Denis Fortin

Enciclopedia de Elena G. de White


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Es este tema el que provee el contexto para su relato de la historia de la Gran Controversia y sirve como principio teológico de hermenéutica para entender sus escritos. El amor de Dios existía antes de la creación de cualquier otro ser y antes del surgimiento de la rebelión de Satanás.

      Como se mencionó antes, la colección de libros más conocida de Elena de White es la serie del Gran Conflicto, de cinco tomos. Esta serie surgió a lo largo de los años mientras ella revelaba a sus lectores su comprensión del gran conflicto entre el bien y el mal desde la caída de Lucifer en el cielo hasta el establecimiento de la Tierra Nueva al final del tiempo. El primer tomo de esta serie, Patriarcas y profetas (1890), y el último, El conflicto de los siglos (1888), fueron escritos en la década de 1880, y sobresale en ellos la integración de estos dos temas dominantes. La frase “Dios es amor” aparece como las tres primeras palabras de Patriarcas y profetas (p. 11) y las tres últimas palabras de El conflicto de los siglos (p. 737). Es obvio que Elena de White tenía un propósito en mente cuando se refirió al amor de Dios como el principio y el fin de su metarrelato. El amor de Dios surge como el foco central de la lucha cósmica entre el bien y el mal, y aparece como un principio hermenéutico para entender su pensamiento. También provee el contexto para su narración de la historia del Gran Conflicto.

      Sin embargo, este principio hermenéutico se volvió evidente en sus escritos sobre el Gran Conflicto solo más tarde en su vida. Su primer libro sobre el Gran Conflicto –el primer tomo de Spiritual Gifts– no menciona ni una vez que “Dios es amor”. Y la descripción de dos páginas de la “ley de amor” que da comienzo a la serie del Gran Conflicto en Patriarcas y profetas (pp. 12, 13) no tiene paralelo en ninguno de sus escritos anteriores en Spiritual Gifts (t. 1) o en The Spirit of Prophecy (t. 1). Entonces, parece obvio que, cuando Elena de White amplió su relato del Gran Conflicto, llegó a ver el carácter de Dios como el principal principio de articulación de este conflicto cósmico. Lo que, en un comienzo, puede no haber sido aparente se volvió más prominente en sus escritos posteriores.

      Otros libros también resaltan este énfasis en el amor de Dios. El primer capítulo de El camino a Cristo empieza con estas palabras: “La naturaleza, a semejanza de la revelación, testifica del amor de Dios” (CC 7). Ella continúa: “El mundo, aunque caído, no es todo tristeza y miseria. En la naturaleza misma hay mensajes de esperanza y consuelo. Hay flores en los cardos, y las espinas están cubiertas de rosas. ‘Dios es amor’ está escrito en cada capullo de flor que se abre, en cada tallo de la naciente hierba” (ibíd. 8). Sin embargo, Elena de White señala que las cosas de la naturaleza en un mundo de pecado “solo representan imperfectamente su amor” (ibíd.). De ahí que la ilustración suprema y más clara del amor de Dios es Jesús, quien vino a este mundo para salvarnos de nuestros pecados (ibíd. 9-13).

      En el primer capítulo de El Deseado de todas las gentes, ella señala que Jesús vino “para revelar la luz del amor de Dios” (DTG 11). “Tanto los redimidos como los seres que no cayeron hallarán en la Cruz de Cristo su ciencia y su canto. Se verá que la gloria que resplandece en el rostro de Jesús es la gloria del amor abnegado. A la luz del Calvario, se verá que la ley del amor autorrenunciante es la ley de vida para la tierra y el cielo; que el amor que ‘no busca lo suyo’ tiene su fuente en el corazón de Dios; y que, en el Manso y Humilde, se manifestó el carácter del que mora en la luz a la que ningún hombre puede acceder” (ibíd.). En la última página de El Deseado de todas las gentes, su conclusión es que, por medio del sacrificio de Cristo, “el amor ha vencido” (ibíd. 774).

      Al término de El conflicto de los siglos, sus pensamientos finales también apuntan al futuro y a la promesa de la reconciliación eterna entre la naturaleza y Dios. “El Gran Conflicto ha terminado. Ya no hay más pecado ni pecadores. Todo el universo está limpio. Una misma pulsación de armonía y júbilo late a través de la vasta creación. Del Ser que todo lo creó manan vida, luz y contentamiento por toda la extensión del espacio infinito. Desde el átomo más imperceptible hasta el mundo más grande, todas las cosas, animadas e inanimadas, declaran, en su belleza sin mácula y en gozo perfecto, que Dios es amor” (CS 736, 737).

       El Gran Conflicto

      El tema del Gran Conflicto, que el universo está atrapado en un conflicto cósmico entre Dios y las fuerzas del mal, y que este conflicto se desarrolla en la Tierra por la lealtad de la humanidad, está conectado estrechamente con el primer tema, el amor de Dios. Elena de White enfatiza repetidamente que el punto principal del Gran Conflicto es el objetivo de Satanás de tergiversar el carácter amoroso de Dios. Al principio de Patriarcas y profetas, ella escribió: “La historia del gran conflicto entre el bien y el mal, desde que comenzó en el cielo hasta el abatimiento final de la rebelión y la erradicación total del pecado, es también una demostración del inmutable amor de Dios” (PP 11). En El camino a Cristo, ella argumentó: “Satanás indujo a los hombres a concebir a Dios como un ser cuyo principal atributo es una justicia inexorable; [es decir,] como un juez severo, un duro y estricto acreedor. Pintó al Creador como un ser que está vigilando con ojo celoso para discernir los errores y las faltas de los hombres para así poder castigarlos con juicios” (CC 9; cf. Ed 190).

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