idea de chatura, mediocridad, de que nada puede cambiar, o de que la idea que instala “la cultura dominante”, es la pura verdad.
Lo que alimenta estas ideas es la gran idea de ansiedad. Al menos presiento que el ser tecnológico de hoy es preso de la esclava incertidumbre, un ser efímero, sin sueños, que necesita de estimulantes ficticios, que casi han reemplazado a la Biblia del antiguo pueblo hebreo. El triunfo de Freud, porque la verdadera conciencia consiste no sólo en hacer consciente lo inconsciente, sino en crear reflexión, inteligencia y futuro. Se ve la necesidad del ansia de autoayuda para activar la cultura de soñar. En esta cultura del descarte en lo tecno el maestro, o cualquier profesión, busca ser absorbida por el internet a distancia. O, como así también el obrero, pretende ser absorbido por el “robot”, que cumple todo como una fiel máquina. Es que en este tipo de pensamientos andan la mayoría de las mentes que toman la decisión de millones de personas. El sistema del por venir del homo tecno para reinventarse más descaradamente no necesita de mentes soñadoras, sino sólo de máquinas útiles, que (les) sean esclavos eficaces. Y, donde la política tradicional, termina siendo la parte del engranaje central, que ya no regula la economía a gran escala, sino que abraza a los poderosos que hacen un buen negociado.
Oportunamente, “los esquemas de las crisis” (va entre comillas porque es atribuido a Ortega y Gasset), necesitan de la violencia, del hambre, guerra, sometimientos, abusos, fundamentalismos, racismos, caos climático actual, del cual pocos se hacen cargo, pero de los cuales algunos resurgen victoriosos. Este nuevo discurso reinventado de estos tiempos juega a hacerse el distraído frente a la realidad del hambre mundial, ya sea porque no puede, no sabe, o no quiere resolver lo actual. No obstante, resurge enarbolando la bandera negativa negra, vacía, conformista, adormecedora de las luchas, en las ideas cíclicas y eternas del lenguaje muerto de que “no hay otra salida” “es esto o el caos”, “el fin del trabajo”, “el fin del mercado” “el fin de la paz” o la “del fin de la historia”. Siempre es la lectura del fin, pero al fin y al cabo es el mismísimo fin del blá blá, porque ya llegan los tiempos del verdadero fin, si esto no logra virar hacia la esperanza. Es que ahora es la imaginación de la ficción improvisada en la máquina con el estímulo de la psique, la hacedora mundo, pero sin la conciencia plena filosófica de fondo, que es la verdadera reformadora mundo.
Schopenhauer (1788-1860) tenía una visión pesimista de las cosas, y auguraba que los constantes esfuerzos del ser humano por cambiar, solo eran apariencia, porque se volvía a caer en los mismos errores sin salida que eran los que inspiraban, a los más grandes inventores de sistemas y científicos, a hallar una salida. En cambio, para Ortega la salida estaba en generar un gran proyecto en el que las partes se sintieran contenidas y apoyadas, un dejar de lado los “particularismos”, de un ser resentido, disgregador, que no quería sentirse parte de los demás. Estaba convencido que sólo “las ideas de grandes cosas por hacer engendra la unificación nacional” ¿Cuáles son las grandes cosas o proyectos por hacer del homo tecno? ¿Cuál es la salida a lo que siempre vemos en la calle o siempre nos pasa? ¿Por qué nos sentimos engañados, resentidos, dolidos permanentemente, hartos de que siempre nos digan lo mismo y nunca pasa nada?
El resentimiento aflora en la piel creando nuestra incultura de hoy. El achatamiento, el desgano, la descalificación al que piensa distinto o me puede hacer algún daño. Ortega habla en su obra “La rebelión de las masas”, como un sujeto que se pierde, se desintegra su personalismo cuando es absorbido por la masa, dejándose llevar por el pensamiento del resto. Es que la masa y el poder es lo que más atrae, pero ahuyenta a la vez. Es que la masa nos permite estar integrados sin que nada se interponga entre nosotros, y a la vez, es un querer hacer algo, tener una meta, una motivación.
Al respecto, el ser tecno de hoy, se siente cómodo y tenso. Se siente cómodo frente a la masa que decide sobre su individualidad, cuando es cada vez más atacado y cosificado. Y, a tal punto, que podría llegar a existir el ser sin empleo reemplazado por los robots inteligentes. Y, a la vez, está tenso, con un temor a lo desconocido, a aquello extraño que irrumpe de repente, y que nos preocupa, porque desnuda la realidad de que nunca estuvimos lo suficientemente ocupados.
