las cosas. Eso significaba que todo temor— toda oposición y peligro—tendía a encogerse ante su vista. Cuando se mira correctamente, nada puede causar desesperación, ya que todo existe bajo la mano todopoderosa de Dios el Padre, soberano en lo alto. Mientras, por ejemplo, otros (como el joven Martin Luther no regenerado) podían estar aterrorizados por los relámpagos, Spurgeon declaró: “Amo los relámpagos, el trueno de Dios es mi delicia”:
Los hombres son por naturaleza temerosos de los cielos; los supersticiosos temen los signos en el cielo, e incluso el espíritu más valiente a veces tiembla cuando el firmamento arde con un relámpago, y el estallido del trueno parece hacer que el vasto cóncavo del cielo tiemble y resuene; pero siempre me avergüenza quedarme adentro cuando el trueno sacude la tierra sólida, y los relámpagos destellan como flechas desde el cielo. Entonces Dios está en el exterior, y me encanta caminar en un espacio amplio, y mirar hacia arriba y advertir las puertas de apertura del cielo, a medida que el rayo revela mucho más allá, y me permite mirar hacia lo oculto. Me gusta escuchar la voz de mi Padre Celestial en el trueno.44
¿Qué tenía él que temer en todas las impresionantes fuerzas de una tormenta? Todas eran simplemente las herramientas y expresiones de su perfecto y amoroso Padre celestial.
Y ver que todas las cosas son del Padre y tienen su existencia por Él también dio a Spurgeon un amplio interés en la creación de su Padre. Habiendo sido criado en el campo, bajo los amplios cielos de Anglia Oriental, le encantaba pasar el tiempo afuera, a menudo en su jardín, disfrutando los árboles, flores, pájaros, arco iris y toda la rica variedad de la creación. También le llamaba la atención y leía mucho sobre horticultura y biología, cuyo conocimiento y disfrute se filtraban en gran parte de sus enseñanzas. Y a menudo, incluso sus breves comentarios revelan lo mucho que estaba interesado en la botánica:
Ustedes saben que con el hábito de abrir y cerrar, las flores son tan variadas que seguramente se abrirá una u otra de ellas cada cuarto de hora del día. La estrella de Jerusalén se levanta a las tres, y la achicoria a las cuatro: el botón de oro se abre a las seis, el lirio de agua a las siete, el rosado a las ocho, y así sucesivamente hasta que llega la noche. Linnæus hizo un reloj de flores. Si estás familiarizado con la ciencia de la botánica, también tú puedes saber la hora sin un reloj.45
Al igual que Jonathan Edwards, Spurgeon creía que es correcto “leer” la creación como un libro lleno de testimonio del Creador y Sus caminos. En un artículo de la revista de su iglesia, The Sword and Trowel [La espada y el Palustre], escribió sobre la iglesia como “el jardín de Dios”, en el que diferentes tipos de creyentes son como diferentes flores. Algunos cristianos brillantes y alegres parecen vivir sus vidas “en un cálido borde donde ningún viento penetrante se abre paso”. Son como el azafrán de la primavera, bañándose, floreciendo y regocijándose a la luz del sol.
Ve el azafrán cerrado firmemente mientras “las nubes regresan después de la lluvia”, pero abierto y lleno de gloria cuando el sol vierte sus rayos en su copa de oro puro como en un cristal transparente. En esos momentos, ¿alguna vez notaste la suave llama dorada que parece arder en el fondo de la copa,—una especie de ardiente brillo de luz líquida? ¡Cuán parecido al júbilo y éxtasis que disfrutan algunos miembros de la casa de nuestro Señor! Un sol claro, cálido y constante es el ambiente del azafrán; bajo tal influencia arroja una llamarada de color.46
Otros parecen inclinados al lado sombrío de la vida, y se pueden comparar con la prímula nocturna. Esta paciente flor se ve bastante descolorida y monótona al lado del azafrán a plena luz del sol, pero espera hasta el ocaso,
y la verás abrir gradualmente sus fragantes flores, y mostrar sus colores amarillo pálido. Es la alegría de la tarde y de la noche: el estridente sol la corteja en vano, ella ama el bello rostro de la luna. Todos conocemos mujeres piadosas que nunca se verían de la manera más favorable entre las actividades públicas de nuestras iglesias, y sin embargo, en la habitación de los enfermos y en la hora de la aflicción, están llenas de belleza, y arrojan una fragancia encantadora por todas partes.47
La lección que presenta Spurgeon es que Dios ha ordenado Su creación y Su iglesia de tal modo que todo fuera hermoso en su tiempo. No debe haber conflicto entre los santos o las flores sobre cuál es mejor: el Creador los ha dispuesto deliberadamente para diferentes épocas, estaciones y suelos. Hay una flor, sin embargo, que todo cristiano debería tratar de emular: la margarita, que se cierra a la oscuridad y solo despliega sus pétalos para recibir el sol.
