y algún video espectacular. O también de Matius Letissier, Peter Bardsley, John Barnes, George Best..., en fin, es absurdo dar más nombres, nos iríamos hasta el infinito y más allá. Las islas son algo tan grande en relación con el fútbol que cualquier simplificación, que en el fondo es lo que yo estoy haciendo, es por supuesto injusta e inexacta.
En las islas no siempre, ni todo el mundo ha jugado así. Eso depende de innumerables e impredecibles factores, y ha habido y hay tantos jugadores de calidad que más que la excepción que confirme la regla, es la excepción que la rompe.
Una de estas innumerables excepciones es el Liverpool del inolvidable Shankly, ese equipo que marcó una época con su passing game. Aquel Liverpool practicaba un maravilloso juego de toque que le encaminó sin discusión por la senda del triunfo. En realidad, esto que digo en lo que se refiere a la injustica de la simplificación y la búsqueda de tendencias, es aplicable al fútbol de cualquier otro país sobre el que podamos filosofar, así que es una aclaración que ya no repetiré más.
Pero en esta pequeña reflexión estamos obligados a buscar ese hilo conductor que refleja la identidad futbolística de cada nación y en este caso del fútbol británico, y estamos obligados a buscarlo porque a pesar de todo creo que existe. Por eso pretendemos seguirlo y valorar la importancia de esas tendencias o intuiciones que a veces aparecen y pueden barruntarse, mientras que otras se difuminan en la distancia como la línea del horizonte.
Es ese hilo conductor basado en lo físico, en los valores guerreros del pueblo anglosajón, en lo épico, en el honor, en la tradición, y en la primacía de lo útil, del que vamos a tratar de tirar a continuación.
La peculiaridad británica: la tradición
Los británicos han tenido y tienen una dimensión especial y específica que les constituye como pueblo con unas señas de identidad ciertamente acentuadas. Les gusta marcar distancias con todo lo que no sea británico. Son gente muy vinculada a la tradición, a la tierra, con un carácter conservador en muchas facetas de su vida que difícilmente puede ser negado. Pensemos, por ejemplo, que a pesar de que Inglaterra fue el primer país europeo de importancia en el que el absolutismo fue desterrado, la monarquía sigue teniendo privilegios que en otros países, como España, resultarían impensables.
Este aspecto conservador que gusta de salvaguardar la tradición, las raíces, se manifiesta en el peso que la costumbre ha tenido desde siempre en la legislación británica. Tal vez sientan que esas tradiciones son esenciales a la hora de mantener su identidad como pueblo. Y esta forma de pensar se pone también de manifiesto en el hecho de que a los ingleses les cuesta aceptar todas esas iniciativas que tienen que ver con lo europeo como proyecto común. Baste, como ejemplo, su rechazo al euro.
Pero hay más. Ese carácter tan personal y tan suyo, tan vinculado a la defensa de lo esencialmente propio, puede ser rastreado una vez más, si tenemos en cuenta que los dos totalitarismos que arrasaron Europa a lo largo del siglo xx, el fascismo y el comunismo, no calaron en las islas.
Lo cierto es que ese temperamento tan específico, se ha dejado notar en otras señas culturales del pueblo británico como el fútbol.
El Reino Unido ha sido un país creador de cultura, un país colonizador que ha recibido una cantidad de población muy importante procedente de la inmigración. Sin embargo, y al contrario de lo que ocurre con Francia, por ejemplo, ha conservado mejor sus señas de identidad gracias a ese carácter del que venimos hablando, y el fútbol es un ejemplo de ello.
Las tradiciones en el fútbol británico son claras y difíciles de desarraigar del corazón de los aficionados. Ahí está, sin ir más lejos, la costumbre de jugar los sábados, si puede ser a las tres de la tarde. Costumbre que nace de la obligación impuesta por la Iglesia puritana de respetar los días festivos dedicados al descanso. Hoy en día, con la televisión y el dinero que hay en juego, esa costumbre está muriendo. Lo curioso es que entre los aficionados surgen plataformas que luchan por mantener contra viento y marea ese horario unificado.
