Michael Reeves

Spurgeon y la Vida Cristiana


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ventanas para dejar pasar más aire. No se hizo nada al respecto; pero un día se descubrió que alguien había destrozado esos paneles de las ventanas. Spurgeon ofreció una recompensa de cinco libras por el descubrimiento del delincuente, a quien se le daría el dinero en agradecimiento. Luego el pastor se embolsó ese dinero, siendo él mismo el culpable.32

      Pero tal vez sea el cigarro de Spurgeon lo que mejor revela su alegre jovialidad al igual que su vivaz disposición a disfrutar las cosas creadas. Personalmente, Spurgeon encontraba un gran placer en los cigarros; argumentaba que la Biblia le daba la libertad de fumarlos, y creía que le ayudaban con su garganta como predicador. Sin embargo, era muy consciente de que muchos cristianos pensaban lo contrario y no deseaba ni ofender ni dejar que tropezaran debido al tema. Cuando su declaración de que fumaba “para la gloria de Dios” se imprimió en los periódicos como si se tratara de una broma irreverente, se lamentó que se le hubiera dado importancia a lo que a él le parecía un asunto pequeño, y rápidamente escribió para explicar:

      La expresión “fumando para la gloria de Dios” por sí sola tiene un mal sonido, y no la justifico; pero en el sentido en que yo la empleé, aún la sostengo. Ningún cristiano debe hacer algo en lo que no pueda glorificar a Dios; y esto se puede hacer, de acuerdo con las Escrituras, al comer y beber y en las acciones comunes de la vida. Cuando he tenido un dolor intenso aliviado, un cansado cerebro calmado y un sueño tranquilo y refrescante obtenido por un cigarro, me he sentido agradecido con Dios y he bendecido Su nombre; esto es lo que quise decir, y de ninguna manera usé palabras sagradas trivialmente.33

      Dicho esto, en el contexto apropiado él usaría felizmente su cigarro para reemplazar la religiosidad por el alegre disfrute de la libertad cristiana. William Williams registra un día que tomó para salir con sus alumnos:

      Era una mañana hermosa, y al llegar, todos estaban de excelente ánimo—pipas y cigarros encendidos, y ansiosos por un día de gozo sin restricciones. Él estaba listo esperando en la puerta, saltó al asiento privado reservado para él y, mirando alrededor con asombro, exclamó:

      “¿Qué, caballeros? ¿No les da vergüenza estar fumando tan temprano?” ¡Aquí estaba un aguafiestas! La consternación era evidente en sus rostros. Las pipas y cigarros uno por uno fueron apagados y guardados. Cuando todo aquello desapareció, Spurgeon sacó su cigarrera, encendió uno y fumó serenamente. Los estudiantes quedaron asombrados. Uno de los que estaban más cerca le dijo: “Creí que había dicho que se oponía a fumar, señor Spurgeon” “Oh, no”, respondió; “No dije que me opusiera. Les pregunté si no estaban avergonzados, y parece que sí, porque los apagaron todos”, y exhaló el humo con bastante serenidad.34

      El humor fluía de Spurgeon de forma natural y libre, pero era sumamente consciente tanto del poder como del peligro que implicaba. Sostenía que en el púlpito “es menor crimen provocar una risa momentánea que el sueño profundo de media hora”;35 sin embargo, sus sermones estaban muy lejos de ser una corriente de humor. Esto a veces podía ser un reto para él, como una vez confesó a un oyente que se oponía a sus ocurrencias en el púlpito: “Si hubieras conocido cuántas otras he guardado, no habrías encontrado fallas en esa, pero me habrías elogiado por la moderación que he ejercido”.36 “Si no fuera vigilante, me volvería demasiado divertido”.37 Sin embargo, explicó, “los siervos de Dios no tienen derecho a convertirse en simples animadores del público derramando un número de chistes rancios y cuentos ociosos sin un punto práctico...Hacer que la enseñanza religiosa sea interesante es una cosa, pero hacer bromas tontas, sin objetivo o propósito, es otra muy distinta”.38

      Por todo eso, sería enteramente inadecuado y superficial simplemente pensar en Spurgeon como chistoso. El humor, creía, es normalmente el fruto de algo más profundo. A veces puede provenir solo de un ánimo excelente—y esto, admitió, era un desafío de carácter para él.

