por un fundamento epistémico que repercute en el encubrimiento de otras posibilidades de entendimiento y producción de poder. Por tanto, sus fundamentos están repletos de instituciones y concepciones de diversas eras, pero que celosamente derivan de la afirmación de una sola civilización: Europa (Sandoval, 2018, pp. 93-94).
Esto no significa que al interior de la tradición del eurocentrismo, no se hayan dejado de lado el estudio, también el uso claro está, de otras variables para el sostenimiento de lo que denominan sistema internacional. Entonces, y retomando aspectos contenidos en el trabajo de Fernando Galindo, pensamos en la instrumentalización de la guerra como legítima decisión fundamentada en el principio de soberanía nacional, y legalmente enmarcada en el derecho internacional que administran instituciones como la ONU y la Otán. Espacios donde difícilmente se analizará el uso de la voluntad imperial, por parte de quienes han buscado incrementar su influencia en el sistema mundo de la modernidad y la colonialidad. Militaristas decisiones que a pesar de los daños ocasionados a bastiones donde también radica la humanidad, muchas veces han terminado siendo justificadas por este tipo de análisis e instituciones.
El sistema se realiza a partir de su modelo único de sociedad internacional basado en el Estado-nación, el mismo que les niega a comunidades políticas anteriores a su existencia, la posibilidad de ser actores y sujetos al interior de este. La razón esgrimida es que al haberse estancado en su evolución, solo queda limitarles o excluirlos de la participación en los democráticos foros convocados por estas instituciones, las mismas que desde su fundación invocan los principios de libertad e igualdad.
Al mismo tiempo en que se hace un permanente acto de fe en las instituciones multilaterales, aquella realidad jurídica-administrativa como el Estado, tan apreciado en determinados círculos académicos y políticos por ser un elemento organizado en paralelo a la modernidad, aparece como una necesidad para quienes buscan destacarse en el escenario internacional. Algo que se necesita para lograr mayores niveles de respetabilidad, en un mundo caracterizado por la presencia de otros actores que también están dispuestos a incrementarla en él, puedo señalar corporaciones transnacionales de distinto tipo, por ejemplo, empresas, ONG y asociaciones deportivas.
El Estado es imposible dejarlo de lado y hay que fundarlo y refundarlo las veces que sean necesarias, pues coaliga al conjunto de la sociedad por medio de un pacto político que se legitima en el contrato que incluso puede ser social, según lo difunden sus estudiosos y seguidores. Los pesimistas dirían que fue una simple imposición de quienes vencieron en las guerras que conllevaron la formación de este tipo de Estado. En ambos casos no se tiene en cuenta que el Estado es una estructura de poder y trabaja sobre aspectos constitutivos de todo tipo de sociedad, por ejemplo, la construcción de una subjetividad colonizada y el simultáneo control a que la somete. Con los análisis liberales o posmodernos, se olvida que
todo Estado-nación posible es una estructura de poder, del mismo modo en que es producto del poder. En otros términos, del modo en que han quedado configuradas las disputas por el control del trabajo, sus recursos y productos; del sexo, sus recursos y productos; de la autoridad y de su específica violencia; de la intersubjetividad y del conocimiento (Quijano, 2000, p. 226).
En un escenario marcado por la preeminencia del Estado-nación, sobre todo de quienes conforman el grupo de los más poderosos, muy poco aparecen las sociedades políticas anteriores a la modernidad o aquellas con pasado colonial. Invisibilidad que tienen las actuales colonias como también las mal llamadas periferias, salvo si sus gobernantes pretenden alterar el orden establecido o porque son escenarios de graves conflictos bélicos. Su irrelevancia se nota de manera permanente en los foros multilaterales. La consecuencia es que muy poco se ven realizados los intereses de un importante número de Estados, a pesar de que algunos de ellos han tratado de organizar su política exterior enarbolando, por ejemplo, el principio de la autonomía por sobre una potencial hegemonía (Da Silva & Ardila, 2018).
