Denis Fortin

Enciclopedia de Elena G. de White


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por las tradiciones humanas y la invasión del paganismo en el cristianismo. Ella menciona que una de las últimas verdades que serán “redescubiertas” es la creencia en el pronto regreso de Cristo, premilenario y personal. Al predicador bautista del siglo XIX que popularizó esta doctrina, William Miller, Elena de White lo llama “un reformador estadounidense” (GC88 317). En su pensamiento, es claro que la Iglesia Adventista, nacida del movimiento millerita, constituye una parte importante del propósito de Dios para el cristianismo al fin del tiempo. De hecho, ella ve el adventismo como la culminación profética de la Reforma Protestante y de la restauración del pueblo de Dios del Nuevo Testamento. El adventismo, en su predicación del pronto regreso de Cristo y del cumplimiento de las profecías bíblicas, es el instrumento de Dios para advertir al mundo de la destrucción inminente.

      La buena opinión de Elena de White sobre la Escritura y su rechazo de la tradición también destacan su herencia anabaptista y restauracionista. Un denominador común aparece en sus descripciones de eventos ocurridos en la vida de las figuras históricas que ella presenta en la primera mitad de El conflicto de los siglos: Satanás buscó destruir a estas personas porque ellas amaban a Dios y deseaban permanecer fieles a las enseñanzas de la Biblia. Elena de White, además, señala que el objetivo de Satanás siempre ha sido eclipsar la Palabra de Dios y reducir su atractivo, dado que se puede engañar con mayor facilidad a los que no conocen la Biblia (CS 651). Por lo tanto, la gente que se aferra a la Escritura es objeto de la ira y de los ataques de Satanás. Ella también señala que, al fin del tiempo, este conflicto se repetirá en la vida del pueblo de Dios que, inflexiblemente, desea seguir las enseñanzas bíblicas por encima de las opiniones y las tradiciones humanas (ibíd. 651, 652). “Pero Dios tendrá un pueblo en la Tierra que sostendrá la Biblia y la Biblia sola como regla fija de todas las doctrinas y base de todas las reformas. Ni las opiniones de los sabios; ni las deducciones de la ciencia; ni los credos o las decisiones de concilios ecuménicos, tan numerosos y discordantes como lo son las iglesias que representan; ni la voz de las mayorías; nada de esto, ni en conjunto ni en parte, debe ser considerado como evidencia a favor o en contra de cualquier punto de fe religiosa. Antes de aceptar cualquier doctrina o precepto, debemos exigir un categórico ‘Así dice Jehová’ ” (ibíd. 653). Para Elena de White, la Biblia es la Palabra de Dios escrita e inspirada, y “contiene todos los principios que los hombres necesitan comprender a fin de prepararse para esta vida o para la venidera” (Ed 123). Todos pueden entender la Escritura (ibíd.) y su lenguaje se puede explicar según su significado obvio, a menos que se emplee un símbolo o una figura (CS 657).

       El metodismo wesleyano

      Una tercera corriente de pensamiento evidente en la teología de Elena de White es el metodismo wesleyano. Elena de White creció en un devoto hogar metodista y, por un período de tiempo, su familia fue miembro de la Iglesia Metodista de la Calle Chestnut, en Portland, Maine. En su biografía, ella recuerda unos pocos eventos de su crianza metodista que tuvieron un impacto crucial en su vida posterior: su conversión a Cristo, su bautismo por inmersión y sus primeros pasos en el crecimiento espiritual (Bio 1:32-42). El desarrollo espiritual de Elena de White tomó una nueva dirección después de asistir a dos series de conferencias sobre la segunda venida de Cristo, que presentó William Miller en Portland. La primera de las series fue en marzo de 1840, cuando ella tenía doce años; y la segunda fue en el verano de 1842. Cuando era jovencita, quedó profundamente impresionada por estas conferencias y decidió prepararse para la segunda venida de Cristo. En los meses que siguieron, a medida que se profundizaba su compromiso cristiano, ella recibió guía espiritual de un pastor metodista, Levi Stockman, quien la animó a confiar en Jesús. Ella recordó: “Durante los pocos minutos en los cuales recibí instrucción del pastor Stockman, obtuve más conocimiento sobre el tema del amor y de la ternura compasiva de Dios que de todos los sermones y exhortaciones que hubiera escuchado” (ibíd. 39).

      Sin embargo, mientras se ahondaba el compromiso de la familia de White con la enseñanza de William Miller sobre el segundo advenimiento de Cristo, su relación con su Iglesia Metodista entró en tensión, a tal punto que se llegó a una crisis en septiembre de 1843, cuando oficiales de la Iglesia Metodista de la Calle Chestnut tomaron medidas para separar a la familia Harmon de la membresía. La familia fue desglosada, no por razones de conducta inmoral, sino por creer una doctrina de la Escritura, “que Cristo mismo había predicado” (ibíd. 43). Para Elena de White, esta fue una experiencia traumática y, probablemente, fortaleció su determinación de seguir las enseñanzas de la Escritura sin importar lo que dijeran el credo y la iglesia.

      Elena de White comienza El camino a Cristo presentando primero el concepto de la revelación de Dios. Todo conocimiento que la humanidad tiene sobre Dios llega a nosotros porque Dios eligió revelarse. Esta revelación divina viene por medio de la naturaleza y de la revelación especial (CC 7; cf. ibíd pp. 72-78). En la naturaleza, “ ‘Dios es amor’ está escrito en cada capullo de flor que se abre, en cada tallo de la naciente hierba (ibíd. 8; cf. ibíd. 72-76). Sin embargo, aunque “Dios ha unido nuestros corazones a él con señales innumerables” de su amor en el mundo natural, la naturaleza solo representa imperfectamente el amor de Dios por nosotros, porque el enemigo del bien ha cegado la mente de los seres humanos (ibíd. 8). Por lo tanto, la mejor revelación de Dios se encuentra en la Palabra de Dios, en Jesús, que vino a vivir entre los seres humanos para revelar al mundo el amor infinito de Dios (ibíd. 8, 9).