Diego Carlos Romero

El por venir del homo tecno


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      III. Los hijos de las crisis

      Al respecto, surgen preguntas para estos nuevos tiempos abarcados por la ruidosa tecla alienante de la computadora, a la silenciosa libertad generada por la palabra creadora de un libro: ¿Cómo podríamos salir de esta crisis económica? ¿Qué es lo que implica ser joven en estos tiempos post modernos donde “lo sólido se desvanece en el aire’’? Es decir, casi nadie tiene una respuesta dogmática a estos interrogantes actuales, pero cuando sólo vivimos preocupados haciendo diagnósticos del presente, y no ocupados en crear salidas liberadoras para el conjunto, recreamos en un espiral cíclico a los nuevos empoderados del dinero, y no tanto, del pensamiento. Ahora bien, la historia misma atestigua que las generaciones revolucionarias fueron las que comprendieron que no tenían ningún derecho adquirido, sino grandes obligaciones por cumplir. No perciben que “nadie ama la vida como un anciano’’, decía Sófocles. Muchos pensadores modernos reivindican con la publicidad y el marketing, que los jóvenes tienen convicciones, que están dispuestos a sostener todo pensando en la obtención del dinero.

      No obstante, seremos jóvenes eternos, cuando nos reencontremos con nuestra identidad de fondo, que como sociedad madura, tengamos un tránsito equilibrado de un estado de error hacia uno de serena verdad, pero con una crítica franca. La moderación es lo de la que más se requiere en estos tiempos de incertidumbres. Ahora, si ser joven implica el reírse con arrogancia de los adultos, de aprovecharse de un anciano que no puede caminar, de descartar a una escoba vieja porque no barre mejor, del abusar de la ligereza del teclado, a la lentitud del escribir a mano, el verse débiles ante los malos ejemplos, creerse los mejores, ello no hace al ser joven. Es decir, para redondear, la juventud implicaría hacer algo por el otro, que valga la pena ser vivido. Muchos jóvenes caminan la calle diariamente mirando con un ojo a la incertidumbre, y con el otro, a la rabia y la indignación. Es decir, la vejez o juventud pasan por una cuestión de actitud ¿Qué actitud tienen lo mayores frente a la vida? ¿Qué actitud quieren construir los jóvenes a futuro? Momentáneamente, si la actitud pasa por el mirar películas en internet, videojuegos, más de cincuenta horas de televisión semanales, y el zafar rápido, ante cualquier dificultad: ¿Qué futuro estamos creando? ¿Es óptimo estar hiperconectados desde el internet a distancia eternamente?

      Oportunamente, la cultura, la educación, son la prioridad de varios gobiernos, ¿pero qué sociedad buscamos en la post modernidad si el dueño de las ideas y de la cultura es el que domina la imagen digital? ¿Qué es la post modernidad? Es un pensamiento filosófico que intenta dar respuesta a los problemas que planteó la modernidad, y que no supo responder, como el de la diferencia cultural, el respeto, la libertad, junto a los derechos humanos. Si el intelectual no encuentra un rol predominante en su oficio, porque ya no hay nada a lo cual atenerse en este universo actual, salvo el internet, estamos aprovechándonos del futuro. Ahora, la misma civilización aparece empobrecida por no darle un por venir sólido a los jóvenes a lo cual atenerse, y la barbarie, asoma por doquier, cuando lo único que los jóvenes escuchan es la palabra “crisis’’.

      Sin embargo, lo único que arroja la post modernidad es el no estar a la altura de las circunstancia para crear un mundo mejor, y más grave aún, el de no encontrar respuestas. Es posible salir de las crisis si hay actitud de principios colectiva que rompa al interés individualista de mercado. No obstante, el joven busca resurgir desde la iniciativa: ¿pero qué futuro dejaremos si los que ahora deberían ocupar el centro de la escena son descalificados laboralmente?

      IV. Una cuestión de fondo de los tiempos modernos

      El capitalismo requiere de un crecimiento constante de la producción y del consumo para sostenerse. Y, esta simple idea, requiere de un sistema de programas caros en lo que concierne a lo tecnológico, el cambio climático, escasez de recursos naturales, la deuda externa de países periféricos cada vez más sometidos a las reglas del mercado, terribles diferencias entre nuevos ricos más ricos, y pobres cada más pobres, comunidades olvidadas. Es decir, todo ello sólo convierte a la gente en mercancía, y a las relaciones humanas, en un simple flujo de dinero.

