un equipo dispone de estos jugadores, todo está bien. Ya no hay arbitrariedad, sino más bien necesidad, y necesidad en un doble sentido: primero en el sentido de que ellos son necesarios, es decir, básicos para el equipo; pero también necesidad en el sentido filosófico, según el cual, con estos peloteros las cosas pasan tal y como tienen que pasar. Cuando los futbolistas de este corte mandan en el campo todo es más fácil y tiene su explicación, las respuestas se encuentran más fácilmente.
Ocurre entonces que para los otros jugadores todo es previsible, tal y como para los griegos se volvió la realidad con el paso del mito al logos. Los futbolistas saben siempre en función de ese compañero, dónde y cómo tienen que situarse. Estos cracks parecen directores de orquesta y sus músicos tocan al son que ellos marcan.
Es eso lo que siento —y eso que soy madridista hasta lo más profundo de mi alma—, cuando veo a Xavi girar sobre sí mismo con el balón pegado al pie. Lo hace con una elegancia y majestuosidad escandalosas con el fin de disipar el caos que pueda existir en el campo. Lo cierto es que cuando gira, todo el Barça gira a su alrededor, y todo el mundo intuye que el fútbol tiene una explicación, un sentido, una lógica, lógica de logos, y a él le toca encontrar esa explicación que otro futbolista no encuentra.
Lo mismo me pasaba cuando veía jugar a Redondo con el Madrid. No me extraña que lo llamaran el Príncipe. Pocos jugadores he visto tan elegantes como él. Cuando pisaba la pelota, con ese ademán tan argentino, se paraba y levantaba la cabeza, no solo veía él, todo el Madrid veía entonces. El equipo comenzaba a moverse de nuevo, se dibujaba en torno a su presencia adquiriendo un orden geométrico, ese que griegos como Pitágoras y Platón intentaron encontrar a partir de las matemáticas. No olvidemos que ese es el sentido primordial de la teoría de las ideas de Platón, dar una explicación del orden del universo como manifestación de una idea. Las matemáticas como sentido y explicación de todo lo real.
Hay, sin embargo, en mi opinión, otro tipo de futbolistas parecidos a los anteriores, que tienen mucho que ver con ellos, pero con un matiz diferente. Un matiz que, desde el punto de vista filosófico, les acerca más a la tradición judeocristiana, y por tanto al planteamiento del Génesis, que a la griega y a los textos de pensadores como Platón.
Me refiero a esos jugadores que en el argot futbolístico son conocidos como media punta, enganches o jugadores de último pase.
Pienso que los hombres de los que he hablado antes, los que simbolizan el logos griego, son capaces, en su mayoría, de hacer también esta función pero no es su principal trabajo, que básicamente consiste en sostener al equipo. Hay en cambio otros jugadores que sí encuentran en el último pase su razón de ser. Me refiero a gente como Iniesta, Guti, Laudrup, Zidane, Valerón, Silva, Özil, Riquelme, Aimar...
Estos futbolistas, Zidane y Riquelme, Pirlo, y quizá Iniesta, aparte, no tienen siempre la constancia ni la capacidad de esfuerzo necesarias como para llevar el peso de un equipo, pero tienen algo absolutamente especial, mágico, distinto... ellos no llegan al orden a través de lo estrictamente racional y necesario. Su forma de entender el fútbol se acerca más a la pura y genuina creación, a sacar algo de la nada, es lo más parecido a hacer magia en un campo de fútbol.
En el Génesis se dice que Dios Creó el cielo y la tierra. Es curioso pero los jugadores de este segundo grupo crean en el campo. Crean porque sacan una jugada de donde no existe, es decir, de la nada. El concepto que trae aquí el orden es luz. Dijo Dios: «Haya luz», y hubo luz. Es efectivamente la luz que aclara, la que coloca cada cosa en su sitio, para disipar el caos separando el día de la noche y permitiendo que haya un día primero.
Yo creo que en la mente de este tipo de jugadores también se hace la luz, pero solo en su mente y de repente son capaces de ver algo que los demás no podemos, ni siquiera estando tranquilamente en el sofá frente a la pantalla de la televisión.
