contexto donde lo euro-referenciado es la norma. … La expresión tercer mundo es el primer dispositivo ideológico que encarna la lógica moderna-colonial de otrificación en el contexto de fin del colonialismo. Desde la invención del desarrollo se define su contenido remitiendo a la pobreza –entiéndase incapacidad de producir riqueza–, a la ignorancia –entiéndase incapacidad para generar conocimiento–, al tradicionalismo –entiéndase atraso– (Bello, 2015, p. 50).
En la actualidad se puede observar la confluencia de aspectos contenidos en las teorías de la colonialidad del poder, que permiten explicar realidades tan lejanas en lo geográfico, y a la vez tan cercanas en su trayectoria histórica. Es el caso de lo sucedido en distintas partes de Europa, tanto en su parte continental como insular, sobre todo si revisamos los casos del colonialismo inglés en Irlanda y Gales, como la consolidación del Estado unitario y la afectación entre los siglos XVIII y XX de la multiplicidad de naciones que han dado forma a la actual España. Algo similar puedo decir del imperio austriaco y su presencia en parte de Europa oriental y el norte de los Balcanes.
De igual manera, el dominio alemán en Europa oriental y siempre teniendo a la actual Polonia como uno de sus principales objetivos, a lo cual fácilmente se podría sumar el caso de las regiones que componen la parte meridional de Italia, muy subalternizadas todas ellas desde el norte del mencionado país, espacio donde supuestamente habita la civilización y el desarrollo. Súmele la ocupación por Rusia de los territorios que conforman el Asia central o la anexión japonesa de Corea, para así tratar de responder la siguiente pregunta: ¿Qué tenían en común todos aquellos territorios y comunidades políticas conquistadas y dominadas por otros más poderosos? Que la dominación externa y el subdesarrollo allí implantados, eran también expresiones de su inferioridad ontológica y racial, una responsabilidad de la cual no podían escapar. Algo similar a lo que se hizo durante la conquista de América desde inicios del siglo XVI.
Es algo que en partes del sur de Europa y en la misma Irlanda puede actualmente encontrarse, donde cada vez un mayor número de intelectuales y activistas aceptan que aquellos principios y formas de actuación solo han conllevado el afianzamiento del “modelo de desarrollo y de vida occidental”. Si incorporamos en el análisis las políticas de ajuste implementadas en estas regiones desde el 2008, se observa la presencia de voces al interior de Europa que asumen una postura crítica con las consecuencias de una política económica implementada en las últimas dos décadas. El movimiento de los comunes en España, consideran que lo allí sucedido se puede entender con la sumatoria de los conceptos del colonialismo interno y externo, ya que el ajuste y la reforma económica se hicieron sobre la base de adelantar “un nuevo proceso de acumulación por desposesión en el sur de la Unión Europea” (Calle, Suriñach y Piñeiro, 2017, p. 15).
El traspaso de una gran cantidad de recursos monetarios desde el sur de Europa hacia las economías más poderosas del norte, han condicionado el aumento de las desigualdades entre las distintas regiones que forman el continente, pero también es muy cierto que estas dinámicas productivistas y extractivistas, han llevado a profundizar las diferencias entre los ciudadanos europeos. Por eso, analistas ubicados en uno de los lugares de Europa occidental que más ha sufrido los efectos generados por la globalidad liberal y la integración forzada, evalúan que en la actualidad:
la crisis económica insiste en reproducir sus mimbres especulativas, sacrificando derechos sociales. […] la deuda externa se confirma como un mecanismo de trasvase de fondos hacia las economías centrales europeas; mientras que en estos países se agrandan las desigualdades sociales. Crisis económica que es crisis política, como no podía ser de otra manera: [lo cual] destapa el verdadero sentido de fondo de la UE, más allá de retóricas, como potencia que trata de hacer valer su mercado único interno y sus intereses mercantiles externos. Las personas no aparecen por ningún lado, como centro del hacer institucional oficial, ni en la economía ni en lo político (Calle, Suriñach y Piñeiro, 2017, p. 15).