Otra tradición, esta de momento intocable, es la del Boxing Day. Los ingleses siempre juegan partidos el día 26 de diciembre, después de Navidad. Parece que esta tradición se remonta al siglo xix, cuando los sirvientes, que no podían celebrar el día de Navidad por estar sirviendo a los señores, llegaban a casa de sus familiares con cajas en las que llevaban los restos de los banquetes del día anterior. Al no ser propiamente día festivo, los hombres de las clases más pobres podían dedicar su día libre a presenciar espectáculos de carácter deportivo.
La tradición parece haber perdurado hasta hoy, reforzándose si tenemos en cuenta que, en estas fechas, los niños no tienen clases y pueden asistir con sus familiares al fútbol; por eso, el Boxing Day pone una magia especial en los estadios ingleses durante estas fechas.
La existencia del United of Manchester es otro ejemplo de esta forma particular de ver el fútbol. En el año 2005 el Manchester United fue comprado por el multimillonario americano Malcom Glazer, y unos cuantos hinchas de los Reds Devils pensaron que este hecho llevaba consigo la inevitable pérdida de identidad del equipo, de sus valores y tradiciones. De esta manera, ni cortos ni perezosos, decidieron fundar nada menos que un equipo nuevo, y así nació el United of Manchester.
Algo relacionado con esto ocurre en el Liverpool. Los Reds necesitan mudarse de estadio y dejar el viejo y mágico Anfield para competir con los equipos más poderosos de la Premier. En este contexto no ha tardado en surgir un grupo de hinchas que preconizan la defensa del espíritu de The Kop, la grada mágica de Anfield en la que se han vivido momentos épicos e inolvidables a lo largo de más de un siglo.
Estos hinchas están seriamente preocupados por el hecho de que la dimensión comercial que deberá asumir el club, los patrocinadores, y en general, el ambiente que esta nueva situación provocará, acabarán convirtiendo el nuevo Anfield en una especie de atracción turística, donde los aficionados llegarán portando sus cámaras de fotos y sus bolsas de palomitas.
La gente de The Kop está aterrorizada ante esa perspectiva, ya que, según ellos, sería acabar con el espíritu de Anfield y, en definitiva, del propio Liverpool.
Más ejemplos de este gusto por el sabor clásico del fútbol lo encontramos en el valor que los aficionados ingleses confieren a la F.A.Cup.
La Copa inglesa comenzó a disputarse en 1871 y parece ser la competición futbolística más antigua. La Copa es un acontecimiento para el fútbol inglés, en ella puede participar cualquier equipo independientemente de su categoría, y su prestigio no puede ser menoscabado de ninguna de las maneras. Por si fuera poco, la federación inglesa mima convenientemente el campeonato, sobre todo en lo que a la hora y días de los partidos se refiere.
Los resultados aparecen meridianos. No hay una competición de Copa en el continente que se le parezca ni de lejos.
Así pues ese gusto por la tradición puede ser atisbado en eso que estamos llamando esencia del fútbol inglés. Se resisten a perder definitivamente sus señas de identidad también en el campo de juego, donde durante muchos años ha predominado ese espíritu anglosajón, vikingo y luchador que llevan en sus genes.
El espíritu guerrero: el valor de lo épico
Y es que los británicos en general y los ingleses en particular juegan así al fútbol. Es un fútbol tremendamente físico, en el que en muchas ocasiones se saltan la zona de creación e intentan llegar por la vía rápida a la portería contraria. El balón arriba; entonces el delantero la peina y prolonga para el que viene desde la segunda línea, o bien la deja muerta para que este dispare a puerta.
En esta forma de pensar el fútbol se busca rápidamente la banda y desde ahí, el balón se cuelga al área y entonces a ropa que hay poca que decimos aquí, lo que significa que si el balón llega a la zona de castigo hay que sumarse al remate con todo y con todos. Es el poderío guerrero de los pueblos del norte que percuten una y otra vez contra tus líneas hasta que te colocan entre la espada y la pared.
Quien más y quien menos ha visto cómo se celebra en los campos británicos un córner, parece casi un penalti; y es que realmente esa jugada simboliza su manera de entender este deporte: balón a