      Debemos—especialmente algunos de nosotros debemos— conquistar nuestra tendencia a la ligereza. Existe una gran distinción entre la alegría santa, que es una virtud, y esa ligereza general, que es un vicio. Hay una ligereza que no tiene suficiente corazón para reírse, pero juega con todo; es frívola, hueca, irreal.39

      En otras ocasiones, el humor puede ser el mecanismo de defensa de los tristes, una luz arrojada a la oscuridad. A veces es el arma cruel de los orgullosos o inseguros, ostentado como una mueca o un desprecio sarcástico.40 A veces es el arma brillante de la justicia, cortando tanto la tristeza como el pecado.

      Creo de corazón que puede haber tanta santidad en una risa como en un llanto; y que, algunas veces, reírse es el mejor de los dos, porque puedo llorar, y estar murmurando, y quejándome, y pensando toda clase de amargos pensamientos en contra de Dios; mientras que, en otro momento, puedo reírme con la risa del sarcasmo contra el pecado, y así evidenciar una santa seriedad en la defensa de la verdad. No sé por qué la mofa debe ser entregada a Satanás como un arma para usar contra nosotros, y no puede ser empleada por nosotros como un arma contra él. Me arriesgaré a afirmar que la Reforma le debió casi tanto al sentido de lo ridículo en la naturaleza humana como a cualquier otra cosa, y que esas sátiras y caricaturas chistosas, que fueron emitidas por los amigos de Lutero, hicieron más para abrir los ojos de Alemania a las abominaciones del sacerdocio que los argumentos más sólidos y pesados contra el Romanismo.41

      Más esencialmente, sin embargo, la actitud alegre de Spurgeon era una manifestación de esa felicidad y gozo que se encuentra en Cristo, la luz del mundo. La “ligereza” que encontraba en sí mismo, y cuestionaba, estaba estrechamente relacionada con su claro rechazo a tomarse a él mismo —o a cualquier otro pecador—demasiado en serio. Spurgeon sostenía que estar vivo en Cristo significa luchar no solo contra los hábitos y los actos del pecado, sino también contra la melancolía temperamental del pecado, la ingratitud, la amargura y la desesperación del pecado. Entrar en la vida de Cristo implica entrar en el gozo de ser completamente humano, en paz con el “bendito” o “feliz” Dios de gloria (1 Timoteo 1:11):

      El hombre no fue hecho originalmente para lamentar; fue hecho para regocijarse. El jardín del Edén era su lugar de feliz morada; y, mientras continuara obedeciendo a Dios, nada crecía en ese jardín que pudiera causarle tristeza. Para su deleite, las flores exhalaban su perfume. Para su deleite, los paisajes estaban llenos de belleza, y los ríos ondulaban sobre arenas doradas. Dios creo a los seres humanos, así como hizo a Sus otras criaturas, para ser felices. Son capaces de tener felicidad, están en su ambiente apropiado cuando son felices; y ahora que Cristo Jesús ha venido a restaurar las ruinas de la Caída, Él ha venido a devolvernos el antiguo gozo, —solo que será aún más dulce y más profundo de lo que podría haber sido si nunca lo hubiéramos perdido. Un cristiano nunca se ha dado cuenta completamente de lo que Cristo vino a hacer de él hasta que haya comprendido el gozo del Señor. Cristo desea que Su pueblo sea feliz. Cuando sean perfectos, como Él los hará en el tiempo indicado, también serán perfectamente felices. Así como el cielo es el lugar de la santidad pura, también es el lugar de la felicidad pura; y en la medida en que nos preparemos para el cielo, tendremos algo de la alegría que le pertenece al cielo, y es la voluntad de nuestro Salvador que incluso ahora Su gozo permanezca en nosotros, y que nuestro gozo sea cumplido.42

      Ya que veía que Cristo desea que Su pueblo sea feliz, la felicidad era un componente esencial de la vida cristiana para él, y uno que buscaba poseer y mostrar. De hecho, él sentía, que solo cuando el gozo de Cristo está en nosotros puede decirse que somos verdaderamente semejantes a Cristo (Juan 15:11), y solo entonces reflejaremos Su propio aspecto atrayente.

      Es un error muy vulgar suponer que un semblante melancólico es el índice de un corazón lleno de gracia. Recomiendo alegría a todos los que han de ganar almas; no ligereza y frivolidad, sino un espíritu genial y feliz. Hay más moscas atrapadas con miel que con vinagre, y habrá más almas llevadas al cielo por un hombre que viste el cielo en su rostro que por alguien que porta el Tártaro en su aspecto.43

      Viviendo como un hijo del Creador

      Había una forma en la que Spurgeon no estaba tan lleno de vida: naturalmente poco atlético, era propenso desde la infancia a ser físicamente tímido y poco