¿No deberíamos actuar de esa manera hacia el Amado, cuya presencia nos alegra el día? Cuando nuestro Señor Cristo esconde Su rostro, cerremos nuestros corazones en tristeza, incluso “como los capullos que se cierran en la víspera lloran por los rayos del sol que se fueron”. Cuando Jesús nos ilumina con brillo de belleza y calidez de gracia, entonces, que nuestros corazones vuelvan a abrir sus hojas dobladas, y dejemos que beban en una plenitud de luz y amor.48
No solo la botánica atraía a Spurgeon; su curiosidad intelectual era deliberadamente integral. Él sostenía que es insensato, deshumanizador y, por lo tanto, no-cristiano que los cristianos se limiten a pensar solo en asuntos evidentemente “espirituales”. Vivimos en este mundo caído en “pie de guerra”, sin duda, dedicándonos a difundir el evangelio de Cristo entre las naciones. Sin embargo, el Padre ha hecho—y por lo tanto está interesado por—todas las cosas; además, Él ha hecho el mundo para que la humanidad lo domine. Sería tanto impío como un simple abandono del deber que cerráramos nuestras mentes a aquellas cosas en la tierra que ocupan la Suya.49 Por lo tanto, no debemos descuidar ningún campo de conocimiento.
La presencia de Jesús en la tierra ha santificado todo el reino de la naturaleza; y lo que Él ha limpiado, no lo llames común. Todo lo que tu Padre ha hecho es tuyo, y deberías aprender de eso. Puedes leer el diario de un naturalista, o el relato de un viajero sobre sus travesías, y encontrar beneficios en ello. Sí, e incluso un antiguo herbario o un manual de alquimia pueden, como el león muerto de Sansón, darte miel. Hay perlas en conchas de ostras y frutas dulces en ramas espinosas. Los caminos de la verdadera ciencia, especialmente la historia natural y la botánica, destilan grosura. La geología, en tanto se basa en la realidad, y no en ficción, está llena de tesoros. La historia —maravillosas son las visiones que hace pasar delante de ti— es sumamente instructiva; en efecto, cada porción del dominio de Dios en la naturaleza rebosa de preciosas enseñanzas.50
Más que eso, Cristo es la lógica y la luz del mundo; el evangelio es la suma de toda sabiduría; las Escrituras pueden hacernos sabios —y no solo para la salvación. Los cristianos deberían por tanto ser personas sabias y omnívoras, con un intelecto amplio.
Un hombre que es un admirador creyente y amante entusiasta de la verdad, como esta es en Jesús, está en el lugar correcto para seguir con ventaja cualquier otra rama de la ciencia... Hace tiempo cuando leí libros, puse todo mi conocimiento en gloriosa confusión; pero desde que conocí a Cristo, puse a Cristo en el centro como mi sol, y cada ciencia gira alrededor como un planeta, mientras que las ciencias menores son satélites de estos planetas.51
Como todos nosotros, Spurgeon era excepcionalmente él mismo. Sin embargo, su gran corazón y alegría al caminar a través de la creación de su Padre muestra exactamente el tipo de vida que siempre crecerá a partir de la teología que él creía.
CAPÍTULO 2
CRISTO Y LA BIBLIA
Spurgeon comentó una vez a sus alumnos que el poderoso predicador de los siglos IV y V Juan “Crisóstomo” (“Boca de Oro”) era llamado así porque “había aprendido la Biblia de memoria, para poder repetirla a su placer”.52 Spurgeon sin duda habría atribuido su propio poder como predicador a la misma causa, ya que él mismo era un hombre lleno de la Escritura. Las palabras que famosamente utilizó para describir a su querido John Bunyan se aplican igualmente bien a él:
Es una bendición consumir el alma misma de la Biblia hasta que, al final, hables en el lenguaje de las Escrituras, y tu propio estilo sea moldeado según los modelos de la Escritura,