Rita Giacalone

Nuevas estrategias de inserción internacional para América Latina


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que muchas veces diferencian lo nacional, su trayectoria histórica, de las formas en que se han organizado los sistemas regionales y globales. Por ejemplo, así se naturaliza la idea de que la república sea unitaria o federal, y sumada al régimen político democrático liberal es alcanzable en las condiciones en que se desenvuelven los países latinoamericanos.

      Por eso afirmamos, que al incorporarse una multiplicidad de nuevos actores en el entendimiento del sistema mundo, se puede ir más allá de los estudios y las relaciones internacionales con que se ha constituido el multilateralismo en sus distintas expresiones. Esto podría llevarnos a una integración participativa y multinivel, por ejemplo, involucrando en las políticas e instituciones públicas a sectores sociales y cosmogonías que antes no fueron tomados en cuenta. No se puede obviar la posibilidad metodológica de explorar en los intersticios y en las rugosidades del sistema, sin relativizar los resultados obtenidos en el proceso investigativo. Así se fortalece el involucramiento de diversos actores en el proceso de investigación, desde los estrictamente profesionales y también quienes se desempeñan en actividades no directamente vinculadas a la disciplina relaciones internacionales. Todo lo mencionado significa ver a lo transdisciplinar crítico como parte de un entorno de investigación y formación permanente, además de estar orientado a dialogar con la pluralidad contenida en todo lugar o territorio.

      Con esto último, se superan los límites del tradicional conocimiento disciplinario, reduccionista por lo compartimentalizado, necesariamente adscrito a un campo del saber científico y actuando en sus orígenes bajo el impulso y protección del Estado, pero también objeto de la iniciativa privada con el apoyo a los centros de investigación o universidades de élite. No debemos pasar por alto que de distintas formas, la transdiciplinariedad crítica llega a ser una metodología que se relaciona con el proyecto intelectual y político transmoderno pues en este, y siguiendo lo formulado por el filósofo argentino Enrique Dussel (2015), convergen las bases del ideal liberador de todo lo que ha significado el eurocentrismo. Este pensador lo resumiría como la búsqueda por el reposicionamiento “de los momentos culturales propios negados o simplemente despreciados que se encuentran en la exterioridad de la Modernidad”; […] los cuales deben constituirse en aportes al pensamiento decolonial latinoamericano “desde las posibilidades hermenéuticas propias de la misma cultura”.

      Esta última idea, permitiría aportar en la medida de ser un pensamiento crítico y situado que se origina en la biculturalidad de las fronteras, según el mismo Dussel, donde América Latina, e incorporando la multiversidad epistemológica que la caracteriza, retoma parte del espacio perdido ante la ofensiva del pensamiento liberal. Nuevamente la opción de llevar adelante la visualización de las llamadas gnosis de frontera, según lo consideró Walter Mignolo en un desarrollo de la metodología y el pensamiento transmoderno. Los intersticios pueden ser hoy en día los lugares en los cuales se puede articular lo que este autor ha definido como pensamiento de frontera, la cual sería una gnosis incluyente con nuevas categorías, producto de la ruptura con los límites establecidos cuando se institucionalizó un tipo de saber, el científico, en manos de los adscritos a la teoría tradicional y a las ciencias nomotéticas (en Walsh, 2002, p. 18).

      Es por eso entendible la atención prestada por quienes trabajamos con la interdisciplinariedad crítica, a todas aquellas epistemes que coexisten de manera conflictiva en las fronteras de los múltiples sistemas, lugares donde legalidades con diverso grado de legitimidad se entrecruzan, en tanto partes de un orden global cuyos impulsores promueven una mayor desregulación y reducción del Estado. Por último, y retomando la propuesta de Dussel, se necesita poner en marcha una estrategia de “crecimiento y creatividad de una renovada cultura no solo descolonizada sino novedosa” (Dussel, 2015). Con esta propuesta, se refuerza la posibilidad de tener diversas ontologías enraizadas en lo local en un contexto donde es posible

      vincular y relacionar campos de la vida y establecer conexiones entre lo ontológico (la decisión de existir en tanto autoafirmación), teleológico (las metas transgeneracionales que animan las existencias negadas), epistemológico (los métodos y las formas de pensar que han hecho posible tales existencias) y accional (las capacidades de actuar y decidir que hacen posible las existencias) (Juncosa, 2014, pp. 24-25).