      ¿A qué o a quiénes les conviene que todo esté atado al dios dinero? Si uno observa los grandes campos, viñedos, chacras, caña de azúcar, trigo, carne, petróleo, florecen como ricos recursos naturales de nuestro país, aunque en ocasiones, empobrecidos. Y, en ello se obtiene una postal de antaño, cuando la agricultura era pensada para la subsistencia simple cotidiana, obtenida con mayor esfuerzo, y en menor costo. Ahora, la técnica ha reemplazado toda simpleza en complejidad, para especular en mayor cantidad de ofertas, para la exportación ¿Pero qué pasa en un mercado que tendía a la globalización con la apertura de fronteras, y ahora fija límites territoriales, evitando migraciones? En las crisis, aunque se vea morir la última gota de esperanza, hay que seguir adelante.

      Oportunamente, no nos conformamos con andar en auto, sino en volar en un avión, nos cuesta tomar un vino modesto, porque aspiramos a un champagne (del fino francés) Veuve Clicquout La grande Dame. Es decir, progresar no está mal, pero antiguamente el andar a menor velocidad hacia disfrutar de lo que se veía y observaba detenidamente, ahora con el volar no solo que perdemos capacidad de registro, sino que ni siquiera sentimos a aquel que no logra lo necesario para la subsistencia. “¡Imaginen sus sentimientos cuando las ecuaciones diferenciales que había formulado le mostraron que los campos electromagnéticos se difunden de ondas polarizadas y con la velocidad de la luz!”, escribía Einstein (1879-1955 físico) sobre la sensación que debió embargar a Maxwell (1831-1979 científico de la física matemática) al darse cuenta del alcance del descubrimiento. El ser tecno mira a la velocidad científica de la luz, pero no observa con detenimiento filosófico para ver su por venir. El pobre molesta, aún interpela, y porque está ahí e ignoramos como incluirlo en el sistema competitivo, resulta más fácil atacarlo, diciéndole que no piensa bien, es ignorante, y que sólo él es el culpable de su pobreza. Es decir, en estos tiempos las nuevas costumbres, las ideas, el lenguaje, marketing, consumo, tecnología, nos ofrecen la seguridad que antiguamente la religión nos ofrecía: La cuestión de fondo. ¿Pero no son acaso mucho más hegemónicos los emblemas culturales de nuestro tiempo dictaminados por algunos?

      Oportunamente, la pregunta para los países mas desarrollados del universo ya no debería ser la de cuanto nos deben, sino la de ¿cómo este mundo en un nueva normalidad debería ser cambiado paulatinamente por uno mejor? Muy pocos comprenden por qué la política en algunos momentos supo llegar, en otros no tanto, con sus errores y sus aciertos. No obstante, cuando fue eficiente, no lo fue tanto con los puentes del mundo globalizado reinventado, del volar de los Boeing Jumbo, las máquinas del mundo globalizado, sino con un pedazo de carne roja con pan, en llenar a aquél que todavía vive de a pie. En generar cultura de vida para que los jóvenes puedan proyectar una vocación a la que se sientan llamados a realizar. En respetar al otro que piensa distinto o vive en otra cultura de raza o religión. A veces, se cree que uno tiene la verdad de las cosas desde el momento en que se llega a algún puesto clave. Pero ahora lo prioritario invitará a reflexionar sobre el uso que se le da a lo tecno. Si la tecnología permite el encuentro con el Otro, libertad, responsabilidad, o genera más sometimiento y control. El por venir del homo tecno se edificaría desde la libertad, y no tanto desde la maquinización de las cosas, de los sistemas heredados.

      No obstante, El liberalismo quedó expuesto durante la pandemia, y muchos países neoliberales olvidan que también pueden caer, sólo sosteniendo con el ser tecno dos cosas: Una, la capacidad del libre mercado para reinventarse en solucionar a futuro las enormes diferencias que causan deliberadamente, con la confianza en las tecnologías para remediar los problemas de recursos del presente. Otra, en controlar los puestos laborales, y ahora se le agregaría la de pretender controlar a las personas en lo que hacen o piensan. Y, teniendo todos los elementos tangibles temen, porque lo intangible, la esencia del actuar, lo que no se puede comprar, escasea en los más fuertes. La esperanza y la certidumbre se piden a gritos. La irrupción de otro sistema superador a lo histórico se estaría necesitando.

      Al respecto, en mi opinión, nada serviría tanto como la justicia social, confianza, para una política, que ponga a los intereses humanos en el centro. El otro que irrumpe, pero no como algo a conquistar desde ideas