Denis Fortin

Enciclopedia de Elena G. de White


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de más conversiones al cristianismo, especialmente desde el deísmo, que todo otro hombre que vive ahora en estos lugares”, relató el artículo del Lynn Record. “Él leyó a Voltaire, a [David] Hume, a [Thomas] Paine, a Ethan Allen; se familiarizó con los argumentos de los deístas y sabe cómo refutarlos”.777

      Es cierto que el millerismo construyó sobre el espíritu evangélico estadounidense, pietista y evangelista de la primera mitad del siglo XIX; sin embargo, a los fines prácticos, el millerismo llegó a ser un movimiento contradeísta que rechazaba abiertamente las suposiciones filosóficas clave de la Ilustración, es decir, que Dios no se revela por medio de la historia y en la Escritura, y que la Biblia no es confiable como registro histórico y auténtico de la obra redentora de Dios. Aunque Elena de White nunca fue deísta, su cosmovisión, su abordaje de la Escritura y del mundo natural, y el uso de la razón para lograr el conocimiento personal de la voluntad de Dios están enmarcados claramente en el contexto del deísmo y en la reacción a este. La experiencia de William Miller con el deísmo, junto con el consiguiente nacimiento del movimiento adventista, afianzó la experiencia de muchos pioneros adventistas del séptimo día, incluyendo Elena de White.

      “Los que están involucrados en proclamar el mensaje del tercer ángel están escudriñando las Escrituras con el mismo plan que Padre Miller adoptó. En el librito titulado ‘Opiniones de las profecías y de la cronología profética’, Padre Miller da las siguientes reglas simples, pero inteligentes e importantes, para estudiar la Biblia e interpretarla: ‘(1) Cada palabra debe tener una adecuada relación con el tema presentado en la Biblia. (2) Toda la Escritura es necesaria, y se la puede entender mediante la aplicación y el estudio diligentes. (3) Nada revelado en la Escritura puede estar oculto, o les será escondido, a los que piden con fe sin vacilar. (4) Para entender la doctrina, debe reunir todos los versículos sobre el tema que desea conocer y, después, dejar que cada palabra manifieste su influencia adecuada; si puede formar su teoría sin una contradicción, no se puede estar equivocado. (5) La Escritura debe ser su propio expositor, ya que es una regla en sí misma. Si dependo de un maestro para que me la explique –y él tuviera que adivinar su significado, o deseara que cierta explicación fuese cierta debido a su credo sectario, o quisiera ser considerado sabio–, entonces su conjetura, deseo, credo o sabiduría sería mi regla, y no la Biblia.

      “Lo citado es una porción de estas reglas y, en nuestro estudio de la Biblia, haremos bien en seguir estos principios expuestos” (RH, 25/11/1884), fue su conclusión.

      Elena de White también enfatizaba la “[necesidad de] retornar al gran principio protestante: la Biblia, y únicamente la Biblia, como regla de fe y deber” (CS 217). Ella creía en aceptar toda la Escritura como fuente de creencias, y rehusaba buscar un canon dentro del canon, o considerar algunas porciones de la Biblia como menos inspiradas y, por lo tanto, con menos autoridad que otras (Ed 190). Para ella, la razón humana sola no puede encontrar su camino a Dios, pero puede entender la revelación de Dios en la Escritura y debe someterse a su enseñanza.

      Como es lógico, al igual que Miller y otros pioneros del adventismo primitivo, Elena de White tenía la razón en alta estima y le daba un rol importante en la vida cristiana. Ella escribió que la capacidad de razonar es uno de los “grandes talentos magistrales” confiados por Dios a la humanidad (MI 3:299). Como parte del regalo de Dios en la Creación, la mente, junto con las otras facultades humanas, refleja la imagen de Dios y es capaz de “comprender las cosas divinas” (PP 26). Ella creía que Dios desea que ejercitemos nuestro poder de razonamiento al máximo, y que un estudio fiel de la Biblia “fortalecerá y elevará el intelecto como ningún otro estudio puede hacerlo” (TI 5:658; cf. CC 94, 95). La razón humana, guiada por la influencia del Espíritu Santo, puede entender la voluntad de Dios como está revelada en la Escritura.

      Pero, además de su llamado al más alto desarrollo y uso de la mente humana, Elena de White también señaló las limitaciones de la mente. Ella argumentaba que no se debe deificar la razón humana pensando que puede obtener todo el conocimiento; también está sujeta a las debilidades y flaquezas de la humanidad y, por lo tanto, es incapaz de comprender todos los misterios (TI 5:658). El pecado trajo degeneración a todas las partes de la naturaleza humana y la práctica del pecado también pervirtió la mente. Debido a la debilidad de la mente humana, la razón sola no puede entender muchas cosas sobre Dios. Elena de White escribió, en 1896: “Hay muchas cosas que el intelecto más fuerte nunca puede resolver o que la mente más penetrante nunca puede discernir. La filosofía no puede determinar los caminos y las obras de Dios; la mente humana no puede medir lo infinito” (RH, 29/12/1896). Así, todas las facultades humanas, incluida la razón, deben ser puestas bajo la influencia del Espíritu de Dios (ST, 5/11/1894, 28/5/1896).

      Entonces, para Elena de White, la razón no es el fundamento absoluto de la verdad y del conocimiento, como lo es para el deísmo y el racionalismo, ni puede encontrar la verdad sobre Dios por su propia cuenta. La Escritura es la única salvaguardia que los cristianos tienen “contra las influencias de los falsos maestros y el poder engañoso de los espíritus de las tinieblas” (CS 651); y la Escritura debe ser la “regla fija de todas las doctrinas y base de todas las reformas” (ibíd. 653).

       El puritanismo