de aire puro: es vigorizante, refrescante y estimulante. Quiero, por lo tanto, tratar de hacerme escaso y permitir que Spurgeon mismo salte a los lectores.

      Y tengo una esperanza para este libro: que a través de él los sermones y escritos de Spurgeon puedan ser leídos por muchos. Spurgeon es, de manera comprensible y con toda razón, un héroe bautista. Sin embargo, ciento veinticinco años después de su muerte, su verdadera influencia aún permanece en gran medida limitada a los círculos bautistas. En otros lugares, tiende a ser tratado como poco más que una reserva de proverbios deliciosos pero desconectados. Esto, me parece, no debería ser así. Aunque comparto la mayor parte de la teología de Spurgeon y muchos de sus intereses, y me crié a pocos pasos de la casa de infancia de Spurgeon, soy anglicano. Spurgeon dijo de hombres como yo, “No puedo explicar... cómo es que estos hombres de la Iglesia de Inglaterra están tan apegados a mí. He dicho algunas cosas muy severas sobre su Iglesia y, sin embargo, tengo muchos amigos devotos entre ellos”.6 Sí, muchos de nosotros que no somos bautistas somos sus amigos. Pero no los suficientes. Y así como Lutero no debería encerrarse solo entre los luteranos, ni Owen entre los congregacionalistas, Spurgeon debería ser disfrutado por todos. Él ofrece una teología firmemente bíblica y completamente integral de la vida cristiana que merece ser leída por todos—y todavía más por el puro entusiasmo con que lo dice.

      ¿Spurgeon el teólogo?

      Y, sin embargo, ¿Fue Spurgeon realmente un teólogo? Sin duda, fue un predicador grande e influyente. En persona, él predicaba hasta trece veces por semana, reunió a la iglesia más grande de su época y podía hacerse oír en una multitud de veintitrés mil personas (sin amplificación). En forma impresa, publicó unos dieciocho millones de palabras, vendiendo más de cincuenta y seis millones de copias de sus sermones en casi cuarenta idiomas durante su vida. Pero nada de eso es lo mismo que decir que era un teólogo. De hecho, algunos antagonistas insistieron categóricamente en que no lo era. Según el Decano de Ripon, quien se enfrentó con Spurgeon por la cuestión del bautismo, Spurgeon “es digno de lástima, porque su total falta de conocimiento de la literatura teológica lo deja completamente incapacitado para la resolución