Tomando en cuenta algunos de los aspectos hasta ahora mencionados, Stepan Fimmer considera que la dominación colonial o colonialidad del poder “no es solo una forma de diferenciación aplicada a las colonias europeas en ultramar, sino un mecanismo que opera también –aunque sea de manera algo distinta– en el interior de los países occidentales” (Fimmer, 2017, p. 296). Aquí tenemos un tema susceptible de ser trabajado y difundido con mayor intensidad, un análisis en perspectiva comparada sobre los efectos del colonialismo interno en América Latina y Europa occidental, sin dejar de lado una posible comparación con regiones y territorios ubicados en los continentes asiático y africano.
3. UNA TEORÍA SITUADA PARA EL NUEVO CONTEXTO MUNDIAL
En las últimas tres décadas se han producido numerosos estudios dirigidos a entender el sistema-mundo moderno y colonial, ubicando a Latinoamérica como un referente en su organización. Por eso, este acápite se inició con una cita de la que puede ser considerada la primera, y por eso muy temprana opinión sobre la forma en que el continente contribuyó en la formación y posterior funcionamiento del sistema-mundo. Sus autores consideraron que:
El moderno sistema mundial [había nacido] a lo largo del siglo XVI. América –como entidad geosocial– nació a lo largo del siglo XVI. La creación de esta entidad geosocial, América, fue el acto constitutivo del moderno sistema mundial. América no se incorporó en una ya existente economía-mundo capitalista. Una economía mundo capitalista no hubiera tenido lugar sin América (Quijano y Wallerstein, 1992, p. 583).
A quienes puede considerárseles fundadores y actualmente partícipes y seguidores de esta teoría, han sido y son académicos instalados en distintas universidades y centros de investigación en América, desde Canadá hasta Argentina, sin desconocer, claro está, a los pensadores que se ubican por fuera de las instituciones donde se produce y administra el conocimiento. Los fundadores, aunque creo que a ellos no les gustaría que los denominen así, estuvieron formando parte del Grupo Latinoamericano de Estudios Subalternos y del proyecto modernidad/colonialidad, y son quienes entre otras cosas propusieron identificar y (des)centralizar nuevos aportes en una perspectiva inter y transdisciplinar, en aras de renovar el pensamiento crítico latinoamericano.
Esto último se hizo necesario, pues había llegado a ser un tipo de pensamiento que finalizando la década del ochenta, mostraba serias limitaciones para un entendimiento más certero del sistema referido. Aquello fue producto de dos factores: el primero de tipo teórico, basado en el agotamiento de las posibilidades explicativas y transformadoras que habían adquirido las tendencias estructuralistas: funcionalismo, marxismo y desarrollismo cepalino. Asociado a esta crítica situación de las teorías que se habían disputado el dominio al interior del eurocentrismo, y ya producto de la trayectoria histórica revisada líneas arriba, la crisis terminal del modelo de crecimiento y desarrollo económico aplicado en el continente desde inicios de la década del cincuenta5.
Es bien sabido que distintas instituciones multilaterales y bajo el mando de funcionarios procedentes de los países desarrollados lo promovieron con inusual entusiasmo para que casi cinco décadas después, impulsar su desmantelamiento en un proceso que no estuvo exento de confrontaciones e inéditas formas de resistencia. Por último, y en una idea que aquí solo enunciamos, el escaso enraizamiento de la democracia liberal y las limitaciones políticas contenidas en el ideario y la normatividad del Estado uninacional y monocultural. Bueno, en este momento queremos decir que también se ha abierto un importante debate sobre los orígenes de la teoría y sin necesidad de profundizar en aquel, solo mencionaremos que en un artículo publicado originalmente en el 2000, el propio Wallerstein los encuentra en la obra del pensador marxista nacido en Trinidad y Tobago, Oliver Cox.
En este trabajo, Wallerstein consideró que cinco de los principios básicos de la teoría habían sido formulados un par de décadas antes, los cuales consistieron en que: