Franz Julius Delitzsch

Comentario al texto hebreo del Antiguo Testamento - Isaías


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todas formas, a pesar de que muchos pensaban que esa tercera edición sería la definitiva, F. Delitzsch preparó todavía una cuarta (que apareció a los diez años, en Leipzig, 1889), cuando su autor estaba ya cerca de su muerte, con cambios que llevan a pensar que él podía admitir la existencia de varios autores en la redacción final del libro de Isaías. De esa forma quedó abierto en su obra un tema clave de la exégesis posterior de los profetas (y de todo el Antiguo Testamento), trazando como como una “línea divisoria” que muchos seguidores tradicionales de Delitzsch (que no admitían división de autores y de partes en el libro de Isaías o en el Pentaeuco) no estaban dispuestos a cruzar. En esa perspectiva, han existido desde entonces diversas interpretaciones de su obra, que una edición crítica debería precisar.

      Evidentemente, yo tomo como base la cuarta y última edición de esta obra (del 1889, un año antes de la muerte de su autor), pero la comparo siempre con la tercera, aunque no aludo en ningún momento a la posibilidad de un cambio en la orientación exegética del autor y de su obra, insistiendo en la unidad del autor y del libro de Isaías, en contra de un tipo de crítica histórico-literaria que empezaba ya a insistir en la existencia de dos o tres bloques de textos y autores del libro de Isaías. De esa forma, sigo defendiendo con toda la trayectoria exegético-teológica de nuestro exegeta, la unidad del autor (un solo Isaías) y de su obra (un solo libro unitario).

      He dicho que la primera edición de la obra propiamente suya sobre el profeta Isaías fue del año 1866, y la última del 1889, un año antes de la muerte de su autor. Pero F. Delitzsch venía trabajando sobre Isaías desde tiempos anteriores. Así colaboró con Moritz Drechsler, en una obra titulada Der Prophet Jesaja übersetzt und erklärt (G. Schlawitz Verlag, Stuttgart/Berlin 1845-1857), de manera que cuando Dreschler murió la terminaron de escribir y editar sus amigos August Hahn y F. Delitzsch (año 1857). Por eso, es normal que Delitzsch aluda con frecuencia, tanto a Dreschsler como a Hahn, en su gran comentario final a Isaías. Y con esto podemos pasar ya al comentario propio de Isaías, que constituye quizá la aportación exegética más significativa de Delitzsch, y que ha sido y sigue siendo considerado como uno de los libros más importante de la investigación bíblica y de teología del siglo XIX2.

      Se trata de una obra extraordinaria, no sólo en el plano histórico-exegético, sino también en el cultural, como traducción y exposición (actualización) de una de las creaciones fundamentales de la cultura de occidente, como es el texto hebreo de Isaías. Sin ese libro de Isaías no existiría judaísmo (no se podría entender el Antiguo Testamento), pero tampoco existiría cristianismo, ni humanismo moderno, en el sentido radical del término, con sus esperanzas utópicas, con sus exigencias sociales, con su sensibilidad poética...

      Desde ese fondo ha de interpretarse la traducción que ahora ofrezco en castellano. Al situarse ante el libro del de Isaías, como exegeta, como amigo del judaísmo y como creyente cristiano, Fraz Delitzsch respeta el texto antiguo y lo entiende desde su contexto, desde su propia situación cultura, pero, al mismo tiempo, actualizando su mensaje profético, en sentido judío, pero (sin negar en modo alguno su perpectiva israelita), desarrollándola en sentido cristiano. Éstos son algunos de los rasgos más significativos de su comentario:

      ‒Delitzsch ha realizado un comentario textual. En esa línea nos sitúa de un modo directo ante el texto hebreo, para que lidiemos con él, es decir, para que podamos adentrarnos en su trama, para así verla por dentro, mirarla y admirarla, discutiendo paso a paso el sentido de las palabras, en diálogo con los mejores exegetas de la historia antigua (judía y cristiana) y de su propio tiempo (segunda mitad del siglo XIX), para que al fin sea el mismo texto el que nos hable, haciéndose palabra viva, a lo largo de los 66 capítulos del libro.

      Con el mejor espíritu rabínico (y luterano), Delitzsch quiere mantenerse siempre fiel al texto escrito, a fin de conocerlo por dentro, no sólo en su forma, sino en su contenido, es decir, en su mensaje. En esa línea es fundamental su manera de recuperar la exégesis rabínica, que no ha sido “superada”, en su plano, por la interpretación crítica de la modernidad, que ha insistido más en el aspecto histórico-literario del libro, en clave de ilustración racional (pero perdiendo parte de la hondura espiritual y cultural del texto).