Pongámonos en situación: un montón de jugadores en la frontal del área, delanteros y defensas mezclados en un amasijo informe. No hay quien se entere de nada, pero de repente la pelota le llega a Guti, a Iniesta, Pirlo, o le llegaba a Laudrup y a Valerón, y ahí todo cambia, en su cabeza amanece, se hace la luz y se disipa el caos.
Es un fogonazo, casi una intuición, no es puramente racional, sino una visión diferente, algo que va más allá de eso y se parece a crear con la mirada. Nosotros no nos damos cuenta muy bien de lo que pasa, pero de repente el delantero está solo frente al portero rival.
Ya está. El milagro es claramente perceptible. La jugada ha aparecido a partir de la nada. La luz, de golpe, se ha hecho y ha separado la claridad de las tinieblas.
Pensemos bien en esto último porque merece la pena. Cuando la luz aparece, aparece el orden y eso significa el espacio y el tiempo. La luz es capaz de colocar cada cosa en su sitio, pero también diferenciar la mañana del anochecer y eso es introducir el concepto de tiempo. Espacio y tiempo son pues elementos básicos del orden.
De manera similar, estos jugadores administran el espacio y el tiempo a su antojo. Daría la impresión de que tienen su espacio y tiempo particulares. Ven el hueco donde no existe y casi es así porque ellos lo inventan, lo crean. Están preparados para meter el pase justo cuando el espacio se abre o el delantero tira el desmarque; y a veces ni eso, porque el delantero solo ve la jugada después del pase y ya no llega al balón.
Con esta gente parece cumplirse la máxima kantiana según la cual el espacio y el tiempo son subjetivos, están en nosotros, son formas a priori con las que ordenamos las sensaciones. Para el filósofo alemán solo así el conocimiento es posible, y lo es en la medida en que nosotros aportamos algo al mismo: esos elementos a priori como forma que tenemos los seres humanos de estructurar todo aquello que nos llega mediante los datos de los sentidos.
Así son estos jugadores, ellos disponen de un conocimiento especial, porque, de alguna forma, lo crean. Su privilegio es ver el fútbol desde más dimensiones que el resto de los mortales.
De todos los futbolistas con este perfil el que más me ha impresionado, junto con Iniesta, ha sido Guti. No es porque sea madridista, es porque era capaz de sacar unos pases puramente asombrosos.
La filosofía nace del asombro. A mí Guti en el campo me invitaba a filosofar.11 Algo parecido sentía al ver a Laudrup mirar a un lado mientras daba el pase en otra dirección, o cuando contemplaba como Valerón hacía juegos de magia con la pelota. Lo mismo siento ahora al ver a Iniesta esconder la pelota de manera que parece inofensiva para, segundos después, sembrar la devastación en la defensa rival.
Respecto de los nombres, repito lo de antes, cada uno que escoja los suyos. Yo he mencionado aquellos que más impresionan y que se ajustan a las características de lo que quiero explicar.
En cualquier caso, a la mayoría le pasa como a otros muchos jugadores de ese estilo, son inconstantes, no tienen la capacidad para ordenar un equipo de manera permanente, por eso entiendo que este tipo de futbolistas son diferentes a los primeros.
Los unos simbolizan el logos griego. Estos otros me recuerdan más a la luz del Génesis.
Me imagino que algunos, con derecho, podrán interrogarme acerca de jugadores que no he mencionado, los llamados craks, es decir, hombres como Pelé, Maradona, Ronaldo Nazario, Cristiano Ronaldo, Messi, Di Stéfano...
Bueno, pienso que estos jugadores son diferentes. Cierto que pueden hacer en determinados momentos lo que hacen los dos tipos de peloteros que ya he mencionado; pero no son especialistas en eso.
Estos jugadores tienen más que ver con la etapa prefilosófica, a saber, mítica. Son como los dioses o los héroes, fuerzas sobrenaturales capaces de gestas impensables para los humanos. Agarran la pelota desde cualquier parte del campo y se meten con ella dentro de la portería. Eso no es racional, ni es orden, ni nada que se le parezca. Es fuerza bruta, poder inmortal, autoridad incontenible, capricho divino del cual depende el equipo propio y contrario. Es puro mito y no logos.
Supongo que por eso muchos de ellos se convierten en leyendas inmortales para todos nosotros...
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