Por último, y ya en el extremo del idealismo universalizado, la democracia liberal viene a ser el destino ineluctable de todo tipo de comunidad política, basada en la firme creencia de que con la organizada participación electoral de una ciudadanía bien informada, se garantizará su llegada para luego hacerla irreversible. El simple hecho de tenerla condiciona su aceptabilidad, es necesaria por ser la forma de gobierno más elevada que se haya conocido. Y si la democracia representativa falla, entonces se ponen en marcha mecanismos de democracia directa para así involucrar a la ciudadanía en decisiones políticas. En gran medida, esta forma de pensar y actuar es el predominio de:
las “verdades universales y eternas” basadas solo en el uso del poder, [y como] carentes de toda reflexión sobre lo humano, la naturaleza y la cultura, pasaron a formar parte del sentido, estrategia y discurso del pensamiento único, en donde la ausencia y negación de cualquier reflexión política, social, cultural y económica diferente a la dominante fue la impronta de la imposición por los académicos, intelectuales y funcionarios apologistas del pragmatismo del poder […] orientados a presentar al capitalismo con un rostro humano de justicia y de paz (Sosa, 2014, p. 75).
Por último, ese mismo tipo de democracia sería el fundamento de la paz mundial, según la tradición jurídica iusnaturalista fundada por Hugo Grocio, principio asumido primero por el idealismo en relaciones internacionales y luego por el institucionalismo neoliberal en sus teorías e instituciones (Fonseca y Jerrems, 2012, pp. 109-113). En la actualidad, el camino para el logro de un orden realmente de alcance global se había empezado a transitar teniendo en su base no solo la fuerza de las ideas; sino también de las armas como un requisito indispensable para los objetivos trazados. El sistema-mundo moderno colonial en su fase actual, se fortalece acompañado del amplio respaldo que le han otorgado distintos gobernantes, los mismos que vieron un mundo de posibilidades en la globalidad contemporánea y de las cuales se han aferrado sin mucho cuestionamiento.
Lo anterior termina cuestionando lo afirmado por los seguidores de la ideología constructivista, cuando se impulsa un tipo de sistema internacional basado en la fallida tradición idealista, más que todo por el irrestricto apoyo de múltiples Estados e instituciones en un contexto marcado por acontecimientos ya conocidos. En consecuencia, iniciando la década del 90 y de manera quizá algo inesperada, el constructivismo logra el apoyo del cual habían carecido anteriores proyectos académicos. En nuestra opinión, se tuvo con la teoría un desmesurado entusiasmo en la posibilidad de una globalidad que se presenta como diversa y pluricultural a partir del respeto que deben adquirir las ideas y las normas sociales, como medios para renovar el sistema internacional.
A nuestro modo de ver, resulta fácil constatar que el constructivismo y sus factores ideacionales son más bien parte de una propuesta teórica conducente a la renovación del institucionalismo neoliberal. Según lo sostiene la internacionalista venezolana Yetzy Villarroel, no se debe olvidar que:
incluso dentro de la crítica al pensamiento positivista, se produce una exclusión ya que las referencias culturales a las que hace alusión Wendt, no incluyen otras culturas como las de América Latina, Asia, África. Es decir, sigue girando en torno al modo de ser y pensar anglosajón y europeo. Si bien la dinámica internacional está determinada por actores que producen mayor peso y contrapesos en los procesos de interrelación, también es cierto que desde otros espacios culturales, que aunque no sean visibles no significa que sean inexistentes (Villarroel, 2016, pp. 18-19).
La anterior cita hace notar que en muchos análisis elaborados durante las últimas tres décadas, parte de ellos han traído serias consecuencias para sectores de la humanidad puesto que detrás de las decisiones, por ejemplo, no hay seres humanos sino el accionar de los Estados-nación constituidos en potencias, hegemones o súper poderes actuando con altos niveles de independencia en el sistema. Es el mismo que deben controlar por ser racionales en sí mismos, lo han estudiado y cuentan con profesionales muy bien capacitados para su manejo. Esto último sería la realización de una propuesta