Michael Reeves

Spurgeon y la Vida Cristiana


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una lectura del núcleo —una lectura viva y verdadera de la Palabra. Esta es el alma de la lectura; y, si no está allí, la lectura es un ejercicio mecánico, y no aprovecha para nada.79

      La verdadera lectura de la Biblia requiere un estudio alerta y atento y una profunda reflexión sobre lo que está escrito. Esa es precisamente la razón por la cual, en Su clara y luminosa Palabra, Dios ha puesto tantos pasajes desafiantes y oscuros, para que nuestro apetito por las cosas divinas pueda ser despertado y nuestras mentes obligadas a estar activas. “La meditación y el pensamiento cuidadoso ejercitan y fortalecen el alma para la recepción de las verdades aún más excelsas... Debemos meditar, hermanos. Estas uvas no darán vino hasta que las pisemos”.80

      Tal lectura de las Escrituras completamente comprometida debe involucrar la oración. “Es algo grandioso el sentirse motivado a pensar, es algo aún más grandioso ser llevado a orar por haber sido llevado a pensar”.81 Después de todo, la Escritura es la Palabra de Dios inspirada por el Espíritu: la leemos para conocerlo y necesitamos Su ayuda. Tal lectura también debe estar lista para buscar ayuda para una comprensión más profunda.

      Algunos, bajo el pretexto de ser enseñados por Espíritu de Dios, se rehúsan a ser instruidos por libros o por hombres vivos. Esto no es honrar al Espíritu de Dios; es una falta de respeto hacia Él, porque si les da a algunos de Sus siervos más luz que a otros —y está claro que lo hace—entonces ellos están obligados a dar esa luz a los demás, y usarla para el bien de la iglesia.82

      El segundo punto principal de Spurgeon era que al leer debemos buscar el significado y la intención de la Escritura. Más allá de la simple comprensión, esto implica encontrar instrucción espiritual. Al leer un pasaje histórico, por ejemplo sobre la serpiente de bronce de Moisés (Números 21), aprendemos más que historia: aprendemos sobre la naturaleza de la fe viva. Al leer un pasaje de la Ley, por ejemplo sobre el tabernáculo (Éxodo 25-31), aprendemos sobre la naturaleza de la santidad y la expiación de Dios. Al leer un pasaje lleno de doctrina explícita, buscamos no solo comprenderlo sino ser afectados y alterados por él. Más que entender, tal lectura implica transformación.

      He observado con tristeza a algunas personas que son muy ortodoxas, y que pueden repetir su credo muy fácilmente, y sin embargo, el uso principal que hacen de su ortodoxia es sentarse y observar al predicador con el fin de elaborar una acusación contra él... [Ellos] no saben nada sobre las cosas de Dios en su significado real. Nunca las han bebido en sus almas, sino que solo se las llevan a la boca para escupirlas a los demás... Por lo tanto, amado, nunca te sientas satisfecho con un credo correcto, sino desea que se grabe en las tablas de tu corazón.83

      Fundamentalmente, la transformación que Spurgeon deseaba para los lectores de la Biblia era que se alejaran del pecado que mata y fueran hacia el Cristo que da vida. Las Escrituras nos atraen para disfrutar de una comunión viva con Jesús, y eso es lo que él llamaba “el alma de la Escritura”. “Si no encuentras a Jesús en las Escrituras, te serán de poca utilidad, ¿porque qué fue lo que nuestro Señor mismo dijo? ‘Escudriñad las Escrituras; porque a vosotros os parece que en ellas tenéis la vida eterna; y no queréis venir a mí para que tengáis vida’”84. Por tanto, animaba a aquellos que leían la Biblia con esta oración experiencial, Trinitaria y centrada en Cristo:

      Oh, Cristo vivo, haz de esto una palabra viva para mí. Tu palabra es vida, pero no sin el Espíritu Santo. Puedo conocer este Tu libro de principio a fin, y repetirlo todo desde Génesis hasta Apocalipsis, y sin embargo puede ser un libro muerto, y yo puedo ser un alma muerta. Pero, Señor, hazte presente aquí; entonces miraré hacia arriba desde el libro hasta el Señor; del precepto hasta aquel que lo cumplió; de la ley a aquel que la honró; de la amenaza al que la llevo por mí, y de la promesa a Él en quien es “Sí y Amén”.85

      Su tercer y último punto era realmente una exhortación simple: la lectura de las Escrituras es provechosa. Vale la pena toda la inversión de tiempo y de energía mental y emocional. Esto es así porque es el medio del Espíritu para impartir vida nueva. “Somos engendrados por la palabra de Dios: es el medio instrumental de la regeneración. Por lo tanto, amen sus Biblias. Manténganse cerca de sus Biblias”.86 Somos inicialmente regenerados y somos continuamente vivificados a la luz del conocimiento de la gloria de Dios en el rostro de Cristo Jesús quien nos es mostrado en las Escrituras. Así que, “aférrate a la Escritura. La Escritura no es Cristo, pero es la pista de seda que te llevará a Él”.87

      “Te llevará a Él”. Ese era el objetivo de la Biblia, como lo veía Spurgeon. En efecto, era el objetivo de toda su teología.

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