Rita Giacalone

Nuevas estrategias de inserción internacional para América Latina


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actualidad] articula a los migrantes del tercer mundo inscritos en la jerarquía etno-racial de las ciudades globales metropolitanas con la acumulación de capital a escala mundial. [Hoy en día] Los Estados-naciones periféricos y los pueblos no-europeos viven […] bajo el régimen de la colonialidad global […] (Grosfoguel, 2007).

      Puedo afirmar que el período considerado en sus estudios, primero por Aníbal Quijano, Enrique Dussel e Immanuel Wallerstein, y luego en los trabajos de Walter Mignolo, Ramón Grosfogel y Nelson Maldonado, entre muchos otros, ha sido estudiado con seriedad en América Latina durante las últimas dos décadas y con las conclusiones alcanzadas, han logrado establecer las bases fundamentales de lo que significa la colonialidad del poder. En resumen, sería el logro en la construcción/control de subjetividades colonizadas, subalternizadas por la epistemología dominante del eurocentrismo en sus componentes ya mencionados, y además han llegado a ser partes constitutivas dentro de una amplia gama de mecanismos para el dominio global.

      En la actualidad se mantiene el control del trabajo y la economía en función de un sistema donde se conjugan el libre mercado, el capital oligopólico actuante a través de las corporaciones transnacionales más el inocultable accionar imperialista de ciertos Estados. Todo lo cual sucede en un sistema internacional que cuenta con múltiples instituciones que buscan desde regular la economía mundial o estar defendiendo los derechos humanos, con la retórica de contribuir a la paz mundial. Todas ellas pertenecientes al sistema de la gobernanza global y donde las más representativas, luego de las Naciones Unidas claro está, siguen siendo el Fondo Monetario Internacional, el grupo del Banco Mundial y las cinco agencias que lo integran, el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo y la Organización Mundial del Comercio.

      De igual manera, las autoridades locales e internacionales y sus coercitivas instituciones, es decir, el Estado-nación como actor del sistema teniendo a su lado los múltiples espacios donde actúan las autoridades globales. Podríamos mencionar a ciertas instituciones, sobre todo las que tienen que ver con los sistemas de seguridad global o protección de los derechos de la humanidad, pues como siempre hablan en su nombre. En todo caso, lo anterior ha sido posible puesto que:

      mientras que para unos existen amenazas, para otros es bienestar, algunos ven riesgos donde otros buscan reducir la desigualdad. El discurso dominante naturaliza el predominio de una ideología, el liberalismo desde su neutralidad y manteniendo el control de las instituciones multilaterales, ha llevado a la aceptación de un orden dirigido por ciertos Estados quienes afirman decisiones basadas en su soberanía, mientras que promueve la desregulación por el lado de los que menos capacidad de resistencia tienen (Zuleta, Cubides y Escobar, 2007).

      Por último, pero no por eso menos importante, el sexo y la raza como condiciones históricas y culturales constituidas en mecanismos de poder y tan útiles para la reproducción del sistema mundo. Lo primero es igualmente complejo por la conjunción de lo emocional y físico, pero quedó reducido a ser instrumento para la reproducción de la especie y la mano de obra, al tiempo que se producía la subalternización de la mujer. La segunda también garantizaba mano de obra abundante, por lo tanto, barata y al estar asociada con la esclavitud y la servidumbre, condujo a la subalternización de quienes ya habían sido identificados como negros e indios en las regiones donde el capitalismo de las materias primas quedó instalado. En síntesis, las relaciones que predominan, tal como fueron presentadas por Aníbal Quijano, se dan sobre la raza, el género y la clase para de allí incorporarse y naturalizarse en los pensamientos con que se organiza la modernidad.