      ‒Es un comentario con-textual, en sentido histórico. Delitzsch muestra un conocimiento prodigioso del contexto histórico de Isaías y de su texto, en los años que van desde la vocación del profeta (hacia el 740 a.C.) hasta el 539 a.C. (con la victoria de Ciro y de los persas sobre Babilonia), con el camino abierto de la restauración israelita. Esos dos siglos han marcado el nacimiento de occidente, no sólo con el “imperio” egipcio y el asirio, el babilonio y el persa, sino con el despliegue (caída y restauración) de Israel y de los pueblos de su entorno (sobre todo los fenicios y siro/arameos, con los moabitas, idumeos y los árabes).

      Ciertamente, hoy (año 2015), pasado siglo y medio, conocemos mejor la historia de esos pueblos, no sólo a través del estudio de nuevos textos escritos descubiertos, sino también por la arqueología, pero será difícil encontrar una visión de conjunto mejor que la que ofrece Delitzsch, al referirse, por ejemplo, a los fenicios y al despliegue de los grandes imperios de oriente (asirios, babilonios, persas…).

      ‒Es un comentario con-textual, en sentido lingüístico, y su trabajo es totalmente novedoso por la atención que presta otros idiomas y culturas del entorno, situando el hebreo bíblico de Isaías dentro de la tradición viva de las lenguas semitas y, en esa línea, ha destacado los paralelismos con el arameo/siríaco y, sobre todo, con el árabe que, a su juicio, nos ayuda mucho para entender el lenguaje y mensaje del profeta. Delitzsch no es sólo un especialista en hebreo, sino también en árabe, y eso le permite situar el texto bíblico dentro de la tradición ininterrumpida de las lenguas semitas, en un plano no sólo filológico, sino también histórico, sin olvidar los posibles paralelos, aunque ya más lejanos, con las lenguas indoeuropeas. Este esfuerzo por leer el mensaje de Isaías desde los paralelos árabes (que en nuestra traducción-adaptación hemos dejado un poco en un segundo plano) abre la posibilidad de un diálogo nuevo con el mismo Islam, vinculado a una tradición árabe que está presente en el fondo de nuestro profeta.

      ‒En un comentario creyente, en sentido mesiánico-luterano. No comienza en la Iglesia, para ir desde ella a la Biblia, a fin de encontrar en la Escritura razones o argumentos que apoyen su doctrina anterior (como se dice que han hecho algunos teólogos católicos), sino que parte directamente de la experiencia bíblica, es decir, del texto, abriendo desde allí un camino que desemboca en la visión rabínica del profetismo y, de un modo especial, en el mensaje y proyecto de Jesús, entendido como auténtico mesías del judaísmo.

      Delitzsch no estudia a Isaías con el fin exclusivo de “demostrar” la plenitud de Cristo, sino que se interesa ante todo por el texto de Isaías, entendido en sentido radical (literal), con absoluta fidelidad lo que dice por sí mismo. Pues bien, en esa línea, descubre y entiende el libro del profeta como un texto abierto, como un “espejo” (un anti-tipo) en el que puede leerse la plenitud del “tipo”, es decir, de la verdad más honda de la revelación de Dios que, a su juicio, se ha realizado en Jesús, entendido como mesías totalmente judío, siendo universal. No se trata, pues, de salir del judaísmo para descubrir y potenciar así el Isaías cristiano (en el sentido de “no-judío”), sino todo lo contrario: De descubrir en Isaías la raíz y sentido más hondo de la justificación por la fe, abriendo así un camino que va del profeta (Isaías) al apóstol (Pablo).

      ‒Es un comentario pan-bíblico, es decir, abierto a lo que ha sido el despliegue total de la Biblia, en la línea de lo que podríamos llamar una “exégesis canónica”. Según eso, Delitzsch trata de interpretar a Isaías no sólo en el contexto total de la Biblia Hebrea (que es a su entender lo fundamental), sino en el despliegue total de sus grandes traducciones y adaptaciones a lo largo de la historia. Son básicas en esa línea tres aportaciones. (a) La valoración de la traducción griega de los LXX. Con un criterio muy actual (confirmado por los descubrimientos posteriores), Delitzsch piensa que los LXX tienen no sólo en su fondo una variante significativa del texto hebreo, sino que ofrecen una interpretación muy valiosa de la misma Biblia. (b) La aportación de otras traducciones griegas antiguas (Aquila, Teodoción y Símaco). Ellas siguen ofreciendo los mejores