No obstante, es tanto el temor actual, la angustia asfixiante, que casi todos buscan el aire del internet salvador. Y, cuando más contacto virtual tenga, más se creará la sensación de la salvación. Pero, la sensación liberadora del ser actual está lejos de la máquina. El problema para hallar una salida no está en lo tecno, sino en el abuso que el ser de hoy hace de ello, ante la incertidumbre. Hoy urge el crear confianza, empatía, solidaridad, la de crear ideas juntos, sin imposición, sino con respeto, para que los individuos no se teman los unos a los otros.
VIII. Humanidad más humanidad
—.Intentar escribir sobre la crucifixión del significado de las cosas en nuestra realidad, no resulta fácil. Es que vivimos una realidad en relación con lo representado, terriblemente real, porque a partir de él, podemos hacer eficaz la representación. No obstante, no estamos aquí haciendo referencia a un cuadro de un artista en particular, sino a un hecho concreto:”Encontraron crucificado a un joven con un cartel que decía, no robarás”.
Es decir, lo “representado” es el hecho, que nos lleva a analizar indefectiblemente sobre la “alteridad” o el “otro”, y la “representación” en las consecuencias, nos interpela a cerca de la “Equidad” o la “Justicia”. Con respecto a la primera, ya advirtió el pensador técnico actual Michel Foucault, cuando aseguró que “allí se perfila el gran peligro evocado por Fichte (1762-1814 idealismo alemán), el de la división del sujeto en dos formas de la subjetividad que ya no pueden comunicar la una con la otra sino en el desequilibrio de la relación sujeto-objeto”. Redondeando, muchos de los hechos que suceden a diario reflejan esta idea latente del desequilibrio monstruoso que se manifiesta en la relación de las personas a las cosas, hacia sí mismos o hacia otras personas (como en este hecho particular).En este caso, lo representado, toca casi el límite o un cierto grado de locura lindando lo obsceno, en la relación hacia las personas.
Ello, se ve reflejado en los diversos comportamientos de la sociedad actual hacia la relación con el “otro” el que está a mi lado, en donde movido por una cierta susceptibilidad emotiva interna, busco ignorarlo o descalificarlo. La otra, en donde impera la ausencia de toda lógica racional, casi como animalitos que siguen los instintos del furor del momento eliminando al otro externamente, al que tengo a mi lado y con el cual ya no se qué hacer para que no robe. El ser actual al no encontrar una forma adecuada de llegar a encontrar una salida por las vías de la “alteridad”, se vale de lo representado o signo, como una forma de intimidar, ya que con sangre toda letra entra. El signo de la crucifixión es el símbolo del desprecio, intolerancia, barbarie, tortura, humillación, muerte, venganza, odio, linchamiento y justicia por mano propia ¿No es acaso la representación o signo de la maquinización humana? El ser de las promesas vacías actúa como si dependiera de ello para disfrutar de algo en la vida.
En este caso, la representación nos lleva al segundo punto, o sea al de la “Justicia” con sus resultados. La justica dice Nietzsche surge de entre hombres que tiene un poder casi igual, como bien entendió Tucídides (460 a.C 396 a.C aproximadamente en la antigua Grecia) en el terrible diálogo entre los enviados atenienses y los melinos. Es decir: “Cuando no hay un poder que se destaca con claridad y una guerra sólo proporcionan daños recíprocos sin consecuencias prácticas, nace la idea de conciliar ambas partes: la justicia tiene así, inicialmente un carácter de intercambio”. El problema surge cuando el hombre al encontrarse dividido en su interior, solo, vacío, arrasado por malestares o crisis existenciales, ignora la idea de “intercambio”, porque al no haber proyectos que lo eleven de este estado, se desconoce a sí mismo. Se hace lo que se siente. Y, ello, le imposibilita aún más, experimentar el encuentro en la “alteridad” o al “otro”, aquel que convive a mi lado. No se trata de ser permisivos, pero tampoco intolerantes. Al respecto, la sociedad actual demuestra mucha intolerancia cuando alguien roba una gallina, pero es terriblemente tolerante, si alguien temido roba una empresa. Aquí, la representación: “No robarás”, manifiesta una profunda hipocresía, con un gran desconocimiento que tiene el hombre de si mismo, para poder experimentar la equidad originaria, desde el respeto.