      En esta parte del capítulo, es posible afirmar que la metodología transdisciplinar no absolutiza sobre la base de principios universalizados desde relaciones de poder históricamente constituidas, sino que propone incorporar las diversas y complejas visiones con las cuales se construyen realidades, las cuales, y de manera obvia, nunca perderán su particularidad. Es tal la fuerza de esta argumentación, que distintos estudiosos latinoamericanos del sistema internacional, claramente identificados con los principios de las ciencias nomotéticas contenidos en la disciplina relaciones internacionales, llegaron a considerar que los conocimientos producidos en su interior

      son el resultado de un tiempo y un espacio social y político determinado. La interpretación del mundo que expresa un paradigma se hace desde un punto de vista definible en términos de nación, clase social, poder ascendente o declinante. Esto es válido tanto para aquellas formulaciones originadas en el “Norte”, como para aquellas construidas en el “Sur”. La predominancia de una determinada visión del mundo, de un paradigma e, incluso, de una “escuela” o “tradición de pensamiento” expresa solo eso y, en ningún caso, el dominio de la verdad (Bernal, 2006).

      Aquí se debe mencionar la cercanía con lo que proponen los seguidores de las ciencias de la complejidad, puesto que aceptan la posibilidad de las emergencias y las irrupciones en todo tipo de procesos, desde los sociales hasta los biológicos. Con los obvios matices que deben tener en su interior, cosa similar se propone desde lo transdisciplinar crítico con el principio de la heterarquía. En este último se plantea que toda forma de conocimiento en su proceso de constitución como tal, mantiene el principio de la incertidumbre y su historicidad, además de trascender los límites disciplinares. El filósofo colombiano Carlos Maldonado ha considerado que las emergencias e irrupciones rompen las jerarquías en el conocimiento, e implican no solo lo “inter, trans y multidisciplinariedad; sino, mejor aún, [generan] el cruce mismo, el diálogo, la cooperación entre enfoques, métodos, lenguajes y disciplinas distintas” (2015, p. 40).

      Siguiendo los argumentos esgrimidos por el economista argentino e historiador de las relaciones internacionales, Mario Rapaport (2014), los estudios internacionales adelantados en América Latina, han mantenido la particular, y por ello valiosa característica, de indagar por el sistema internacional o sistema-mundo recurriendo a lo interdisciplinario. Se puede afirmar que en sus primeros momentos, durante los años sesenta y setenta del siglo pasado, la profesionalización disciplinar en el continente se vio desalentada, ya sea por las recurrentes limitaciones presupuestales más las debilidades institucionales de tipo público o privado, las cuales invariablemente afectaron a los centros de educación superior o de investigación. Todo esto quizá fue más producto de la indeseada voluntad de los gobiernos latinoamericanos, al constatar la escasa capacidad de sus Estados para influir en los temas y problemas de alcance global.

      En todo caso, es posible asegurar que desde sus inicios y con la escasa institucionalización que habían logrado, los estudios internacionales en América Latina tuvieron un fundamento interdisciplinar. Por el momento en que se dieron, los casos más notables han sido el Centro de Estudios Internacionales de El Colegio de México y el Instituto de Estudios Internacionales de la Universidad de Chile. Así lo hizo notar de manera temprana, el cientista político chileno Heraldo Muñoz (1980). Lo mencionado ha resultado positivo para el desarrollo de los estudios internacionales latinoamericanos, en tanto aporte a la formación de un tipo de conocimiento al que ya he considerado como situado. En tal sentido, desde los primeros trabajos en la década del sesenta hasta los muy actuales, la mayor parte de estos estudios han tenido la confluencia