      Pero como no se busca dar por verdad última a lo concluido por Quijano, ya se tienen opiniones que confronta con argumentos igualmente muy serios, la originalidad del componente colonialidad en la teoría sobre el poder y el patrón de dominación gobernante a escala global. Según Ramón Grosfogel, y sin ganas de profundizar en esta crítica, antes de Quijano hubo otros autores y autoras que alcanzaron a definirla de distinta manera, y que igualmente habían tomado en sus estudios, el impacto del colonialismo en la trayectoria histórica de la comunidad social y política en la que habían vivido. La herida colonial de las que hace algunas décadas atrás nos habló Aimé Césaire, luego Gloria Anzaldúa y de manera más reciente Walter Mignolo, se ha expresado en formas tan diversas como el:

      capitalismo racial (Robinson, 1981), racismo como infraestructura (Fanon, 1952, 1961), occidentóxico (Ahmad, 1984), colonialismo interno (Rivera 1993; Barrera, 1979; Casanova, 1965), género como privilegio de la mujer blanca o las mujeres negras vistas como hembras y no como mujeres (Davis, 1981), supremacía blanca (Dubois, 1935, Malcolm X, 1965), relación no reduccionista entre raza y clase (Cesaire 1950, 1957), ego cónquiro (Dussel, 1994), […] El asunto importante a retener aquí es que la modernidad no existe sin colonialidad, [y se expresa en] todas las relaciones sociales y jerarquías de dominación de la modernidad (Grosfogel, 2016, pp. 158-159)3.

      Pero bueno, tal como se ha venido sosteniendo desde el inicio del capítulo, en la actualidad se cuenta con nuevos aportes de la teoría en el debate contemporáneo, y ello ha contribuido en el fortalecimiento de los nuevos estudios internacionales latinoamericanos. Lo significativo es que la teoría ha logrado posicionar como lugares epistemológicos a los múltiples territorios en donde habitó el colonialismo y permanece la colonialidad. Al respecto, y con las intenciones de hacer expresa esta última afirmación, se puede afirmar que ya existe una reciente e igualmente rica tradición en el estudio de la experiencia colonial africana, la misma que estuvo basada en el racismo y el eurocentrismo y susceptible de ser analizada con el proyecto intelectual y político del pensamiento decolonial (Valero, 2017).

      La colonialidad del poder y los nuevos estudios internacionales latinoamericanos neutralizan aspectos fundamentales de las teorías, conceptos y métodos contenidos en la disciplina relaciones internacionales, tan ampliamente utilizados en los estudios del sistema internacional y sus múltiples componentes. Se insertan en el sistema-mundo moderno y colonial, subvirtiendo la posición de los centros académicos que elaboran las teorías involucradas en el llamado mainstream en relaciones internacionales. Por ejemplo, uno de esos logros es haber establecido los mecanismos con que Occidente administra las instituciones que son parte integrante del sistema-mundo, y que este dominio se construye sobre las normas utilizando las fuentes de su tradición jurídica, la misma que se fortaleció en el tránsito del positivista derecho europeo hacia el derecho internacional. Así surge un tipo de derecho que busca resolver el conflicto entre los Estados sin diferenciar sus condiciones, además de regular el funcionamiento de las instituciones multilaterales.

      Según lo planteado por el colombiano Fernando Galindo, esto sería parte de un proceso histórico de larga duración, donde una de sus manifestaciones ha sido, justamente, la naturalización de aquella idea de que los Estados dominantes buscaron la forma de sostener el llamado sistema internacional con la elaboración de normas y la organización de un conjunto de múltiples instituciones, basándose en la suposición de tener la suficiente y legítima capacidad para regular las relaciones entre Estados (Galindo, 2013, p. 87). Otro aspecto de una tradición intelectual que, para no tener que ir tan atrás, se iniciaría con las distintas propuestas contenidas en La paz perpetua del filósofo alemán Immanuel Kant. Un libro donde queda establecido que el actor principal en todo el proceso de alcanzar y mantener la paz será, sin duda alguna, el Estado en su perfección jurídica-racionalista.

      Sobre esto último, una opinión similar mantiene el mexicano Germán Sandoval Trigo cuando desde una perspectiva decolonial, propone que los fundamentos epistemológicos del derecho internacional son la proyección a escala global de un tipo situado de pensamiento: el moderno-occidental. Es el mismo que fundamenta el accionar en el campo de lo internacional del Estado-nación, argumentando sobre los principios básicos de soberanía y libre determinación, le dicen el derecho de los pueblos, pero donde se ha logrado que los principios e instituciones mencionados, llegaron a ser dominantes en la fundamentación teórico-institucional del sistema-mundo. Una aceptable explicación de este dominio considera que todos ellos:

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